Se disputan las rondas de ajedrez clásico por equipos en los Juegos Nacionales. Sería la introducción normal de una nota sobre este deporte, pero existen situaciones atípicas que llaman la atención tanto de jueces, directivos, miembros de otras delegaciones y los propios atletas.
En el salón de Expofuturo, uno de los deportistas se destaca entre los más de 100 participantes de la rama masculina. Con un poco más de 120 centímetros y el dulce rostro de un niño de 10 años, que llega con total aplomo, se sienta frente al tablero e inicia su partida.
¿Qué hace entonces un chico que normalmente estaría pateando un balón, corriendo con sus amigos, brincando, gritando o saltando en las calles de su barrio, en un deporte que requiere tanta concentración y silencio? Pues Andrés David Mena es una cajita de sorpresas, un menor guajiro que la mitad de su corto existir se lo ha dedicado a las piezas sobre un tablero negro y blanco.
“Tengo un primo, José David, es mayor que yo tres años y estaba en una escuela de ajedrez en Riohacha, quise jugar con él, de ahí fui practicando y me fue gustando más y más”, afirma con la dulzura y las pocas palabras que caracteriza a un niño de esta edad.
Su padre, José David, ingeniero electrónico de profesión, vio que todo lo iba aprendiendo con tal rapidez y facilidad, que decidió apoyarlo para que potenciara todas esas capacidades deportivas. Su madre, Yuleinis Suarez, ama de casa, y su hermanito, Óscar David, de tres años, siguen con amor cada una de sus participaciones.
“El que lo ha guiado durante estos últimos años ha sido su padre, se ha dedicado a aprender del ajedrez porque apenas sabía que era un juego de tablero y piezas de dos colores”, dice Erly, su tía que lo acompaña en Pereira, pues su hermano José no pudo viajar debido a sus múltiples ocupaciones laborales. Igual, confiesa entre risas que “la ansiedad no lo deja ni trabajar, está pendiente todo el día de las partidas de su hijo mayor”.
Andrés David nació en Riohacha el 21 de septiembre del año 2013. Es estudiante destacado del colegio Happy Kids, donde cursa cuarto grado. Su materia favorita es inglés porque le “gustan mucho los idiomas; de los mejores de mi colegio”.
Sus días transcurren entre sus clases, entrenamientos y la disciplina que caracteriza cualquier actividad deportiva, aunque también saca tiempo para jugar con sus amigos un poco de fútbol. Se declara hincha del Al-Nassr Football Club, de Arabia Saudita, donde juega Cristiano Ronaldo.
Pero su verdadera pasión es el ajedrez y el club Mate Plus de su tierra natal, lo ha impulsado mucho más. Tuvo un proceso de clasificación en varios eventos nacionales previos, lo que le permitió ser el deportista sub-18 de La Guajira en los Juegos Nacionales.
“Andrés fue el campeón luchando contra chicos de un gran talento, todos entre los 16 y 17 años, campeones actuales de la categoría sub-16 de la Guajira. Pero Andrés, como menor edad, logró superarlo en un match a cuatro partidas, llevándose así el cupo para estos Juegos”, dice Dainer García, entrenador de la delegación.
Alguna de las características de esta generación Alfa, como se les denomina a los nacidos a partir de 2010, es que conviven en la era digital, pero también son activos y bastante inquietos. Andrés, por ejemplo, cuando se cansa de la competencia “recarga energía con un dulce”. “Y cuando me estreso uso una pelotita que goma que me regaló mi tía Erly, la aprieto y aprieto y eso me calma”, agrega.
Durante las rondas de equipos clásicos resulta normal verlo a pararse, moverse, sentarse de una forma u otra. Cualquier podría pensaría que eso podría desconcentrar a los rivales, pero dice con tono de un gran maestro de ajedrez que “no les importa, lo que realmente importa es lo que está pasando en el tablero”.
Andrés David llegó a Pereira con el objetivo de figurar y representar con honor los colores blanco y verde de La Guajira, pero ya se llevó un récord: su nombre estará inscrito como el deportista más joven de los XXII Juegos Nacionales, con sus 10 años y 2 meses. “Me siento muy feliz y mi familia siente mucho orgullo”, dice con el desparpajo de siempre.