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Fernando Trueba revela los secretos de su cinta Isla perdida

Filmada en una isla griega, Isla perdida parece una mezcla de varios géneros. Esto dijo Fernando Trueba sobre su película y por qué decidió seguir trabajando con colombianos, como Juan Pablo Urrego.

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Cinco años después de dirigir El olvido que seremos, Fernando Trueba presenta Isla Perdida, una historia de amor y tragedia que tiene como escenario una isla griega. La obra fue producida por Caracol Televisión y Fernando Trueba Producciones. El subdirector de Noticias Caracol en vivo, Alberto Medina, habló con él.

¿Con qué tipo de película se van a encontrar los espectadores?


Diría que es un suspenso romántico, que era un género que, por ejemplo, Hitchcock practicaba mucho. Cuando vemos aquellas películas tipo Rebeca, Sospecha, La sombra de una duda, Vértigo, son historias de amor, películas románticas que de repente se convierten en una especie de pesadilla o lo que sea. Yo creo que es un poco estar cerca de ese género que a mí, como espectador, me gusta muchísimo.

¿Por qué escoge Grecia, una isla del Mediterráneo, para hacer la película?


Desde el principio, en el guion pensé en una isla griega apartada, no en la Grecia más turística, sino en una Grecia un poquito más aislada, más despoblada, etc. Y ahí encontramos un lugar con Diego López, el director artístico colombiano con el que había trabajado ya en El olvido, encontramos este lugar llamado Trikeri, que es una isla que después de la Segunda Guerra fue un campo de concentración de mujeres, sitio de una gran belleza, pero con un pasado también negro.

¿Escoger ese punto nace cuando se escribe el guion o nace después?


En el guion yo ya pienso en Grecia, pienso en una isla en la que solo hay una construcción, una casa que es un restaurante, y que la gente cruza a los clientes que van allí a comer o a cenar, cruzan una barquita desde el pueblo, desde tierra firme. Eso está ahí desde el origen. Entonces esa isla paradisíaca que puede en un momento convertirse casi en un lugar peligroso, inquietante.

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2001, uno se pregunta por qué razón Fernando Trueba selecciona ese año como el año en que ocurre la historia.


Creería que hay dos razones. Quería que ya existieran los móviles, pero no este internet tan desarrollado, estas comunicaciones de ahora, con lo cual la historia no se podría contar igual, pero requería que hubiera aquellos móviles más primitivos que había entonces. Pero luego hay otro tema, incluso más importante, es que hay un personaje que tiene un pasado oculto, que lleva sepultado mucho tiempo, y entonces ese pasado yo lo situaba en el año 69, 70, en aquella época que los músicos de jazz y de rock caían como moscas por las drogas y era la época de Janis Joplin, de Jimmy Hendricks, del asesinato de Sharon Tate, eso era para mí donde yo situaba esa referencia al pasado. En la historia han pasado 30 años desde aquello, por eso estamos en el 2001.

Siempre pesa mucho la música en la obra cinematográfica de Fernando Trueba y el protagonista es músico.


Aquí, además de la música de la película, la música griega local, la música que de esos años, de los 80 y del 2000, que se podía oír también, hay una utilización de la música como parte del suspenso. Y como guinda final, hay una cantante en la canción final de la película, que es una canción de Leonard Cohen inspirada en un poema de Cavafis, el gran poeta griego, Leonard Cohen que a su vez pasó en Grecia algunos años en su juventud, hizo esta canción, Alexandra Leaving, sobre un poema de Cavafis. Está cantada por una nueva joven cantante colombiana. Sofía Córdoba.

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La película transcurre en tres actos: verano, otoño invierno. ¿Tiene que ver con el clima interior de los personajes?


La construcción de la película en tres actos que se corresponden con tres estaciones son también las estaciones internas de ellos y del relato. O sea, cómo el relato, el verano es la época de la luz, del sol, del humor; en el otoño empiezan las nubes y empiezan las sospechas y los indicios de que todo no está tan bien como parece, que hay cosas inquietantes, y ya en el invierno vamos hacia la oscuridad.

¿Hay un homenaje a esa cuna del teatro griego?


Aunque yo soy un fanático del teatro griego y de esa época, y la estudio mucho, y leo mucho, creo que no. Lo de los tres actos en realidad es algo que se inventó Aristóteles, más basándose en la lógica que en el teatro griego. Nadie escribió una obra de teatro pensando en los tres actos. De hecho, no existía en el teatro griego clásico. Es una invención intelectual de Aristóteles que obviamente era uno de los hombres más inteligentes que han existido.

No sé yo hasta qué punto se ve esto en la película. Si acaso se puede ver en el momento que ella mira una reproducción de una escultura de una cara de una mujer de la época, que la metí en el decorado porque es para mí una de las esculturas clásicas más bellas que existen.

Sentí un poco la historia del Minotauro esperando el redentor para que lo sacara del laberinto. ¿Algo de eso se siente en la película?


Puede que sí. En la película hay esa idea de que uno puede huir del futuro, pero no se puede huir del pasado, el pasado siempre te atrapa. El futuro lo puedes eludir de muchas maneras, pero el pasado no. Y entonces el personaje es un personaje que se ha reinventado, que ha intentado ser otro, renacer y no puede. La caja de Pandora se vuelve a abrir y los demonios salen.

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¿Por qué volvió a trabajar con Juan Pablo Urrego, Sergio Iván Castaño y Diego López?


Fue una colaboración tan buena la que tuvimos en El olvido que seremos, que me los quise llevar. Y cuando ya estaba en el equipo, de repente pensé, vamos a decírselo a los amigos de Caracol que produjeron, puesto que tenemos elementos colombianos, si les apetece estar presentes en la producción de la película. Y fue maravilloso que entraran, no romper ese lazo tan bonito que se creó con Colombia. Para mí tener a Diego y a Sergio Iván Castaño en la película es muy importante. Son dos grandes profesionales con los que me entiendo muy bien.

Y Juan Pablo Urrego es un actor que yo lo llevaría a todas las películas. Es un actor de una calidad rara. Es muy difícil encontrar a alguien tan fino, un actor tan perfecto y que hace que todo lo difícil parezca fácil. No es un actor de esos que le ves que está picando mientras hace un personaje. No, él hace la composición, pero no te das cuenta. Lo hace con una especie de suavidad, con una inteligencia increíble. Lo conocí con el Olvido que seremos y espero que hagamos más películas porque es un regalo trabajar con él.

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Aida Folch también es una persona que ha estado presente en la historia cinematográfica de Fernando Trueba.


Hizo su primera película conmigo, cuando tenía 14 años. Y luego, años después, hicimos El artista y la modelo y ahora esta. Es muy curioso porque uno nunca sabe la vida lo que te va a traer. Y es muy graciosa la colaboración de Aida y mía, hemos hecho tres películas, en tres décadas distintas, en tres países distintos y cada una en un idioma diferente. Una en español, otra en francés, otra en inglés. Ahora la broma de ella, me pregunta ‘¿la próxima es en italiano o portugués?’. Yo le digo ‘me defiendo mejor en el portugués que en el italiano’.

¿Qué ha significado para Fernando Trueba la aproximación con Colombia?


Haber descubierto su cultura, su literatura, su cine. Yo tenía muy buena relación de antes con Víctor Gaviria, que para mí es un director genial y al que admiro muchísimo. Pero con El olvido que seremos he conocido a mucha gente y he hecho muy buenos amigos, amistades que yo creo que son para toda la vida, empezando por Héctor Abad y por mucha gente, que ya son parte de mi familia, de mi círculo. Me ha dado mucho Colombia.

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