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La historia de la música en Colombia está marcada, en todos los géneros, por importantes voces de artistas nacionales e internacionales que lograron cautivar al público nacional. Ese es el caso del cantautor ecuatoriano Lucho Bowen, quien con su voz cargada de sentimiento se convirtió en uno de los principales exponentes del bolero y la música romántica en nuestro país.
Cerca de 840 canciones quedaron grabadas con la voz de Lucho Bowen, ecuatoriano con raíces alemanas por parte de su papá, que también llamó la atención del público por su porte elegante, cabello rubio y ojos azules. Colombia fue el país que le abrió las puertas para exponer su talento.
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Luis Enrique Bowen Gómez, más conocido como Lucho Bowen, nació en Ecuador y, a pesar de la carga militar que había heredado por parte de su papá, decidió dedicarse a la música desde joven. Su talento lo llevó a conformar parte de lo que años más tarde se conocería como ‘la tripleta de oro del bolero’ junto a Julio Jaramillo y Olimpo Cárdenas.
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Inició en un concurso de aficionados en Guayaquil, Ecuador, el cual le cambió el rumbo de su vida, demostrándole que sí tenía oportunidad de triunfar en la música. Fue en medio de su paso por los programas radiales que conoció a su gran compañero musical de varias décadas, el compositor Julio César Villafuerte, con quien conformó por varios años el dúo Bowen-Villafuerte.
Siguiendo los pasos de Olimpo Cárdenas, Lucho Bowen pensó en internacionalizar su carrera llegando a Medellín. “Ellos llegan contratados por 15 días para actuar en el radioteatro de La Voz de Antioquia. Esos 15 días se convirtieron en seis meses y después esos seis meses se convirtieron en que se quedaron acá en Colombia”, detalló a Expediente Final el productor y promotor musical Jairo Agudelo Zapata.
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Ya radicado en Medellín, Lucho Bowen compartió con sus colegas y compatriotas Julio Jaramillo y Olimpo Cárdenas largas y divertidas tertulias en un lugar llamado La pensión Colombia. De la misma forma, ganaba reconocimiento a nivel nacional con el dúo Bowen-Villafuerte con canciones como ‘Corazón prisionero’, ‘Cartas marcadas’ o ‘Un amargo licor’.
Su voz incluso llegó a cautivar al temido narcotraficante Pablo Escobar . Su compañero Julio César Villafuerte señaló que “estuvimos en la (Hacienda) Nápoles. Me pedía Pablo que le cantara, ese hombre lloraba escuchando cantar a Lucho porque él cantaba con sentimiento”.
La voz de Lucho Bowen, brillante y emotiva, llamó la atención de famosos grupos internacionales como Los Panchos y La sonora matancera; sin embargo, el ecuatoriano siempre fue leal a su carrera junto a Julio César Villafuerte, cuando este se casó y abandonó la música, Bowen prefirió seguir como solista.
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Tras varios años viviendo entre Medellín y Cartagena, recorriendo diferentes escenarios del territorio colombiano, Bowen decide radicarse en Cali, ciudad a la que también le tomó un gran cariño. En agosto de 1956, una tragedia enlutó a los caleños ante la muerte de centenas de personas en una explosión de 42 toneladas de dinamita, el hecho afectó sentimentalmente al ecuatoriano.
El suceso provocó la inspiración de un tango llamado ‘Lamento caleño’, escrito por Nano Molina, que reflejaba la tristeza de la ciudad por esta tragedia. “Al primero que pensó para esa canción fue la voz de mi papá”, recordó Luis Enrique Bowen, hijo del bolerista.
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Una letra llena de tristeza, unida con la voz llena de sentimiento de Lucho Bowen, dio como resultado un tema musical tan fuerte que algunas personas, en medio de su dolor, decidieron acabar con sus vidas. “No fue un mito, realmente se suicidaron varias personas porque el tema tiene un pedazo que le rompía el corazón a cualquiera”, señaló Jairo Agudelo Zapata.
“Empezaron a haber suicidios y no hubo otra alternativa que prohibirlo”, aseguró el hijo de Lucho Bowen. El impacto que causó el tema musical llegó a los oídos del entonces presidente Gustavo Rojas Pinilla, quien tomó la decisión de vetarlo de todas las emisoras, los almacenes de discos y “le prohibió a Lucho Bowen volver a interpretar ese tema”.
A pesar de ese oscuro momento de su carrera, Lucho Bowen logró gran reconocimiento internacional como exponente del bolero. Cuando el género musical empezó a perder fuerza se radicó en los Estados Unidos y allá desempeñó varios trabajos para sostener a sus hijos, fruto de tres relaciones diferentes, pero siempre regresaba a Colombia y a su música. Dalila, María Esther y Luis Enrique Bowen son los hijos del ecuatoriano que han decidido seguir su legado musical.
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Lucho Bowen fue un hombre atlético, que se preocupaba por el físico y realizaba ejercicio constantemente, dejándole a sus hijos, además de la música, ese legado. Sin embargo, su gusto por el cigarrillo y el alcohol causaron los problemas de salud en los pulmones que empezaron a aquejarlo en sus últimos años.
El cantante decidió radicarse finalmente en Neiva, buscando un clima más favorable para luchar contra su problema pulmonar. Estando allá, Bowen montó un negocio y se fue alejando poco a poco de la escena musical; aunque era feliz cada vez que algún amigo de antaño lo visitaba y lo hacía cantar.
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Berónica Bowen, otra de las hijas del cantante, recordó que “él nunca se quejaba, sí me decía: ‘me siento cansado’”. Después de un tiempo regresó a vivir a Cali, ciudad en la que tenía familiares y grandes amigos, pero el problema pulmonar se hizo más serio y se volvió oxígeno dependiente. El ocaso llegaba a su vida, aunque intentó seguir con la música.
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En sus últimos momentos, Lucho Bowen anticipaba a amigos y familiares que quería morir porque estaba cansado de luchar con esta condición. Le concedió a su gran amigo Nelson Moreno, director de la emisora Radio Calidad Cali, una última entrevista en la que vaticinó que le quedaba poco tiempo con vida y se despidió de sus seguidores.
“No hay palabras para expresar la satisfacción más grande que llevo al más allá, cuando ya vaya a descansar, donde Dios me lleve. Me los llevo en el alma, a todos me los llevo en mi corazón hecho canción”, señaló Lucho Bowen tiempo antes de morir.
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Otro gran deseo que manifestó antes de morir a sus hijos fue el quedarse en Colombia. “Me dijo un día: ‘cuando yo me muero, mija, por favor, me quedó aquí en Colombia, no se te ocurra que me vas a llevar a Ecuador’”, aseguró su hija María Esther Bowen. Con esa indicación, partió el 30 de abril de 2005, luego de sufrir una crisis respiratoria y un paro cardiorrespiratorio que terminó con su vida a los 78 años.