Tras un inicio de temporada paupérrimo y una segunda revolución, la del despido de Walter Mazzarri a solo dos días del duelo, el Nápoles , un volcán en erupción, recibirá a un Barcelona igualmente en horas bajas con el estreno del tercer entrenador de la temporada en los octavos de final de la Liga de Campeones.
Ni Barcelona ni Nápoles, curiosamente los dos campeones de sus respectivas ligas la campaña pasada, llegan en su mejor momento; aunque quizá sean las últimas horas del combinado partenopeo, contagiado por la energía del Vesubio, las más frenéticas pese al clima que se respira en can Barça desde que Xavi Hernández anunciara su marcha a final de temporada.
El equipo azulgrana sigue teniendo la Liga de Campeones como su asignatura pendiente pero, en esta ocasión, puede ser la tabla a la que aferrarse para salvar una temporada decepcionante.
Con la Supercopa de España perdida, eliminados de la Copa del Rey y descolgados de LaLiga, los azulgranas afrontan estos octavos de final de la Champions convencidos de que el torneo puede servirles de bálsamo para curar viejas heridas tras dos temporadas cayendo eliminados en la fase de grupos.
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El objetivo es, por lo menos, salir vencedor del duelo contra el conjunto napolitano y alcanzar los cuartos de final de la competición, ronda que cubre el presupuesto en las previsiones de este ejercicio y que, de no alcanzarse, supondría un nuevo boquete en la economía del club de unos 25 millones de euros.
Pero aún mayor sería el agujero en el prestigio de un Barcelona que se ha visto abocado a jugar la Liga Europa con más pena que gloria los dos últimos cursos y que hace años que vive descabalgado de la élite del fútbol europeo si se tienen en cuenta sus resultados en la máxima competición continental.
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Reconducir esa situación pasa, en primer lugar, para no convertir mañana Nápoles en Liverpool, Roma, París, Múnich o Lisboa, las ciudades que han sido testigos de los últimos naufragios europeos del Barça. Y, mantener, como mínimo, la eliminatoria viva para el partido de vuelta, que se disputará en el Estadio Olímpico Lluís Companys dentro de tres semanas.
Al menos, el balance ante el conjunto italiano invita al optimismo, pues el cuadro catalán está invicto en los cuatro partidos disputados ante el Nápoles en competición europea.
También el hecho de que el equipo haya recuperado para este encuentro a dos lesionados más -el centrocampista Sergi Roberto y el delantero Joao Félix- y Robert Lewandowski, autor de un doblete en LaLiga ante el Celta (1-2), su olfato goleador.
A todo ello hay que añadir el gran momento por el que atraviesa el joven Lamine Yamal, la gran revelación de la temporada y el futbolista que está sosteniendo al equipo en ataque con tan solo 16 años, y la mejora defensiva que ha tenido el equipo desde que Xavi utiliza a un central como Andreas Christensen como pivote defensivo.
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Con todo, el técnico de Terrassa podría repetir el mismo once que ganó al conjunto vigués, con un único cambio en el eje de la zaga, en el que apostaría por la experiencia de Iñigo Martínez en detrimento de un inexperto Pau Cubarsí como pareja de Ronald Araujo.
El central uruguayo fue sustituido al descanso, en Balaídos, por precaución tras sentir unas molestias musculares, pero todo apunta a que estará en condiciones de ser titular.
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El Nápoles, por su parte, vive las horas más agitadas de un temporada ya de por sí intensa. Es ahora mismo un volcán en erupción.
Aurelio De Laurentiis, dueño del equipo italiano, despidió a última hora de este mismo lunes a su amigo Mazzarri, a tan solo 48 horas del trascendental duelo por un hueco en los cuartos de final, lo que compromete sobremanera la llegada de Francesco Calzona, el nuevo entrenador y actual seleccionador de Eslovaquia, que tendrá solo un entrenamiento antes de debutar en un banquillo que ya conoce, pues formó parte del cuerpo técnico de Spalleti y de Sarri en sus épocas en Nápoles.
No ha sabido gestionar bien el campeón de Italia su éxito de la pasada campaña. La salida de Luciano Spalletti dio paso a la llegada de Rudi García, que fue el primer despedido. En noviembre llegó Mazzarri, que empeoró a su predecesor y siguió el mismo camino.
El resultado de tanto vaivén es un Nápoles que no tiene continuidad, que no juega cómo lo hizo la campaña pasada y que marcha noveno en la Serie A, con dos partidos seguidos sin ganar y con la sensación de que no le da para entrar en Europa, puestos que tiene a 5 puntos. La plaza 'Champions', a 9, se presenta a estas alturas como una utopía.
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Eso sí, los napolitanos, que llegan sin bajas al duelo, tiene un gran argumento al que aferrarse. Vuelve el nigeriano Victor Osimhen después de un mes fuera por la Copa África. Formará como titular en ataque, acompañado de su fiel escudero, el georgiano Khvicha Kvaratskhelia, que ha sido el jugador diferencial estas últimas semanas.
El único que no estará seguro es el polaco Piotr Zielinski, uno de los héroes del histórico 'Scudetto'. Pero no por lesión, si no porque está fuera de la lista continental. El centrocampista se marchará este verano como agente libre al Inter. Su lugar, el que ocupa habitualmente en Serie A, será probablemente para el recién llegado del Bournemouth, el costamarfileño Hamed Junior Traorè.
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El estadio Diego Armando Maradona, vestido de gala para la ocasión, será el juez del primer duelo en busca de los cuartos de final entre los dos campeones en horas bajas.
Alineaciones probables:
Nápoles: Meret; Di Lorenzo, Rrahmani, Juan Jesus, Mazzocchi o Mario Rui; Anguissa, Lobotka, Traorè; Politano, Osimhen, Kvaratskhelia.
Barcelona: Ter Stegen; Koundé, Araújo, Iñigo Martínez, Joao Cancelo; De Jong, Christensen, Gündoğan; Lamine Yamal, Lewandowski y Pedri.
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Árbitro: Felix Zwayer (Alemania)
Estadio: Diego Armando Maradona (Nápoles)
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