La escritora chilena Isabel Allende es la autora más leída en el mundo en lengua española. Desde la aparición de ‘La casa de los espíritus’, su primera novela publicada hace 41 años, su nombre le ha dado la vuelta al mundo y a hoy ha vendido 77 millones de ejemplares de toda su obra.
En los últimos años ha dedicado sus esfuerzos creativos a la dolorosa realidad de la inmigración, que cuenta con la solidaridad de pocos y la indiferencia de muchos. Alberto Medina, subdirector de Noticias Caracol habló con ella sobre su nueva novela ‘El viento conoce mi nombre’, que toca ese drama humano con la magia de sus palabras.
Alberto Medina: ‘El viento conoce mi nombre’ es la nueva novela de Isabel Allende, es una novela que me sacudió el alma. Es una historia de niños inmigrantes, dos específicamente que aparecen en esta historia, que son Anita y Samuel. Uno con una historia como niño judío en la preguerra, en el 38, y la niña salvadoreña Anita Díaz. Es una historia que lo primero que uno se plantea cuando la lee es que hay muchos elementos en el ambiente del planeta hoy para hablar de este tema, pero debe haber un motivo inspirador para que Isabel se haya sumergido en el tema de la inmigración.
Isabel Allende: El tema aparece en tres o cuatro de mis libros anteriores, porque está en el aire. Yo creo que los escritores y los artistas en general tenemos una antena que capta el inconsciente colectivo, la memoria colectiva, y este tema está en el aire, hay 80 millones de refugiados en el mundo y no estoy contando los inmigrantes, la mayoría son mujeres y niños. Yo tengo una fundación que trabaja, entre otras cosas, con organizaciones y programas que están en la frontera sur de los Estados Unidos, así que conocemos muchos casos y en el año 2020-2019 supimos a través de la fundación del caso de una niña ciega que fue separada de su madre, venía con un hermanito de cuatro años, fueron separados de la madre, y se perdió la madre en el sistema y no pudieron encontrarla como por ocho meses, tiempo en que los niños estuvieron perdidos, o sea, en detención o en programas especiales, pero finalmente cuando gracias al trabajo de asistentes sociales y abogados pro bono pudieron reunir a la familia se presentaron ante un juez, que los deportó a todos a México y allí se perdieron, nunca más supimos de ellos.
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Alberto Medina: La novela es una crítica muy fuerte a esas medidas que tomó Estados Unidos en la administración de Donald Trump separando familias en la frontera.
Isabel Allende: Era una política de sistemática crueldad porque muchas veces la crueldad sucede porque por error o por fallas del sistema, pero cuando vienen sistemáticamente organizada como un plan para que la gente deje de entrar al país, eso tiene otra cara.
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Alberto Medina: ¿De dónde salió el título ‘El viento conoce mi nombre?
Isabel Allende: El nombre no se me ocurrió a mí, era una frase que estaba en el libro y se le ocurrió a mí agente, Johanna Castillo. Pero el título viene del hecho de que a los niños les ponen un número porque ya no los identifican por el nombre, sino que en el sistema entran con un número porque muchas veces son tan pequeños que no saben su nombre, además los mueven de un lado a otro que se pierden los nombres, entonces Anita quiere que alguien recuerde quién es ella, pero tiene un eco terrible con el hecho de que a los judíos le ponían un número en los campos de concentración, entonces el eco entre lo que le pasa a Samuel 80 años antes y lo que le pasa a Anita en el 2019 es muy claro.
Alberto Medina: Esta es una historia que se repite, llevamos siglos en esto de los refugiados, de la gente que la desarraigan los conflictos, las guerras, el hambre, pero siempre hay personas solidarias en el mundo y aquí están también. Uno siente que en la novela hay un tributo a esas personas que se ponen en la tarea de trabajar por los desarraigados, por la gente que pierde la raíz.
