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Gonzalo Mallarino, testigo de la fiesta de Gabo en Estocolmo

Los detalles de la fiesta que Colombia llevó a Estocolmo hace cuarenta años para celebrar el Premio Nobel concedido a Gabriel García Márquez encuentra todo el sabor en el libro 'El día que Gabo ganó el nobel', de Gonzalo Mallarino.

El poeta y escritor colombiano, Gonzalo Mallarino Flórez, fue uno de los invitados más jóvenes a la ceremonia de entrega del Premio Nobel de Literatura a Gabriel García Márquez. Los pormenores de esa mágica celebración, que algunos pensaron que iba a ser "un oso monumental", los presenta en detalle en su libro "El día que Gabo ganó el Nobel".

Los jueves, para bien o para mal, marcaron la vida de Gabo. Un jueves lo llamaron para decirle que se había ganado el Nobel; un Jueves Santo murió Úrsula Iguarán, la matrona de Macondo en "Cien años de soledad", y un Jueves Santo, el más grande escritor colombiano de todos los tiempos, murió en México.

Pero de todos los jueves de su vida, el que hoy celebramos es el de la llamada que le hizo Pierre Shori, el entonces ministro de asuntos exteriores de Suecia, en la que le anunciaba el premio mayor de las letras mundiales. Ocurrió hace cuarenta años, el 21 de octubre de 1982.

En una de las primeras entrevistas que concedió ese día, le dijo al cronista Germán Santamaría que a cambio de smoking usaría liquiliqui y a cambio de protocolos fríos quería música y cumbia. El presidente Belisario Betancur, que tanto quería a Gabo, dejó la fiesta en manos de tres mujeres: Aura Lucía Mera, la directora de Colcultura; la antropóloga Gloria Triana, directora de festivales y folclor de esa entidad, y "la cacica" Consuelo Araújo, creadora del Festival de la Leyenda Vallenata. Entre las tres decidieron que además de cumbia, llevarían joropos y currulaos.

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Las tres mujeres se encargaron de llevar a Estocolmo los colores y los sonidos de Colombia. En un avión de Avianca, con 150 pasajeros a bordo, lleno de músicos y de amigos de Gabo, llegaron primero al aeropuerto de Barajas, en España, donde abrazaron a Gabo, y siguieron su camino a Estocolmo.

A pesar de que muchos decían que íbamos a hacer un "oso monumental" en la celebración de un ritual frío y ceremonioso, el principal periódico de Suecia tituló al día siguiente del festejo: "Los colombianos nos enseñaron a celebrar el Nobel".

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Esa es la historia que nos cuenta Gonzalo Mallarino Flórez en su libro, que trae detalles poco conocidos del antes y el después de la fiesta que consagró a Gabo, de una vez y para siempre, en la mas alta cumbre de la literatura universal.

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