Rufino José Cuervo fue uno de los más grandes estudiosos de la lengua castellana de mediados del siglo XIX. El filólogo, que nació en Bogotá pero murió en París en 1911, dedicó su vida a escribir el Diccionario de Construcción y Régimen de la Lengua Castellana, obra elogiada por Gabriel García Márquez.
Como no tuvo herederos, Rufino José Cuervo dejó un testamento con una curiosa voluntad: hacer llegar su herencia a un tipógrafo que debe ser bogotano, gozar de reconocida honradez, ser pobre y padre cabeza de familia.
Por eso, desde 2015 la Secretaría de Integración social hace una convocatoria anual y le entrega una suma de dinero al tipógrafo seleccionado.
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Carmen Millán, directora del Instituto Caro y Cuervo, habló sobre la búsqueda anual del tipógrafo ideal.
“Él amaba ese oficio, era muy juicioso con sus publicaciones, buscaba que sus libros no tuvieran ningún problema”, aseguró.
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Millán manifestó que el trabajo del tipógrafo está siendo apartado por las nuevas tecnologías: “Tiene un desplazamiento por la invención de otras cosas. El trabajo del tipógrafo hay que conservarlo y pasarlo de generación”.
Por decisión propia, gran parte de la obra de Rufino José Cuervo reposa en la Biblioteca Nacional.