La presencia de Dayro Moreno en los principales estadios de Colombia despierta interés, cierto morbo y también animadversión en su contra de parte de algunos de los hinchas rivales. Así pasó este martes, en El Campín, en donde se enfrentaron Millonarios y Once Caldas, liderado por el tolimense.
Pero entre más rechazo, rechiflas e improperios que recibió en la capital de la República, más asomó Moreno Galindo, más pidió la pelota, más corrió, más luchó, más manoteó y regañó a sus compañeros y más jugó. Esto último sí que sucedió, porque el número '17' del blanco de Manizales se convirtió en figura del triunfo 2-0 sobre el equipo de Alberto Gamero, que viene de capa caída y que desilusionó a sus fieles seguidores.
Dayro Moreno, con un peinado bastante peculiar de trenzas y color clarito, no solamente hizo asistencia para el primer tanto de Billy Arce, en la etapa inicial del compromiso. El experimentado futbolista lanzó al vacío, mostrando calidad técnica y sensibilidad para pegarle al balón y dejó en inmejorable posición a su compañero y a festejar.
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Para Dayro no importó que cada vez que el esférico pasó por sus pies, desde las tribunas bajaran silbidos, muchas palabras de grueso calibre, pero ante esto el nacido en Chicoral se agrandó y jugó con toda naturalidad, sin importar nada.
Pero eso no fue todo. La función futbolística del hombre de 38 años tenía reservado más para el segundo tiempo. En un remate de media distancia mandó el balón al travesaño y luego, ante un penalti, cogió el balón y le pegó bien para celebrar su gol número 223, que lo acerca al récord del máximo goleador de la historia del fútbol colombiano. Moreno tuvo tiempo hasta para tirar alguna floritura, para sacarse la marca de Andrés Llinás, defensa de los azules.
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Al final del compromiso de la novena fecha de la Liga I, Dayro Moreno cerró su puño, levantó el brazo, se abrazó con algunos de sus compañeros del Once Caldas y se marchó con rumbo al camerino con el deber cumplido y la tarea hecha, más allá del ambiente hostil con el que lo recibieron desde que salió a calentar, hasta el minuto 90 y algo más, cuando el árbitro Wilmar Roldán decretó el final del juego.