Ya avisó Simone Inzaghi de que los últimos derbis que había perdido contra el Milan le habían dejado con hambre de revancha. Dicho y hecho. El mensaje caló en el vestuario de un Inter que, este miércoles, con una superioridad pasmosa en todo un derbi milanés, atropelló al Milan (0-3) sin titubear y tiñó de azul y negro la Supercoppa de Italia, el primer título del año, que se disputó en Arabia Saudí.
Fue un repaso mayúsculo en general, pero el de la primera mitad tardarán en olvidarlo los 'rossoneri'. El Inter dominó a su antojo a su vecino milanés, desorientado, desordenado, roto, y errático. Y el problema del Milan no fue tanto que se viera superado por su rival en la presión, sino la dramática puesta en escena defensiva que exhibió y por la que encajó los tres goles.
No tardó nada el conjunto de Inzaghi en aprovecharse de su débil rival. Dzeko, en un estado de forma brillante, leyó a la perfección el desmarque de Barella a la espalda de Theo y sirvió un pase en profundidad medido para que su compañero cruzara el balón al segundo palo, donde apareció libre de marca Dimarco para empujar el balón, en lo que fue una triangulación perfecta que empezó a inclinar la balanza en el minuto 10 de partido.
Pareció que el gol despertó al adormilado Milan, que con una jugada entre Giroud, Brahim y Leao, sus hombres más peligrosos, se plantó en el área rival con la estrella lusa en un mano a mano con Onana que salvó con un paradón. La intervención providencial del meta camerunés pareció ser la confirmación de que el Milan lo iba a tener complicado en Riad.
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Y es que, con el paso de los minutos, lejos de mejorar, los 'rossoneri' se vieron contra las cuerdas en todo momento ante un Inter que ejecutó a la perfección su plan. Evitó la salida limpia de Kjaer y Tomori, neutralizó a Tonali y Bennacer en el centro del campo y aisló lo máximo a Leao y Brahim en la zona de tres cuartos para evitar que se encontraran.
Todo ello, sumado al buen hacer de Calhanoglu con balón y las precisas subidas de Darmian y Dimarco, derivaron en el segundo tanto de la noche, que puso el broche de oro a una primera parte para enmarcar del ariete bosnio. Recibió Dzeko de Bastoni en profundidad, que con espacio tras una mala basculación del Milan, recortó con clase a Tonali dentro del área y la puso al palo largo, rasa, imposible para Tatarusanu, en el minuto 21.
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En el supuesto intercambio de golpes que prometía ser el partido, solo hubo un púgil en el cuadrilátero del Rey Fahd en Riad. Vestido de negro y azul, esquinó y golpeó a su contrario de principio a fin.
Cambió el guion en el segundo acto, pero estaba escrito por el mismo autor. El Inter, cómodo, con un resultado muy favorable, dejó de presionar tan alto y cedió el balón al Milan, que intentó sin éxito penetrar la poblada defensa 'nerazzurra', liderada por un sólido Skriniar, acompañado de Acerbi y Bastoni, que anularon a Leao, dejando al Milan sin su foco principal de ataque.
Algo que no consiguió Tomori con Lautaro. El duelo de estrellas de la noche era el Leao-Lautaro. El primero lo intentó sin éxito, mientras que el segundo apenas apareció en todo el partido. Pero en cuanto tuvo su oportunidad, no falló el campeón del mundo.
Haciendo honor a su apodo, el 'Toro' ganó el cuerpeo contra Tomori y se plantó en el área contra Tatarusanu, al que superó con una preciosa y sutil definición el exterior de su bota derecha que sentenció el partido a pocos minutos del final. Los jugadores del Inter sonreían mientras los del Milan no sabían donde meterse. Encajar tres goles ante uno de tus máximos rivales, sintiéndote tan inferior en una final es un trago difícil.
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No hubo dudas en Riad de quién era el Supercampeón. Desde el pitido inicial, el Inter tuvo el partido bajo control, marcó los tiempos a su antojo y desesperó a un Milan que no estuvo a la altura de su rival. La Suppercopa vuela a Italia, a Milán, pero teñida de azul y negro tras un exhibición interista que puede suponer el punto de inflexión en Serie A.