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Ahora decílo sin llorar

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Tenía años, quizá nunca, que no vivía una semana de fútbol tan intensa y a la vez tan llena de situaciones que, contrario a una previa normal de una semifinal, estuvimos hablando de cualquier cosa menos de fútbol.

Hubo “hinchas” que no se enteraron de cómo llegaban sus equipos, de cómo podrían formar o porqué estaba “x” o “y” jugador en la lista de convocados. Poco se habló de táctica o estrategia, no, tuvimos, por decirlo de alguna manera, una previa “simbólica”.

Y es que era apenas lógico, los delincuentes que posan de hinchas dejaron de convertirse en “parte del espectáculo” a ser, como lo demostraron una vez más la noche después de la definición de la llave, en elementos nocivos y que, a las claras, con medidas deportivas a sus clubes, así como medidas disciplinarias claras y concretas, deben ser erradicados de una buena vez y por todas del fútbol.

Uno creería que operan solos, pero no, curiosamente aquellos llamados a denunciarlos, desde la prensa, lo que hacen, así no sea directamente su voluntad, es alimentarlos con un odio que ya es irracional. Leés y escuchás a afamados periodistas y a otros que no tanto, con un discurso absolutamente incendiario, provocador, retador e irrespetuoso para, minutos después salir, sin vergüenza alguna y en total descaro, a pedir “fútbol en paz” en una posición de víctima, de lágrima, aun más ridícula que lo dicho inicialmente.

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América y Deportivo Cali jugaron una semifinal que pasará a la historia como la que redefinió el tema de las barras, que puso de manifiesto y fue reconocido (por fin) su poder como organizaciones plagadas de crimen y vándalos. Es triste, debió ser una fiesta. Esta vez celebramos nosotros, los verdiblancos, tras imponernos en la serie por dos a cero. Celebramos como ante lo hicieron ellos. Es fútbol, no guerra. Simple.

Llama la atención, eso si, como el regularmente discutido estadio del Deportivo Cali en Palmaseca paso de ser un escenario lejano, de difícil acceso y sin terminar a convertirse en motivo de orgullo para algunos, para la región. Así somos, lamentablemente, y es, aunque a muchos no les guste, un punto a favor de Álvaro Martínez y su equipo directivo de esta junta quienes decidieron meterle la ficha. A mí me encanta ir al estadio, esta vez pude hacerlo y abrazarme, de esos abrazos que solo das y recibís allá, con la familia de los domingos, ver las caras de siempre y algunas nuevas, alegres, felices. Eso nutre.

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Ganamos, si, con dos acertados planteamientos de Héctor Cárdenas y Jorge Pautasso. Con entrega de los muchachos, con dudas en defensa todavía, sí, pero más aplicados en el medio y con un Pablo Mina enorme.

Poco ha sido el tiempo de trabajo y aunque, ellos mismos lo dicen, falta mucho, ya empezamos a ver cosas diferentes y las dudas, algunas de las mías no todas, se empiezan a desvanecer. Espero, de corazón, se sigan dando las cosas, viene un reto duro con jugadores sancionados y un rival de quilates. Quiero creer, lo hago, silenciosamente, porque sé que hay con qué.

Antes del juego hablamos de eso, de lo cerca que se sentía, pero a la vez lo complicado que podía ser. Había ansiedad. Joss me dijo “sé que voy a llorar, lo haré, solo espero que sea de felicidad” Lo fue.

¿Por qué era tanta angustia? Obvio el rival, una posible eliminación con el rival de patio no es, ni será bienvenida, nunca. Adicional todos los ingredientes que les mencionaba antes: las sanciones, la cobardía de los vándalos y delincuentes; la prensa alimentando el odio y la polarización y las dudas acerca de los jueces y lo que los muchachos pudieran hacer. El partido de ida no fue bueno, es más, puedo decir que la sacamos barata.

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Pero bueno, ganamos, sí, con dos arbitrajes horrorosos en donde primo la búsqueda de la falta y cortar el juego para amenazar y amonestar que otra cosa. Mal Murillo, mal Gallo pero ellos seguirán, sin problema, pitando pues en la Comisión Arbitral parece que esas actuaciones no preocupan.

Ganamos, sí, estamos en la final. Deportivo Cali se verá la cara con Atlético Nacional el próximo 14 de junio en Palmaseca, en nuestro estadio, para después ir al Atanasio el día de 18 y, de ser posible, con la misma entrega mostrada hasta ahora, inteligencia, sensatez y compromiso poder, sin ser favoritos ni invitar a ser sobrados, traernos otra estrella de Medellín. Somos finalistas, vamos por la décima y con un gusto enorme voy viendo como cada promesa se hace un recuerdo y cada palabra una acción.

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Vamos por la décima, vamos Cali que tenemos con qué. Vamos con alegría y positivismo, nunca confiados.

Vamos, unidos, juntos, paso a paso, ya dimos dos y falta uno más, el más importante. Vamos Cali, vamos los muchachos, el profe, su asistente, el PF, y el comité con su equipo de trabajo. Vamos todos, porque Cali somos uno.

Sí, ganamos, somos finalistas otra vez, ahora décilo sin llorar… yo no pude.

Nos vemos en el estadio, nos leemos por acá.

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