El 25 de junio de 1988, Marco van Basten , a los 58 minutos de la final de la Eurocopa que disputaban los Países Bajos y la Unión Soviética, paralizó el tiempo en el Estadio Olímpico de Múnich. El entonces delantero del Milan recogió un globo lanzado por Arnold Muhren desde la banda izquierda y enganchó una volea casi sin ángulo que reventó la portería defendida por Rinat Dasayev. Había nacido el mejor gol de la historia del torneo.
Con ese tanto, Van Basten consiguió que la Eurocopa dejara de ser una competición más. Pasó a tener algo especial. Adquirió una escena que el aficionado estaba acostumbrada a ver en los Mundiales con los cambios de ritmo de Cruyff, los regates de Garrincha o los inventos de Maradona . Introdujo el arte y la visibilidad que necesitaba un torneo que nació mucho más tarde que la Copa del Mundo (1960) y que no gozó de tanta visibilidad por una Europa dividida y por un sistema de fase final de 'final four' (hasta 1980) poco atractivo.
Ese fue el mérito de Van Basten. Su estético remate provocó un cambio, desató un interés en la Eurocopa que nunca más decayó. El que fuera uno de los mejores delanteros de la historia no sólo marcó el 0-2 definitivo con el que los Países Bajos ganó su único gran título internacional. Su volea revalorizó un campeonato que adquirió la grandeza que necesitaba.
Años después, en una entrevista concedida a la UEFA, Van Basten narró cómo fue aquella jugada. En aquel momento, justo después de su estratosférico remate, reconoció que aquel gol no era como otro cualquiera de todos los que había marcado con anterioridad. Algo había ocurrido.
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"Fue en la segunda mitad, y ya estaba un poco cansado. El balón me llegó de Arnold Muhren, y pensé: 'Bien, puedo controlarlo y tratar de hacer algo entre todos esos defensas, o podría hacerlo de un modo más fácil, arriesgarme y disparar'. Se necesita mucha suerte con un disparo como ese. Todo fue bien. Es una de esas cosas que a veces simplemente ocurren. Intentas hacerlo, pero necesitas mucha suerte, y en ese momento, a mí se me dio esa suerte para hacerlo en el momento adecuado", recordó.
"Puedo contar muchas historias, pero simplemente fue una sensación fantástica. Tengo que estar feliz y agradecido de haber podido vivir un momento así tan importante para mí y para Holanda. Fue un momento en el que pudimos decir: 'Vamos 2-0, podemos ganar este partido'. Pero el entusiasmo por el gol realmente no lo entendí. Puede verse por mi reacción. Me estaba preguntando: '¿Qué está pasando?'", añadió.
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Simplemente, ocurrió que Marco Van Basten entró en la historia de la Eurocopa y de las finales de cualquier evento internacional.
Su gol es uno de los más bonitos jamás visto en un partido con un título en juego. En su caso, aquel 25 de junio de 1988, inscribió su nombre con letras de oro en una competición que, con una volea, pasó de ser indispensable en el calendario para cualquier buen aficionado al fútbol que supo reconocer el arte en forma de gol.