El cuadro ingles con gol de Sadio Mané venció a los 'wolves', este domingo. Por su parte, se le pitó un fuera de juego milimetrico a los Wolves que causó polémica y que evitó el empate del equipo visitante.
El Liverpool superó al Wolverhampton (1-0) con un tanto del senegalés Sadio Mané y con la ayuda del VAR, que anuló un tanto por un fuera de juego milimétrico al equipo de Nuno Espírito Santo y validó el de los "reds" tras descartar una posible mano de Adam Lallana.
La tecnología se decantó por el Liverpool, líder trece puntos por encima del Leicester, y decidió uno de los choques más ásperos que ha vivido Anfield en los últimos tiempos. Después del festival que ofreció ante el Leicester (0-4) en el Boxing Day, los hombres de Jürgen Klopp tenían que verse las caras con un grupo que sólo había perdido un encuentro lejos de su estadio desde el mes de septiembre. Sin duda, se avecinaba un duelo muy áspero.
Y es que las cifras del Wolverhampton lejos de su estadio ofrecían respeto: una derrota a domicilio sobre la bocina frente al Tottenham, tres victorias y seis empates. Unos números respetables para el club dirigido por Nuno Espírito Santo, que también vivió un día festivo entre semana después de superar al poderoso Manchester City (3-2).
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Sin embargo, para intentar rascar algo en Anfield, Espírito Santo sacó a relucir su vertiente más conservadora. Dejó en el banquillo a sus hombres gol de la temporada y a la sensación del curso, el español Adamá Traoré, que vio el partido junto a suplentes como el mexicano Raúl Jiménez, máximo goleador de los Wolves en la Premier League con ocho aciertos, o Matt Doherty, autor de tres.
Apostó por Max Kilman y por Ryan Bennett en el centro de la defensa y por los portugueses Pedro Neto y Ruben Vinagre para ocupar los huecos de Traoré y Jiménez. Con cuatro caras nuevas, tres centrales, y con otro zaguero en el centro del campo como el belga Leander Dendoncker, el Wolverhampton dejó claras sus intenciones: resistir atrás y salir al contragolpe.
Le funcionó 42 minutos, los que necesitó el senegalés Sadio Mané para romper la muralla del Wolverhampton, desesperado durante toda la primera parte. Sin balón, con muchos kilómetros por detrás del equipo de Klopp, murió al borde del descanso ante un rival eléctrico pero poco letal en los últimos metros. El Liverpool acumuló pocas ocasiones hasta la aparición de Mané, pero dominó de forma incontestable.
Con la única novedad en el once de Adam Lallana en el lugar del guineano Naby Keita, los "reds" pasaron por encima del Wolverhampton y, aunque abrieron tarde el partido, pudieron marcharse al descanso con una renta más amplia con ocasiones de Lallana, del egipcio Mohamed Salah y del holandés Georginio Wijnaldum. Al final, fue Mané quien hizo justicia para el Liverpool tras recoger un rechace con el hombro de Lallana y superar en un mano a mano al guardameta portugués Rui Patrício.
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El VAR chequeó la jugada por una posible mano de Lallana y dio validez al gol del Liverpool. No hizo lo mismo con el tanto de Pedro Neto para los Wolves en el tiempo añadido del primer acto. En su caso, anuló el tanto del empate por un fuera de juego milimétrico del lateral español Jonny Castro.
Con un enfado monumental, "Los lobos" se fueron al vestuario, lamentando el tanto invalidado de Neto sin el que seguían por detrás en el marcador. En los siguientes 45 minutos, tenían que cambiar su actitud pasiva. Hombres como el mexicano Raúl Jiménez y el español Adama Traoré esperaban su turno para revolucionar el choque y, mientras, Espírito Santo mandó adelantar sus líneas.
El dato del cambio fue incontestable. En los siete primeros minutos, el Wolverhampton acumuló el 73 por ciento de la posesión. Y, a los 60 minutos, terminó con su conservadurismo para siempre. Saltaron al campo Traoré y el marroquí Romain Saiss y Espírito Santo cambió su esquema y pasó a jugar con tres delanteros.
En teoría, el Liverpool iba a tener más espacios para hacer lo que más le gusta, machacar a sus rivales como una apisonadora. Sin embargo, los cambios funcionaron para el Wolverhampton, que dominó casi todo el segundo acto. Sólo le faltó probar al portero brasileño Allison Becker, que sólo tuvo que intervenir a un disparo de Diogo Jota tras un error del holandés Virgil Van Dijk.
Entonces, Espírito Santo utilizó su última bala con la salida al césped de Raúl Jiménez. No tenía nada que perder y sacó a toda su artillería. Y, durante veinte minutos, intentó desesperadamente acercarse a las inmediaciones de Alisson, que respiró aliviado cuando Jiménez, Vinagre y Traoré no acertaron entre los tres palos. Al final, el Liverpool aguantó las acometidas de un equipo incómodo y se llevó su enésima victoria de la temporada con la que dio un paso más hacia el título. Con un partido menos, saca trece puntos de distancia al Leicester. El Liverpool no tiene rival.
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