Poco más de 20 millones fue lo que le costó al Liverpool sacar a Luis Suárez del Ajax de Amsterdam . El uruguayo, un diamante en bruto que rebosaba en una liga diminuta para su talento, provocaba un fichaje del que esta semana se cumplen diez años y que estuvo cerca de ser el cambio que devolviera la Premier League a Anfield.
Suárez, por entonces de 24 años, era la estrella de un Ajax en el que había formado un pareja letal, pero efímera, con Klaas-Jan Huntelaar, hasta que en 2009 este se marchó al Real Madrid. Su baja, junto a la de otros estandartes de aquella generación, como Thomas Vermaelen, dejó al uruguayo como capitán y como punta de lanza de un proyecto al que incluso le costaba reinar en Holanda.
Como ya le ocurriría en Liverpool, sus éxitos personales se distanciarían de los del equipo y su trampolín a la élite fue una temporada de récords, marcando 35 tantos en la Eredivisie, repartiendo 15 asistencias y siendo el mejor jugador de la liga, del Ajax, y perdiendo la Bota de Oro por la menor puntuación de la liga holandesa -hizo un gol más que Leo Messi-.
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A Suárez lo firmó el Liverpool un 31 de enero de 2011. En pleno mercado invernal, ya era un delantero con hechuras para las ligas de mayor nivel y su corpulencia, sus mañas y su personalidad le convertían en el ariete perfecto para la Premier League.
El charrúa, el fichaje más caro hasta entonces de los dueños del Liverpool que compraron el club en 2010, llegaba a unos 'Reds' que habían acabado séptimos la liga anterior y que apenas unas semanas antes habían despedido a Roy Hodgson para devolver al mito Kenny Dalglish al banquillo.
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Fue este quien le convenció para declinar otras ofertas y adueñarse de Anfield, recogiendo el testigo de Fernando Torres y terminando con la maldición de su salida y los millones despilfarrados en confiar en el talento local Andy Carroll.
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Suárez, comprometido y de fuerte carácter, fue todo lo que representaba la Premier League y el delantero más letal del que ha gozado el Liverpool en años. Ni siquiera los Mohamed Salah y Sadio Mané pueden medirse con la intensidad de un futbolista que junto a Steven Gerrard estuvo a punto de romper la maldición del título liguero.
Y eso que su primera campaña estuvo empañada por los insultos racistas que profirió a Patrice Evra y que le costaron una sanción de ocho encuentrosFue en la segunda cuando sacó la cabeza y anotó 17 goles, aunque al equipo aún le faltaba muchísima calidad y cayeron hasta el octavo puesto.
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Al año siguiente misma historia, mejora en los números -metió 30 goles-, pero no pasaron del séptimo puesto. Esa temporada 2012/2013 fue la de su famoso mordisco a Branislav Ivanovic, por la que le cayeron diez partidos de sanción.
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Aquella acción, de un modo u otro, supuso su punto de inflexión en Inglaterra. Un todo o nada que se transformó en la 2013-2014 en el mejor año que un delantero podría soñar en el fútbol inglés.
Pese a perderse cinco partidos por la sanción, metió 31 goles -récord hasta que fue superado por Salah-, incluyendo un póker al Norwich City, seis dobletes y dos 'hat tricks'.
Pero el éxito personal, como en el Ajax, no estuvo acompañado del título deseado. Suárez fue testigo de dos de los peores momentos de la historia reciente del Liverpool. Vivió en sus carnes el 0-2 del Chelsea con el gol de Demba Ba y el resbalón de Gerrard en Anfield y presenció cómo el Crystal Palace les remontó un 0-3 acabando con sus opciones de ganar la liga.
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Para siempre quedará su imagen agachado en el centro del campo de Selhurst Park, tapándose la cara llorando, y con Gerrard apartando a las cámaras para consolarlo.Aunque la instantánea que los aficionados del Liverpool querrán quedarse es la del Suárez batallador, con el siete a la espalda y con su tradicional celebración besándose el dedo.
Cuando ese verano se marchó a Barcelona, cumplió un sueño a la vez que rompía otro. El del propio Gerrard que durante años había anhelado un compañero con el que crear un Liverpool campeón.Pero la pistola de Suárez apuntó a Barcelona y no a la Premier League.