El agua dulce y el agua salada son las fuentes de las que Álvaro Mutis bebió en su literatura. “En las novelas el mar y en la poesía el río”, dice su hijo Santiago. Habla del río Coello, ese fluir de aguas que lo traía al pasado, a su verdadera raíz.
'La creciente', un poema juvenil, es una de las primeras marcas de agua dulce en su escritura.
Todo llega a la tierra caliente empujado por las aguas del río que sigue creciendo: la alegría de los carboneros, el humo de los alambiques, la canción de las tierras altas, la niebla que exorna los caminos, el vaho que despiden los bueyes, la plena, rosada y prometedora ubre de las vacas.
Nacido en Bogotá y criado en Bruselas, Álvaro Mutis conectó sus dos mundos por el mar. En esos viajes, relata el escritor Juan Esteban Constaín- nació Maqroll, el Gaviero. “Ya de niño en sus viajes en trasatlántico, el mar para él se volvió una suerte de obsesión y un territorio en el que va a desembocar ese personaje desastrado y lúcido.”
El personaje de la novela vio la luz en México, el país donde Mutis residió por más de cincuenta años. En un bello prólogo para la reedición de 'Empresas y tribulaciones de Maqroll el Gaviero', Constaín recuerda uno de los más duros episodios de la vida de escritor y de la forma como esa experiencia lo construyó literariamente. Allí, cuenta, “Mutis descubrió una versión de la vida, el sufrimiento y la compasión que no estaba en sus libros.”
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Álvaro Mutis pintaba así, con sus palabras, cómo veía a los hombres: “La historia no es una suma de hechos felices, es una serie de horrores.”
La tierra caliente, como el agua, cruza la obra de mutis, como la cruza la desesperanza, que no es pesimismo sino aceptación de la realidad.
Dice Mutis:
Maqroll no cree en los vencedores, en los que llaman los lentos. Él sabe que todos somos vencidos, pero con experiencia. No hay nadie que sepa tanto como un vencido, ni nadie que ignore tanto como un vencedor. Los vencedores son ciegos tontos y están perdidos.
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Álvaro Mutis, un ciudadano del mundo, jamás dejó de pregonar su colombianidad. Muchas veces dijo que toda su escritura estaba destinada a perpetuar el rincón de la tierra caliente del Tolima, donde pasaba vacaciones en su infancia.
La casa que albergó esos sueños en Coello–Cocora, un corregimiento de Ibagué, hoy es como 'La mansión de Araucaima', una de sus célebres novelas: una casa abandonada al viento y a la maleza que revienta sus baldosas.