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Cabeza fría

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Cali ganó el juego de ida de la final 2-0 sobre Nacional, pero perdió la vuelta 5-1. Colprensa

Domingo, pasan de las nueve de la noche. Hay muchas menciones en mis redes sociales, unas de aliento, otras de desahogo, muchos reproches. Catarsis plena del hincha verdiblanco. Es una pesadilla, se siente mal, todo mal. No quedan ganas para nada diferente que guardar silencio y en ese escenario tratar de entender qué y cómo fue que pasó lo que nos pasó. Perdimos la final, sí, la misma que debimos cerrar de local, la perdimos sin ningún tipo de atenuante, la perdimos, la cedimos, la regalamos, nos regalamos. Increíble, pero así fue.

Cárdenas/Pautasso, venían de un par de actuaciones memorables. Actuaciones de esas que despiertan admiración y aplausos, sin hablar de lo más grave, ilusión. Héctor y Jorge, vimos a un Cali con trece opciones de gol en casa y pasamos a uno de llevarse cinco de visita sin oponer mucha resistencia. ¿Qué pasó?

Mucho hemos escrito, opinado y dicho los hinchas del Deportivo Cali mientras, gallardos la mayoría, nos comemos las burlas del rival y de aquellos que, aun mirando dos tablas de clasificación, deciden cargarnos. Es lógico, es normal y, además, nos lo merecemos -no porque seamos un equipo o hinchada molesta- no, sino por la vergonzosa manera en la que perdimos la Liga Águila 2017-I.

Sí, hay un consuelo, debemos agarrarnos de lo que sea en momentos así, y es que Cárdenas/Pautasso recogieron lo que había de equipo y en tres meses nos pusieron a jugar la final. Fue, como lo leí por ahí, pasar de “pelear el cupo a los ocho con Pasto, América, Bucaramanga y Alianza a disputar la final con el campeón de la Libertadores y líder inobjetable de nuestro FPC”. Meritorio, sí.

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Quiero creerle a Héctor y a Pautasso, quiero de verdad confiar ciegamente en ellos como lo hice tras la demostración de fútbol y pundonor de los partidos de ida, los dos, ante los equipos de Medellín, pero no puedo porque paso seguido, ante los mismos rivales, su capacidad de reacción ante un cambio en el libreto, su capacidad motivacional y de trabajar la mentalidad de los jugadores no se ve, nos venimos al piso y no veo en ellos, no hasta ahora, una voz de mando, un pecho caliente, sangre para desde el banco levantar a un equipo en cuyos ojos, salvo quizá los de Mera, no se ve otra cosa que la derrota desde que se cantan los himnos. Complicado.

Sé que son, la mayoría, muchachos y que tienen una gran carrera por delante si se cuidan de malas compañías, mediocres empresarios y vicios, como la pereza, por ejemplo.

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Sé que estos mismos muchachos van a darnos muchas alegrías, esperemos no solamente económicas, sino también deportiva. Tengo la cabeza fría.

El partido terminó, la copa es de otro y ya son 14 las veces que estamos en la misma situación. Sí, logro grande disputar 23 finales pero no tanto perder la mayoría. No.

Leí también a Juan Camilo Restrepo y dice algo que es preocupantemente cierto, una cosa son las que perdimos de tú a tu contra los grandes del fútbol colombiano, otras las de los 80s, pero otra cosa son las de los últimos años en, como dijo Restrepo, las perdimos no porque nos las ganaran sino porque, por una u otra cosa, decidimos dejarlas ir en una muestra de generosidad de esas que asquean.

No creo que a los muchachos les guste perder, a mí no me gusta, pero de que nos hemos ido acostumbrando, nos hemos ido acostumbrando y con eso no podemos seguir, no en el Deportivo Cali.

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Siento que esta vez la hinchada hizo más que los mismos jugadores por el campeonato, sobre todo los familiares de ellos que viajaron y que fueron vituperados sin parar por los hinchas del Nacional que no contentos con oprobiarlos los agredieron físicamente ante la mirada, que ya parece cómplice, de las autoridades policiales, administrativas y deportivas. El Atanasio es intocable, por lo que parece, pero ese es otro punto que no viene al caso ahora. La 16 es justa para el Nacional de Rueda, punto y eso es lo que saldrá en WIN y el otro canal, para eso son, para informar, creo.

Las derrotas nos unen, es cierto, compartimos la incredulidad, el dolor y la rabia. A veces se nos va la mano y nos pasamos, descargamos la ira contra jugadores, dirigentes y cuerpo técnico. Esta vez, como un ejercicio personal, preferí mantenerme al margen y no replicar nada de eso, me comí los cinco goles y la derrota solo, con cabeza tan fría como el pecho de un par de los verdiblancos. Me quedé absorto en mí, pensando, como lo hago ahora, que este proceso debe seguir, es tarde ya para cambiarlo.

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Cárdenas/Pautasso y Álvaro Martínez con su comité ejecutivo, saben que tienen una deuda deportiva para con los hinchas, los de verdad no los mentecatos que aparecieron a acabar con el equipo en la noche del domingo y menos con las hienas que llegaron a buscar en los restos algo con que hacer política de cara a las elecciones, no, con ellos no.

Hay una deuda deportiva y grande. Vienen tres competencias en el segundo semestre: Copa Águila, Liga Águila y la Copa Suramericana, tres escenarios perfectos para abonar a la deuda, partido a partido, hasta, a fin de año, pagarla. Plazo queda poco, talento y recurso deportivo y administrativo hay así como tiempo de trabajo, es decir, no cabe el verso, no caben las palabras sin acciones.

Tendrán que irse aquellos que no puedan o deban seguir. Hablan de la segura salida de Camilo Vargas y Nicolás Albarracín. Que les vaya bien y gracias. Deben salir un par más, seguro, por rendimiento o a otro club a desarrollar su potencial.

Deben irse, con ellos y cuanto antes, la mentalidad derrotista, la exagerada mesura a la hora de hablar y actuar. Debe irse la tibieza y la generosidad con el rival. Ya no más.

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Es hora de sacarlo todo, de aceptar que llegamos tan lejos como quisimos, no como pudimos, porque teníamos para más, pero, por esas cosas inexplicables de la vida, el corazón, los huevos y la cabeza, no se nos dio la gana.

Es hora de despedirse de la mediocridad de aspirar a una final y tratarlo como gran logro para ver como otros nos dan la vuelta en la cara. Basta de pensar en ganar partidos cuando el deber ser, con las herramientas que hay, es ganar campeonatos.

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¿Estamos juntos en esto? Por mi lado digo sí, acá estoy y no me muevo, orgulloso caleño ayer, hoy y siempre. Alentando, deseando lo mejor y, como es mi deber, exigiendo con respeto que nos respeten y demandando con fuerza que lo ganen todo, está en sus manos y pies porque las mías estarán ocupadas aplaudiendo.

Ustedes, muchachos, Cárdenas/Pautasso nos lo deben, se los digo con cabeza fría, y creo, lo saben. Vamos Cali, vamos carajo.

Nos vemos en el estadio, nos leemos por acá.

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