“Cría cuervos y te sacarán los ojos”, dice el popular refrán que habla de la ingratitud y que resume muy bien la historia de la patinadora Juliana Rendón, una joven muy querida por todos en Chinchiná, Caldas, estudiante de Pedagogía Infantil y quien fue brutalmente atacada en el 2017. El Rastro reveló detalles de su caso en el 2019.
El 10 de agosto del 2017, Juliana llegó agonizando al hospital con múltiples heridas de arma cortopunzante en todo el cuerpo. La gran deportista perdió la batalla contra la muerte, pero en su último aliento hizo una revelación que causó confusión en su familia.
Tras escuchar gritos desesperados, los vecinos de un tranquilo barrio en Caldas se alarmaron por saber qué sucedía en unas de las viviendas de un barrio en Chinchiná, Caldas. Intentaron ingresar, pero no lo lograron, entonces llamaron a un familiar.
La escena del crimen
Sandra Milena García, hermana de la dueña afirmó: “Entré yo, encontré la pieza vuelta nada, todo destrozado, la bebé estaba ahí también ensangrentada”. La mujer llamó a su hija Kelly Johana García que es enfermera y sobrina de la propietaria de la casa.
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“Entré a ese cuarto y la cama estaba al revés, las manos marcadas de sangre por todos lados, se veían cortadas”, recordó García, quien también encontró a la mujer que minutos atrás gritó ‘la niña no’.
Se trataba de Juliana Rendón, su prima de 25 años. “Juli estaba boca abajo, le corría la sangre hasta por los pies”. La joven había sido víctima de múltiples puñaladas en todo su cuerpo.
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A pesar de su grave estado, aún vivía. “Ella me dijo ‘me voy a morir’”. Una ambulancia la trasladó al hospital San Marcos de Chinchiná, a donde llegó inconsciente y en muy malas condiciones.
Las heridas eran tan graves y numerosas que tuvieron que trasladarla a un nuevo hospital en Manizales, a unos 30 minutos del lugar. Mientras Juliana Rendón se aferraba a un milagro, la Policía comenzaba su investigación. Ingresaron a la residencia para hacer una inspección al lugar de los hechos.
Las autoridades hallaron sangre y un cuchillo de cocina doblado. Inicialmente manejaban la hipótesis de que se trató de un intento de hurto, pero con el transcurso de la investigación encontraron elementos que desvirtuaban esa suposición preliminar.
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Gloria Hernández, la mamá de Juliana y dueña de la vivienda, aseguró que luego de revisar sus cosas no encontró que algo le faltara.
En la vivienda, el intendente Mauricio Tabares recorrió los pasos del victimario y descubrió otro cuchillo, recogió muestras de sangre y habló con otros vecinos.
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El patinaje era la verdadera pasión de Juliana. Un deporte que amaba y que practicaba con mucha regularidad, le dedicaba su vida. Combinó sus conocimientos en patinaje con el gusto por la docencia y ser convirtió en instructora de este deporte. Entrenaba a cerca de 80 niñas.
Las heridas de Juliana señalaban que había un sentimiento de por medio, tal vez de ira o rabia de su agresor. Fueron propinadas con sevicia. Al momento de los hechos, Juliana tenía bajo su responsabilidad a su pequeña sobrina, por lo cual también se habló de otra hipótesis: un intento de rapto de la menor.
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El último aliento de Juliana
Por la posición de las heridas, se presume que Juliana abrazó a su sobrina Tamara mientras su agresor la apuñalaba. Kelly Johanna, quien entró a la vivienda tras lo ocurrido, recordó que Juliana, le dijo “Germán, Germán, me voy a morir”, cuando la encontró en la escena del crimen.
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¿Quién era Germán? ¿Por qué atacó a la joven patinadora? El asesinato impactó profundamente a la comunidad de Chinchiná, en Caldas. En una ceremonia blanca su crimen fue rechazado por cientos de personas.
Todos los familiares y amigos de Juliana se hicieron presentes en la marcha, sin embargo, hubo uno que no se presentó. Aquel joven vivía bajo el mismo techo que ella, estaba distanciado de la tragedia y fue el mismo que mencionó la patinadora antes de morir.
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Para la familia de la joven, era un disparate que la Policía empezara a sospechar de Germán González Rubiano, el hermanastro de Juliana. Los allegados señalaban que nunca notaron ningún comportamiento extraño o alguna discusión.
La descripción del hermanastro coincidía con lo dicho por una vecina, quien señaló que el día del homicidio un hombre huyó por el tejado.
Las autoridades descubrieron que Germán lleva más de 10 años consumiendo estupefacientes, pero esta faceta no era conocida por la familia de la patinadora. El joven había llegado a esa vivienda porque era amigo de un novio de Angélica, la hermana de Juliana. Poco a poco se convirtió en alguien más de la familia.
Una fuente secreta les reveló a los investigadores que la relación de Juliana y Germán no era como creían, pues constantemente tenían riñas y ella le recriminaba por ser un “arrimado”.
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Las autoridades visitaron el barrio de donde era Germán y allí un vecino reconoció que el cuchillo hallado en la escena del crimen lo solía portar el joven sospechoso.
El hombre señalado llevaba varias semanas desaparecido. La familia no se quedó de manos cruzadas e iniciaron su propia búsqueda. No hubo noticias de él por 10 meses.
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La captura del sospechoso
Una tarde, la estación de Policía de Chinchiná recibió noticias que señalaban que Germán se escondía desde hace unos días en el barrio La Frontera, a las afueras del municipio. Las autoridades no lo encontraron, pero identificaron unas líneas telefónicas que él usaba.
El sospechoso se encontraba en Mistrató, a 3 horas de distancia y allí trabajaba como mecánico. En agosto de 2018, un año después del asesinato de Juliana, Germán fue capturado.
En la cárcel La Blanca de Manizales permanecerá detenido los próximos 16 años y medio por el municipio agravado de Juliana, la patinadora. El Rastro quiso en reiteradas oportunidades entrevistar a González Rubiano, pero finalmente él se negó a dar declaraciones.
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Reviva la investigación completa de El Rastro aquí: