"Con cabeza y corazón" es la frase más repetida en las ruedas de prensa por Simone Inzaghi, técnico del Inter de Milán, una expresión que se ha convertido ya en un auténtico mantra dentro del vestuario y en la virtud principal de unos 'nerazzurri' que tendrán que ponerlo en práctica con más precisión que nunca este sábado en Estambul, ante el Manchester City.
Con mucha cabeza, pero sin olvidarse nunca del corazón, así ha afrontado el Inter todos sus partidos en la presente campaña de la Liga de Campeones.
Es su particular fórmula del éxito, la que le ha llevado a la final más importante de su historia reciente, la primera desde que levantará la 'orejona' en 2010 y en la que se medirá, quizá, al equipo que más cabeza y menos corazón utiliza por su manera de entender el fútbol, por su sistema perfectamente trabajado y sus numerosas armas para controlar el partido.
Y no es que, por usar más el "corazón", el Inter de Milán no sea un equipo tácticamente preparado, pero en determinados momentos no ha sabido tener el control de lo que sucedía en el verde y, viéndose superado puramente en lo futbolístico ante su rival, el aspecto emocional hizo su parte y sostuvo al equipo.
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Como cuando en octavos de final, contra el Oporto, que apretó en los momentos finales de la vuelta; o como cuando en cuartos, contra el Benfica, los lisboetas quisieron recortar distancias en la ida poniendo contras las cuerdas a los italianos. Fue en esos momentos en los que el corazón tomó el control de la situación por encima del esquema y de la idea de juego.
También apareció en casos ofensivos, como cuando el Milan se mostró débil en los primeros compases de la ida de las semifinales y en once minutos dejó sentenciado su pase a la final soñada.
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Por el momento, la convivencia de cabeza y corazón al Inter de Milán le ha funcionado con eficacia, pero ante el Manchester City necesitará de ambas facetas al nivel más alto de precisión posible. Un error, una simple duda, ya sea en el plano táctico o en el emocional, condenará el partido de los de Inzaghi.
Pero este Inter, que llega en un gran momento de forma tras un inicio más que dubitativo de temporada, no tiene miedo porque confía en su método y en sus posibilidades, consciente de cuáles son sus virtudes.
Para casi toda la plantilla es el partido más importante de su vida. Solo el argentino Lautaro Martínez y el italiano Nicolò Barella pueden decir que han jugado un partido igual de importante, la final del Mundial de Qatar 2022 y la final de la EURO 2020, respectivamente. El resto, a diferencia de la mayoría de jugadores del City, no ha jugado un partido de este nivel.
"Este partido no es solo el más importante de nuestra carrera, sino que es el más importante de nuestra vida", dijo el armenio Henrick Mkhitaryan este lunes en el 'Día de Medios' del Inter de Milán.
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La importancia del partido, en cambio, no supone, al menos por ahora, un motivo para los interistas para amilanarse, sino que lo utilizan para crecerse. Apelan a la épica de su gesta contra la obsesión de sus adversarios para aumentar la presión.
"Sabemos que nos estamos enfrentando a un equipo fuerte, pero para nosotros esta final es un sueño, para ellos es una obsesión. Es un equipo muy fuerte, tenemos que jugar como sabemos y usar nuestro orgullo y nuestra fuerza", dijo por su parte el italiano Federico Dimarco.
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"Poner el corazón más allá del reto, si jugamos como Inter podemos conseguir grandes resultados como hemos hecho en estos años", añadió el lateral izquierdo.
La consigna que habrá en el vestuario del Inter antes de saltar al césped del Estadio Olímpico Atatürk está clara. Las oportunidades del combinado interista de volver a levantar un título europeo, de volver a reencontrarse con la gloria, pasan inevitablemente por un encuentro "con cabeza y corazón".