Cuando nos hablan de género western lo primero que se nos viene a la cabeza es el vaquero rudo, recio, macho, indómito, muchos caballos, diligencias, balas y chicas alegres en la cantina del pueblo. Un modelo que se repite una y otra vez en el cine. Bueno, aunque no en todos los casos si recordamos Brokeback Mountain, la película de Ang Lee. La directora Jane Campion, quien recibió el premio Óscar en 1993 por 'El piano', nos regresa 100 años en el tiempo para ofrecernos otra mirada a las historias del Western con 'El poder del perro'.
Esta cinta, que ya se ganó el premio Globo de Oro a mejor película dramática, nos sitúa en Montana en 1925. Dos hermanos tan diferentes como el agua y al aceite. Uno es dócil, educado y gentil, el otro: tosco grosero y voluntarioso. Este último no soportará la relación de su hermano con una viuda y mucho menos la convivencia con el delicado hijo de la mujer.
Es posible que delicado no sea el adjetivo más preciso. De hecho, es difícil definirlo sin herir susceptibilidades, o evitar que alguien se sienta ofendido. Usaré sensible porque, aunque se sugieren muchas cosas en la película, tampoco es correcto decir que el muchacho es homosexual. Por lo menos la directora no lo manifiesta de manera explícita.
Con ese panorama inicial, Jane Campion va trazando delgadas y sórdidas líneas en un juego de relaciones de poder. Una tarea nada fácil para una directora que llevaba más de una década sin dirigir un film y que sigue siendo recordada como la primera mujer en ganar la Palma de Oro en Cannes.
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Pero es justamente el desértico escenario de la película el que va construyendo un ambiente de tensión propicio para el desarrollo de los personajes; cada uno con una fuerza interna, pero a la vez con un halo de vulnerabilidad difícilmente descifrable.
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En ese trabajo actoral debemos detenernos para hablar de Benedict Cumberbatch, que logra quizás el mejor papel de su carrera. Agrio, tosco, abusador y prepotente, un caparazón con el que se refugia armado de misoginia y homofobia para esconder una homosexualidad que la directora nos va trazando desde el inicio de la película con cada sutil mirada.
La relación con el hijo de su nueva cuñada constituye una de las más tensas vistas en el cine en los últimos tiempos: uno no sabe si lo que viene es un beso o un puño, o ninguno. A lo largo de las más de dos horas que dura la película, el ambiente se va tornando más oscuro y desconcertante.
Vale la pena ver 'El poder del perro' y apreciarla en los detalles. Dejarse seducir por los diálogos, deleitarse con la música que nos ofrece Jonny Greenwood y, sobre todo, desear que no pasen otros 12 años para que Jane Campion nos regale otra película de similares características.
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'El Poder del Perro' está disponible en la plataforma Netflix.
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