Isabel Allende: De eso justamente quería yo hablar en la novela, porque todos sabemos la tragedia, todos conocemos los crímenes de los narcotraficantes, de las maras, de la policía corrupta, de los soldados abusivos, todos sabemos eso que está pasando en la frontera, pero nadie habla de los miles de miles de personas que ayudan. En Estados Unidos solamente hay 40.000 abogados que trabajan pro bono para representar a los niños ante los tribunales. Si el niño va representado, en un 80% de los casos obtiene asilo, sino va representado lo deportan inmediatamente; de esos 40.000 más del 90% son mujeres porque ahí no hay ni fama ni gloria ni dinero, solamente corazón y compasión.
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Alberto Medina: Selena y Frank, esos dos personajes que están detrás de esta ayuda en la novela parecieran reales, ¿son reales?
Isabel Allende: Sí, Selena está basada en dos personas que me ayudaron mucho con la investigación. Y el abogado, no es exacto, pero es un tipo que en el fondo solo quiere acostarse con Selena y por eso se ve metido en este enredo, y después no puede salir, después va a cambiar su manera de pensar y de ser porque está en contacto directo con el problema de Anita y otros niños como ella.
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Alberto Medina: A medida que uno hace la lectura hace muchas reflexiones como lector, uno dice, ‘oiga, todos tenemos algo de inmigrantes o somos inmigrantes o hijos o nietos, bisnietos’, hay excepciones, por supuesto, pero aun así hay mucha indiferencia del mundo frente al tema de los inmigrantes, ¿Por qué?
Isabel Allende: Si a mí me dicen que hay 80 millones de refugiados en el mundo no significa nada, tengo que verles la cara, tengo que conocer el nombre, escuchar su historia para poder relacionarme personalmente con el problema. Yo creo que eso nos pasa a todos, estamos sobrecargados de información y de comunicación y de malas noticias, entonces la indiferencia es como una manera de protegernos del mundo también. En una parte del libro Samuel admite que su mayor pecado es la indiferencia que tarde o temprano y hay que pagarlo.
Alberto Medina: Isabel se ha presentado varias veces como la eterna extranjera porque vivió en el exilio, en algún momento en la época de Pinochet, porque hoy vive por fuera de su país. ¿Cómo es el proceso de escritura de una persona que de alguna manera está escribiendo también sobre lo que conoce? ¿Cómo es ese proceso?
Isabel Allende: Me ayuda el hecho de escribir sobre esto haber pasado por eso, pero tengo que decirte que lo mío ha sido muy privilegiado. Yo fui a dar a Venezuela, un país que en los años 70 era un país saudita, abierto, generoso como hospitalario, donde había trabajo para todo el mundo, millones de inmigrantes y cuando me vine a los Estados Unidos no me vine de ilegal ni persiguiendo el sueño americano, me vine por lascivia, diría yo, porque me enamoré de un americano, y al final me casé con él y me quede aquí, pero nunca fui indocumentada en Estados Unidos, así que he sido una inmigrante privilegiada también pero el corazón tiene que estar cerca de aquellos que dejan todo atrás, pierden todo y tienen que volver a empezar en otra parte.
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Alberto Medina: ¿Qué tanto de Isabel Allende hay en la comprensión del alma del inmigrante?
Isabel Allende: No sé si es comprensión, pero hay empatía, el sentirme cerca; a mí me costó mucho dejar Chile, mucho, porque tenía todo: tenía a mis suegros que vivían al lado, que yo los adoraba; tenía a mis niños en un colegio que quedaba al lado, tenía mi trabajo, tenía un país, vino el golpe militar y en 24 horas el país cambió. La decisión de irme fue por miedo, fue por terror a que me arrestaran y salí sola primero, después llegó mi marido con los niños, pero ese momento en que uno toma la decisión de dejar todo atrás y te vas... yo me fui con una bolsita con tierra de mi jardín con la idea de que yo tenía raíces ahí, en esa tierra, esa era mi tierra, y eso se pierde, la bolsita se pierde y se pierde todo por el camino.
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Cuesta mucho, cuesta mucho. Primero que nada es casi imposible volver. Fíjate que según las estadísticas un refugiado demora entre 17 a 25 años en regresar a su país, si es que regresa.
Muchos salen con la llave de su casa en el bolsillo pensando que van a abrir esa puerta iban a regresar al pasado y no existe el pasado porque su país ha cambiado y porque no hay lugar para ellos en el nuevo país.