Eliud Kipchoge, el corredor galardonado este jueves con el Premio Princesa de Asturias de los Deportes, es uno de los pocos elegidos capaces de cambiar la historia del deporte, un atleta singular, poseedor del récord del mundo de maratón y de cuatro medallas olímpicas pero que, a sus 38 años, vive y se entrena en el campamento de Kaptagat, ajeno a toda opulencia y con una dieta basada en las gachas, las alubias y las frutas y verduras locales.
Las tres cucharadas de azúcar que añade al té de su desayuno son el capricho diario del único hombre que se ha acercado a la barrera de las dos horas en la mítica prueba de los 42,195 kiómetros
Cuando el pasado 25 de septiembre impuso en el maratón de Berlín un nuevo récord del mundo en 2 horas, 1 minuto y 9 segundos, y mejoró en treinta segundos la anterior plusmarca que también había establecido él mismo en la misma ciudad alemana en 2018, lo hizo envuelto en un halo heroico, tras afrontar en solitario los últimos 17 kilómetros, del 25 al 42. Llegó a dar 200 pasos por minuto, con una zancada de 180 centímetros.
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Ese récord, esa autoridad suprema, fueron el resultado de unas condiciones innatas extraordinarias, de una disciplina tremendamente exigente y de una vida espartana en Kaptagat, el asentamiento cercano al Gran Valle del Rift donde cada día se levanta a las cinco de la mañana, hace dos o tres sesiones de entrenamiento por jornada y acumula unos 220 kilómetros a la semana.
Cuatro de los seis maratones más rápidos de la historia están en sus piernas, las mismas con las que ganó el oro olímpico en maratón en 2016 y 2020 y la plata y el bronce de los 5.000 m en 2008 y 2004, respectivamente.
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Ha corrido durante su vida 18 maratones y solo ha dejado escapar la victoria en tres ocasiones. El pasado 17 de abril encajó la derrota más dolorosa, con el sexto puesto en el maratón de Boston, en el que pretendía conquistar su quinto 'major' tras los de Chicago, Londres, Berlín y Tokio. Hizo el peor tiempo de su vida, 2:09.23, afectado por una molestia en la pierna izquierda.
Incluso en esas circunstancias salió a relucir su grandeza. ¿Pensó en retirarse, ante el riesgo de lesión? Me propuse correr a un ritmo cómodo y sólo para terminar. Se me pasaron muchas cosas por la cabeza, pero me dije: 'Oye, no puedes abandonar'. Dicen que lo importante es ganar. Pero es genial participar y terminar".
El 12 de octubre de 2019 derribó la frontera de las dos horas en un experimento en Viena sobre la distancia del maratón, aunque no homologable oficialmente. Pero su tiempo de 1h59:40.2 causó un impacto mundial. Fueran como fueran las condiciones, las dos horas habían caído. No era imposible. O sí, excepto para Kipchoge. El récord solo lo fue para el Libro Guinness, no para los registros de la federación internacional de atletismo.
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La fundación que lleva su nombre trabajo bajo el lema 'Get Involved', 'Implícate'. Sus programas se basan en dos pilares, la educación y el medio ambiente.
"Mi sueño es que todos los colegios y guarderías del mundo tengan una biblioteca", señala Kipchoge en su web. "Hay mucha gente con talento en África y en todo el mundo que puede ayudar a resolver los problemas a los que se enfrenta la gente en sus comunidades".
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Y añade: "Los atletas se entrenan en el bosque. Necesitan los bosques, son buenos para su salud y para respirar bien. Quiero que el mundo respire bien. Sin bosques, no se puede respirar".
Como corredor, cuando flaquea la motivación se acuerda de los mensajes de ánimo que recibe de sus fans a lo largo y ancho del planeta. "Sé que he inspirado a gente en todo el mundo y pensar en ello es lo que a veces me da la energía necesaria para saltar de la cama y hacer lo que tengo que hacer", dijo recientemente en un seminario.
En los próximos meses se apoyará en ese respaldo para acometer otra gesta sin precedentes: ganar en los Juegos de París 2024 un tercer oro olímpico consecutivo.
Los miembros del jurado de los Premios Princesa de Asturias también se sintieron inspirados por sus logros y por su figura y le dieron este jueves el premio de los Deportes por unanimidad.
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