Cambiamos el bus de la FIFA, por Metro. No ingresamos al estadio de Al Thumama por las puertas de acceso por la que entran los miles de periodistas, que a diario cubren partido a partido el Mundial de Qatar 2022. Tampoco valió de nada tener colgada al cuello la escarapela, que nos da facilidades. No, este jueves nos fuimos con boleta electrónica para ver el partido entre la Selección de Marruecos y Canadá.
¿Compradas?...No. En el transcurso del día en medio de un evento publicitario, al que llevaron la Copa del Mundo con toda su parafernalia, nos encontramos con Mario y Alicia, dos empresarios colombianos, quienes después de varios minutos de charla nos hicieron la pregunta del millón: "¿quieren tres boletas para asistir al estadio?...Nosotros, no alcanzamos. Tenemos para España frente a Japón y no nos da el tiempo. Entonces, si quieren, vayan".
Paso seguido, los tres correos y el mensaje claro de que en el transcurso de la tarde ahí llegarían las entradas. Dicho y hecho. A eso de las 4:30 de la tarde ya estaba lo prometido. Ahí, el siguiente paso fue buscar llegar lo más pronto posible al imponente escenario. Un ojo al Uber, que acá es legal: 70 riyales cataríes (90 mil pesos nuestros). Ahí no quedó otra que buscar el desplazamiento en Metro, desde el sector de Villaggio, un centro comercial impresionante, que tiene góndolas y un canal de agua en el que se realizan paseos y en el que están locales con las marcas de ropa y calzado más finas y costosas del mundo.
Una caminada más, de las tantas que nos hemos pegado en el día a día mundialista, hasta la estación de 'Aziziyah'. En ese momento, tan colgados de tiempo como nosotros, iban también muchísimos seguidores bulliciosos de Marruecos y un poco menos de Canadá, que en el camino ni se sintieron.
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Por la línea amarilla hasta otra estación, cambio a la línea roja para llegar a la bajada del 'Free Zone'. Hasta ahí todo bien. Además del trayecto en los vagones, también correspondió tomar un 'alimentador' para llegar hasta cercanías al estadio. Ese bus iba repleto de marroquíes, hombres y mujeres, grandes y chicos.
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Pasaron cerca de 12 minutos, ya cada vez faltaba menos para que el balón rodará, y nos dejaron en medio de un barrio de casas blancas y gigantes. Sin embargo, aún la llegada a la puerta 19 estaba lejos. Ahí, mientras desde una de las mezquitas se oyó uno de los cinco rezos del día, nosotros caminamos a buen paso, otros corrieron, unos preguntaban si necesitábamos boletas y así pasaron unos instantes más.
Por fin, llegamos a una avenida amplia y al fondo se veía iluminado el Al Thumama. A esa hora, largas filas de hinchas africanos, muchos molestos porque no encontraban su sitio de ingreso, los policías locales ya con cara de pocos amigos, gritando y más.
Finalmente, tras una 'patoneada' extensa, logramos ingresar a la zona aledaña al estadio y a buscar la ansiada puerta 19. Acá en Qatar todo es perfectamente señalizado y no hay pierde. Pero cuando pensamos que todo coronado, el siguiente rollo fue encontrar la fila G y la silla 134. Y mucho más, con el partido en desarrollo.
Finalmente, a eso del minuto 27 pudimos tener la ubicación, mientras que muchos nos miraban y seguro se preguntaban: ¿y estos qué?. Más si no lucíamos las camisetas distintivas de los dos seleccionados en contienda.
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Ya en ese momento, Ziyech, el del Chelsea, había marcado el primero de la noche; y En-Nesyri, el segundo. Esos dos tantos tenían a los fanáticos de Marruecos emocionados y brincando en una pata. El consuelo fue ver el autogol de Aguerd, al minuto 40, que sirvió para el descuento de los canadienses.
Y como no faltan los colombianos en todos lados, justo ahí detrás de la silla 134 estaba Juan Esteban Foronda, quien llegó desde Armenia a la Copa del Mundo y que saludó al observar el logo de Gol Caracol en nuestra camiseta. En el entretiempo pidió tomarse una foto con un señor moreno alto africano y luego, en voz baja dejó un recado: "ojalá la saquen en las redes".
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El entretiempo fue con música y luces. Ahí, los marroquíes tomaron una pausa y fuerza para alentar en el segundo tiempo a su seleccionado. A la derecha, a la izquierda, arriba y abajo predominaba el rojo, el rojo de Marruecos. En la parte complementaria del compromiso del grupo F, el control en el terreno de juego fue para Canadá.
Pero más allá de eso, los marroquíes no se callaron, gritaron una y mil veces (no se entendía ni 'mú'), se pusieron nerviosos y tensos con las llegadas y centros de Alphonso Davies o las jugadas del chiquitico Junior Hoillet.
El tiempo se fue agotando. El clima subió y la fiesta de Marruecos no paró. Con el pitazo final, el festejo fue grande, pues 36 años después el seleccionado de sus amores clasificó a los octavos de final de un Mundial. En la cancha, los jugadores alzaron y lanzaron al aire al DT Regragui y posteriormente se acercaron para saludar a la tribuna, allí donde vivimos 63 minutos en una tribuna común y corriente, con el fervor de los hinchas cerca y con todo lo que significa alejarnos de las comodidades por ser periodistas.