‘De nuestra mesa a la suya: cocina fusión’, así se titula el libro que acaba de lanza Acnur, la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados. Recoge las recetas de 14 personas en América Latina, entre ellas, dos venezolanas, que cuentan sus historias a través de la comida.
Cristina y Samy, amigas y protagonistas del capítulo que tiene que ver con Colombia, son dos mujeres de 26 y 30 años que crecieron en el seno de familias trabajadoras, nunca les faltó algo, pero debieron dejar su país.
Estas dos mujeres venezolanas viven en Bogotá y, después de hacer literalmente de todo, hoy preparan comida árabe.
“Nosotras somos venezolanas, yo soy de ascendencia árabe, mis padres son de Siria”, cuenta Cristina.
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Sus platos son un ejemplo de integración.
“Es preferencia del cliente que ellos puedan saborear una parte de Siria, una parte de Colombia y una parte de Venezuela, esa es la idea de nuestra receta”, comenta Samy.
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El atayef es una receta dulce que guarda la memoria de su identidad, sus sentimientos, pero que también tiene un ingrediente amargo, el desarraigo, dejarlo todo para buscar una nueva oportunidad. Esta es su historia.
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“Salimos el 15 de octubre, llegamos el 18 de octubre del 2019, nos vinimos por tierra, fueron tres días largos, tras días en los que estábamos como que si nos regresamos, nuestra familia, el despedirse… Yo tengo 5 sobrinos, pero dejarlos así pequeños… Su inocencia es lo que más lo jode a uno… Dejar a mi papá, que es un señor mayor… Esas despedidas son lo peor”, comenta Cristina.
Recordarlo y contarlo es doloroso. Ellas salieron de Venezuela con 70 dólares y, aunque su destino final era Uruguay, pararon en Bogotá donde fueron recibidas por una amiga y aquí se quedaron.
“Trabajamos en la calle vendiendo ropa, trabajamos en las casas haciendo los aseos y nosotras, humildemente, porque es que los buenos somos más. Las ganas de salir adelante son inmensas”, dice Cristina.
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“Nos quedamos sin empleo, nos quedamos en la calle, dormimos en la calle, el frío de Bogotá es sumamente difícil, no estamos acostumbradas, venimos de Venezuela, donde son 37 grados”, señala Samy.
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¿De dónde sale la idea de hacer recetas?
“Eso fue una noche que no teníamos para la comida, solo teníamos una arepa sin nada. Entre tantas emociones, mi compañera Samy me dice ‘Cris, si tú eres árabe, ¿por qué no empezamos a hacer lo mismo que se vende en Venezuela? Que son los shawarma, los quibbes, los falafels… Estamos en un punto que tenemos que aprender a hacerlo, tu mamá nos da las recetas, tú las traduces del árabe, yo las voy copiando y las vamos practicando’”, explica Cristina.
¿Qué les dicen a los colombianos que miran con recelo a los venezolanos?
“Nosotros no venimos a quitarle nada a nadie, venimos a trabajar honestamente, queremos tener así sea una microempresa para generar empleos, tanto a colombianos como a venezolanos o refugiados, a cualquier persona que quiera trabajar”, sostiene Cristina.
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Ambas reparten el tiempo entre un trabajo esporádico que les da para sobrevivir y un sueño permanente, que es su emprendimiento, llamado Mr. Fill, que significa elefante en árabe.
Es un símbolo de fuerza, de manada, de unión y que las motiva para guerrearla, seguir trabajando y, algún día, no muy lejano, volverse a sentar en una mesa con su familia y con comida.
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