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En busca de un pueblo llamado Comala

¿Hay un punto de la geografía mexicana que corresponda a ese lugar de la ficción llamado Comala? Alistemos maletas para salir tras las pistas del pueblo que se volvió inmortal bajo la pluma de Juan Rulfo.

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Conocí a Comala en dos viajes que hice por las páginas de 'Pedro Páramo', uno de los grandes clásicos latinoamericanos de la literatura. Es un pueblo sin aire, como lo describió Juan Preciado el día que lo visitó por primera vez en su vida por un pedido que le hizo su madre antes de morir.

Supe que estaba ubicado en tierra caliente por la primera sensación que tuve al llegar hasta ese lugar de la imaginación. Su suelo ardía y el calor era de los mil demonios.

Aquello está sobre las brasas de la tierra, en la mera boca del infierno. Con decirle que muchos de los que allí se mueren, al llegar al infierno regresan por su cobija.

La segunda pista me la dio el mismo Juan Preciado cuando vio la soledad de Comala. En contraste con Sayula, desde donde había salido, Comala era un pueblo vacío. Recordó que apenas veinticuatro horas antes había visto a los niños de su municipio jugando en la calle, mientras en Comala reinaba el silencio de un mundo sin ruidos.

En el mapa de la realidad, Sayula pertenece al Estado Jalisco y Comala al Estado Colima. La distancia que separa los dos municipios por carretera apenas supera los 100 kilómetros, según los reportes de Google.

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El Comala de la realidad, que es descrito por cronistas y viajeros como un municipio vivo, contrasta con el pueblo de la novela que es una suma de muertos que conversan y sufren.

Abundio, Eduviges, Damiana, Dolores, Susana San Juan, y muchos más, cuentan desde la muerte la historia de poder y amor que cruzó sus vidas, pero nadie se quedó para confirmar si el punto geográfico de Comala es el mismo del mapa mental de Juan Rulfo.

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Lo cierto es que así exista un Comala en el atlas de México, para muchos el pueblo de la ficción es Tuxcacuesco, la tierra de Rulfo. Los estudiosos de la breve e inmortal obra del escritor mexicano aseguran que antes de bautizar el pueblo de su novela con el nombre de Comala, uno de los borradores de la obra empezaba así: “Vine a Tuxcacuesco porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo.”

El cronista y escritor Jardi Soler, que a diferencia mía conoce los dos pueblos palmo a palmo y esquina tras esquina, escribió en El País de España una referencia valiosa, basada en la historia que le contó su abuelo paterno, médico del escritor.

Tuxcacuesco es la Comala verdadera, es un pueblo que está en Jalisco, metido en un laberinto de caminos de tierra, matojos y barrancos, de muy difícil acceso y con frecuencia, según la hora del día y la intensidad de la canícula, inexpugnable.

Nada más parecido a la Comala de la novela que un pueblo al que es difícil acceder porque el polvo, la forma más común de los muertos, lo tapa todo.

No conozco a Comala ni a Tuxcacuesco, pero sí supe, por las almas que rondan en 'Pedro Páramo', que para salir del pueblo de la ficción hay que buscar el camino a la sierra, la ruta de Contla o la vía que conduce a los confines de la tierra, hasta donde la obra ha llegado para hacerse inmortal.

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