El éxito de este corredor, finalista en el relevo 4 por 400 de los Mundiales de Atletismo, está basado en la perseverancia y la calidad humana.
Esas condiciones lo tienen aél y a sus compañeros soñando con una medalla olímpica en los próximos juegos Tokio 2020.
Pero es que Diego Palomeque, uno de los cuatro fantásticos del atletismo nacional, le viene ganando carreras a la vida desde tiempo atrás.
"Yo vendía bolis, vendía helados, vendía cofio (una golosina hecha a base de maíz) en el colegio y las personas me decían a mí, sálgase de atletismo porque en verdad usted no va a llegar", cuenta el perseverante deportista.
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No solo tuvo que ganarle el pique a los comentarios, sino correr literalmente con la piel, en la pista de tierra de su natal Carepa, en Antioquia.
"Normalmente yo allá corría descalzo y le daba y mi planta estaba full, yo aguantaba, yo me cortaba e igual seguía corriendo", recuerda.
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Ya en Medellín, sus sueños comenzaron a tomar forma y encontró mucho más que medallas y triunfos: una familia.
"El atletismo me dio a mí una mujer que hasta el momento ha estado conmigo en las buenas y en las malas, me dio mi hija, me dio a mi mejor amigo: Yeison Rivas", dice.
Su esposa Rosa Angélica Escobar, describe cómo es Diego, un hombre del que poco conocen los colombianos.
"Es muy pendiente de la niña y en las fechas especiales, eso sí tiene, que a él ninguna fecha especial se le olvida", describe la mujer.
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"Para mi Diego siempre es y ha sido el mejor", afirma Yeison.
El atletismo por momentos lo dejó sin aire para seguir y corrió una carrera alterna, la de cadete en la Policía, sin abandonar el sueño de la pista.
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“Yo le enviaba los planes de entrenamiento, le tocaba levantarse a las 3 de la mañana a ejecutarlo, digamos que el entrenamiento no fue óptimo pero Diego es un guerrero, tiene mucha adrenalina", asegura Raúl Díaz Quejada, su entrenador en la Liga de Atletismo de Antioquia.
Sin embargo, en la Escuela de Cadetes General Santander conoció la impotencia. Vio morir a varios de sus compañeros a causa del ataque terrorista del ELN.
"Yo no sé si fue por el mismo pánico pero yo lo único que pensé fue: tengo que ayudar, y comencé, levanté a unos compañeros, los llevé a sanidad y hasta que me dijeron, no Palomeque, ya sálgase", recuerda sobre ese duro momento, uno de los más dolorosos sufridos recientemente en el país.
Entre sus recuerdos también hay lugar para momentos felices: como la conquista del histórico oro panamericano en los 4x400.
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Por ahora, los cuatro fantásticos descansarán. Diego lo hará en Carepa, disfrutando la sopa de mondongo de doña Flor, su mamá, y en compañía de su papá, sus otros cuatro hermanos y sus amigos, a quienes llama ‘corrinche’.