Una piscina de arroz con leche y una particular tortilla mexicana le devolvieron a Isabel Allende las ganas de escribir y comer. Tanto la piscina como la torta le llegaron en forma de sueños cuando cruzaba la penumbra del dolor por la muerte de su hija Paula.
El 6 de diciembre de 1992, después de un año en estado de coma, Isabel se despidió de su hija y quedó sumida en la pesadumbre de la que saldría la escritura de Paula, ese libro de memorias que le ayudó a paliar el sufrimiento.
Gracias a los sueños de su paladar, pudo abandonar el luto luego de tres años adicionales de postración. Isabel Allende relata cómo fue el punto de partida de Afrodita, el proyecto literario que la rescató del silencio y que le permitió exorcizar sus dolores.
...cuando comenzaron los sueños de comida supe que estaba llegando al final del largo túnel del duelo y por fin emergía al otro lado, a plena luz, con unos deseos tremendos de volver a comer y a retozar.
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¿Y qué tiene que ver el actor Antonio Banderas con todo esto? Aunque suene increíble, su participación fue vital en la obra porque se apareció en sueños, tal y como todos llegamos al mundo, devolviéndole los deseos como si fueran curas para el alma.
... soñé que colocaba a Antonio Banderas desnudo sobre una tortilla mejicana, le echaba guacamole y salsa picante, lo enrollaba y me lo comía con avidez.
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Así nació Afrodita, una suma de cuentos, recetas y otros afrodisíacos, con los que desenterró la cocina de leña y carbón de La casa de los espíritus, y le permitió salir de viaje por los sentidos para recuperar creencias populares sobre la comida y escudriñar en las bibliotecas las páginas de la literatura y la gastronomía.
Hasta la historia de los “dos glotones epopéyicos” de Gabo en Cien años de soledad hizo parte de su anecdotario. Aureliano Segundo y una profesora a la que llamaban La Elefanta se enfrentaron a una prueba de resistencia que duró tres días y en la que competían por quién comía más frente a una mesa repleta de carnes, huevos, bananos y jarradas de café.
El recetario de Isabel Allende tiene conchas en salsa, higos del viudo, caldo de quitapenas para divorciados, y platos principales en los que no faltan las anguilas de mar, las corvinas, el róbalo o la merluza, con sus sabores afrodisíacos.
Para después de la cena, Isabel y su mamá Panchita, compañera a la hora de escribir el libro, recomiendan varios postres para coronar la intimidad: mangos flambeados con ron, seno de novicia, espuma de Venus o arroz con leche.
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Este último postre se le apareció en sueños a Isabel, como si fuera una piscina en la que se zambulló de sus dolores para volver a bailar con la vida. Afrodita, con los sabores y olores de la cocina y la alcoba, fue publicada en 1997, después de tres años que fueron "tres siglos con la sensación de que le mundo había perdido los colores".
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