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El rostro del homicida: cámara de seguridad expuso al asesino de un registrador en Cesar

El asesinato de Geovanny Padilla, registrador municipal en La Jagüa de Ibirico, fue una mezcla de crueldad y ambición. Su muerte expuso un secreto: una relación oculta que terminó en tragedia.

A Geovanny Andrés Padilla lo llamaban el registrador municipal porque ese era su trabajo en el municipio de La Jagüa de Ibirico, en el departamento de Cesar. Era un hombre de 34 años disciplinado, inteligente, buena persona que se había hecho a pulso a punta de trabajo honesto, por eso, para las autoridades fue tan difícil seguirle la pista a este cruel asesinato. Una mezcla de maldad y ambición que sorprendió a todos. En el 2020, El Rastro presentó detalles de este caso.

El 1 de enero de 2018 fue el último día de vida de Geovanny Padilla. Ese lunes, a las 9:00 a.m., salió de su casa en Valledupar y prometió no demorarse, pero esa noche no llegó a dormir. Zoila Daza, su madre, señala que ese día él tenía planes de reunirse con unos amigos.

Al indagar sobre su paradero, sus amigos aseguraron que él nunca cumplió la cita y, por ende, no sabían dónde estaba, ya no se encontraron.

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Mardeluz Padilla se enteró de la desaparición de su hermano y lideró la búsqueda desde la distancia, pues se encontraba en Barranquilla. Para ese momento, ya se había reportado el caso a las autoridades.

Los investigadores manejaron una primera hipótesis relacionada con una posible extorsión, un secuestro para obtener algún beneficio debido al cargo que ocupada. Las autoridades recibieron una llamada de la ciudadanía donde reportaban un carro abandonado en un terreno baldío.

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Se identificó que era el vehículo en el que se movilizaba Geovanny Padilla. La camioneta fue encontrada en un barrio que queda relativamente cerca a la casa que tenía el registrador y que él estaba arrendando.

Las autoridades ingresaron a la vivienda deshabitada y hallaron un cuerpo sin vida del registrador Padilla, se encontraba atado de manos y pies, además de observarse diferentes heridas. Sus documentos y aparentemente todas sus pertenencias estaban allí.

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Geovanny era el orgullo de la familia Padilla, el único profesional y quien obtuvo sus logros con mucho esfuerzo. El abogado era el proveedor principal de sus familiares. Los investigadores no entendían quién quería verlo muerto si todos lo describían como una persona ejemplar.

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Hasta ese momento había dos conclusiones: primero, que quien lo asesinó lo hizo con sevicia por las torturas a las que fue sometido; segundo, que era alguien que se había ganado su confianza porque las chapas de la vivienda no fueron forcejeadas.

Inicialmente pensaron en su hermana como una sospechosa, debido a que tenían negocios juntos y algunos de los bienes de él estaban a su nombre. Además, que a la fecha de los hechos no se encontraba en la ciudad.

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Cámara de seguridad esclareció el homicidio

Luego, las autoridades tenían una pista clave: vieron el rostro de un hombre en un cajero sacando el dinero del registrador tras su homicidio. Los amigos y familiares aseguraron que no conocían a esta persona. Creían que el crimen se pudo dar por un hurto, pero la sevicia con la que se llevó a cabo no concordaba con esa teoría.

Homicida de registrador de La Jagüa fue expuesto por cámara de cajero automático
Homicida de registrador de La Jagüa fue expuesto por cámara de cajero automático
Foto: El Rastro

Los investigadores indagaron con los vecinos y determinaron que dos personas estaban implicadas, pero no conocían sus identidades.

En el video del cajero el hombre recibió una llamada y solicitaron la información de las antenas de telefonía cercanas. Identificaron un número que días antes había tenido comunicación con el registrador. La línea telefónica pertenecía a una mujer, pero lo habían suplantado.

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La señora Zoila oraba pidiendo que se encontrara el culpable de la muerte de su hijo. “Hablando con Dios veía un muchacho vestido de verde, barriendo, enseguida yo llamé a los investigadores”, relató.

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Una de las hermanas de la víctima, Leidy Padilla, aseguró que meses atrás su hermano había conocido a una persona que trabajaba en una empresa de aseo, que casualmente siempre portan un uniforme de color verde.

La madre se hizo amiga de unos trabajadores de dicha empresa quienes le dieron un nombre: Emmanuel. Le aseguraron que el hombre se había ido el 4 de enero, es decir, tres días después del homicidio.

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La Policía encontró un perfil de un hombre con las características de la persona del cajero. Gracias a una foto, identificaron a Emmanuel Castro Páez.

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El registrador tenía un secreto, una relación sentimental oculta, pues no se había declarado homosexual. Ahora, había otro sospechoso en este caso.

Las autoridades manejaban varias hipótesis. ¿Cuál sería la verdad? Pasaron seis meses hasta que se halló a Emmanuel en la ciudad de Bogotá. El hombre fue capturado y se le imputaron los cargos de tortura agravada, homicidio agravado y hurto calificado agravado.

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Al verse descubierto aceptó los cargos y aseguró que tuvieron encuentros sexuales con el registrador. Se conocieron mientras el realizaba labores del aseo en el sector. El registrado le ofreció pintar la vivienda donde fue hallado su cuerpo y él aceptó.

El día de la diligencia, Emmanuel llegó con un amigo, torturaron al registrador para que diera las claves de sus tarjetas y lo asesinaron.

Emmanuel habló con El Rastro un año después del homicidio, pero cambió su versión, asegurando que el que mantenía la relación con el registrador era su amigo, un ciudadano venezolano.

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Emmanuel fue condenado a 35 años de prisión. Jesús Antonio Sánchez Medina fue capturado en Bogotá por el mismo crimen y aceptó los cargos.

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