La desaparición de Nicolás Alaya , de 20 años, alertó a las autoridades en Lebrija, Santander. El día 18 de agosto de 2020, su padre Carlos recibió una llamada telefónica en donde le pidieron 120 millones por el rescate de su hijo. Su familia quedo desconsolada y sin muchas opciones para conseguir el dinero que le exigió el secuestrador.
De inmediato, Carlos llamó a la línea #165 del Gaula de la Policía del municipio para denunciar el secuestro y el atroz crimen cometido a esta familia humilde y trabajadora. Por momentos, él pensaba que aquello del rapto era una falsa alarma.
Lo primero que realizó la policía fue rastrear la llamada que le hicieron al padre de la víctima, con ello, lograron identificar la ubicación del celular cerca al peaje de Lebrija, por lo que, aseguraban que aún Nicolás Ayala se encontraba en el municipio. Los agentes pidieron ayuda a la Fiscalía para poder interceptar las llamadas y lograr conseguir distintas localizaciones para la búsqueda.
A través de la indagación selectiva en base de datos, el Gaula pudo detectar las SIM cards en la que se mostrada los dispositivos telefónicos que había sido utilizados, con la sorpresa de que había una línea que tenía un permanente uso a nombre de Ricardo Jaimes Garavito. El hombre señalado era conocido de la familia, pues Carlos alguna vez rento una de las plantas de su casa a la hermana de él, Yaneth Jaimes y su sobrino, Yesid Sanabria Jaimes, un chico de la misma edad de Nicolás y amigo de infancia.
Con la constante revisión de las cámaras de seguridad y, además, la vigilancia realizada por fuera de la casa de Jaimes, se concluyó que la moto color verde que tenía era la misma que se desplazaba por las ubicaciones donde realizaba las llamadas extorsivas. Asimismo, se encontró que el hombre tenía la misma camiseta deportiva de los videos probatorios. Sin embargo, mientras él las realizaba alguien más tenía que estar al tanto de Nicolás Ayala.
El coautor sería Yesid Sanabria, sobrino de Ricardo Jaimes quien participó para conseguir el dinero que su tío necesitaba, y por ello, decidió traicionar a su amigo de infancia. Por medio de un celular extorsivo, se encontró que el número tenía WhatsApp, y, por tanto, una fotografía en el perfil que fue verificada con el perito para que construyeran un análisis morfológico y morfocromático. Los resultados arrojaron que él y su tío eran los secuestradores y homicidas de la víctima, Nicolás Ayala.
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Carlos siguió con la esperanza de volver a ver a su hijo, sin imaginar que su hijo fue hallado sin vida. Un atroz crimen que se convirtió en un calvario para toda su familia y un dolor, que como él menciono “solo lo siente quien lo vive".
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