La cultura se empezó a reactivar con aforos. Teatros, salas de cine, conciertos, ferias del libro, exposiciones y museos han empezado a retomar sus funciones, lo que significa ingresos para miles de personas que viven del arte.Puede ver: Jorge Alí Triana sube el telón del Teatro Colón con ‘El coronel no tiene quien le escriba’Los artistas y las artes se transformaron, migraron de la presencialidad a lo digital. Es cierto que ganaron un público más amplio, conectados desde cualquier lugar del mundo, pero perdieron el calor del aplauso y el contacto con la gente, su razón de ser.En los primeros meses, el sector cultural fue inmensamente generoso: entró como una bocanada de aire aportando contenidos gratuitos, como recorridos por museos, conciertos, libros y obras de teatro. La cultura fue un factor de vida, de aliento y de ilusiónLea, además: Los murales de Fernando Botero: ¿cuántos hizo y dónde están?Ramiro Osorio, director del Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, recordó cómo fue tener los escenarios vacíos y qué tanta falta han hecho los espacios culturales durante la pandemia."El último concierto que hicimos fue con la orquesta Mariinsky de San Petersburgo, dirigida por el maestro Valeru Verguier. Fue un concierto extraordinario, Crhris Mineff me escribió un correo unos días después y decía que él había acompañado al maestro y a la orquesta por todas partes, pero que recordaba pocas ocasiones el rugido del público de lo que fue esa noche. Al otro día, volvemos al teatro y a las 12 del día hay que cerrar. Ese es el momento que me queda y pensar en qué vamos a hacer”, dijo Ramiro Osorio,Noticias Caracol: ¿Cómo fue el alcance de lo digital y cómo fue esa interacción con el público?Ramiro Osorio: “Hemos tenido un alcance de más de 130 millones de personas. Es, sin duda, la plataforma más importante de América Latina en materia cultural.Noticias Caracol: Mucha gente tuvo acceso gratis a conciertos y teatros, pero ¿es sana la gratuidad para el sector cultural?Ramiro Osorio: La gratuidad es un tema delicado porque la cultura necesita de la corresponsabilidad. Todos tenemos que saber que si nosotros compramos una entrada en el cine, en un teatro, estamos volviéndonos patrocinadores para que estos teatros puedan cumplir mejor su objetivo, lo cual no quiere decir que el Estado no tenga que promover una serie de programas para que hagan posible que todos tengamos acceso, así no podamos pagar las entradas.Noticias Caracol: ¿Cuál es el aporte de la cultura en tiempos de crisis?Ramiro Osorio: ¿Qué es la cultura? El espacio de la construcción de un país diferente, de un país incluyente, generoso, en donde todos tengan espacio, en donde todos se puedan expresar; el espacio de lo cultural es el espacio de construir la paz en este país. Así es como veo la dimensión de la cultura en este país.Podría ver: Quinteto Astor Piazzolla estará en Colombia por los 100 años del natalicio del ‘asesino del tango’Por otro lado, en el sector editorial se temió lo peor en los meses de encierro, pero la respuesta fue increíble: leer para pasar la página de la tragedia y, contra todos los pronósticos, el libro físico sobrevivió. Un equipo de Noticia Caracol estuvo en el refugio de los libros usados ‘San librario’ con uno de sus fundadores Álvaro Castillo.“Yo creo que el libro físico sobrevivió la pandemia, el libro físico va a sobrevivir, no va a desaparecer porque los libros ya están ahí y los lectores siguen leyendo libros físicos y con esta pandemia se vio reflejado en las ventas y en el consumo de libros por parte de los lectores... la necesidad y el gusto de seguir leyendo”, expresó Álvaro.Noticias Caracol: ¿La pandemia creó nuevos lectores?Álvaro Castillo: Yo creo que sí, no solo a nosotros nos compraban libros viejos lectores, sino nuevos lectores, jóvenes de muchos lugares del país que de otra manera no se acercaba a las librerías y nos llevamos sorpresas inmensas. Gente que nos escribió diciendo por ejemplo: quiero leer, recomiéndame un libro, yo nunca leo, recomiéndenme un libro. En ese sentido, la pandemia hizo que muchas personas volvieran a la lecturaNoticias Caracol: ¿El Gobierno los apoyó?Álvaro Castillo: La Cámara del Libro organizó una campaña al principio de la pandemia, que se llamaba ‘Adopta una librería’, para recolectar a través de una colecta pública y apoyar a las librerías y los libreros. Esta campaña fue muy hermosa, resultó en un incentiva par las librerías que nos inscribimos en la campaña.Noticias Caracol: ¿Sintió solidaridad de parte de lectores?Álvaro Castillo: El año pasado, cuando se hacen los balances y se dice el personaje del año, para mí el personaje del año fueron las lectoras y los lectores. La librería no tiene cómo agradecer la inmensa solidaridad que tuvieron con nosotros durante la pandemia. Cuando tuve COVID, que estuve tres semanas recluido, la gente siguió comprándome y tenían la paciencia cuando les decía que cuando me recupere les voy a mandar el libro. Hubo gente que en algún momento me donó plata a la librería porque sí y ni sabía quiénes eran. Yo creo que en el ramo en el que estoy hablando lo único que yo tengo hacia los lectores es agradecimiento por la inmensa solidaridad.Vea también: Un recorrido por los sueños de Frida KahloAsimismo, la música fue el oxígeno del encierro, pero también un sector golpeado. Las calles se transformaron en escenarios solitarios de artistas que con su voz y música pedían ayuda.Las terrazas y las ventanas fueron los espacios del público que aplaudía y lanzaba algunas monedas o paquetes de comida. Los artistas convirtieron sus casas en escenarios, para saltar a lo digital y poder conectar esas pantallas fragmentadas, creando una nueva estética musical.“ Primero que todo una orquesta sinfónica es una reunión de más de 50 personas, soplando, los instrumentos de viento y muy cerca los unos de los otros haciendo música. Entonces, por definición, ese tipo de actividad era nociva en el punto de vista de la pandemia. Nos tocó aprender que ya no estábamos en el siglo XIX porque las orquestas no habían cambiado su comportamiento muy significativamente y, después de casi dos siglos, entender que estábamos en el siglo XXI. Entonces, lo primero que se nos ocurrió justo cuando salimos a las casas fue hacer una orquesta virtual y fuimos una de las primeras orquestas en el mundo en sacar los famosos videos de cuadritos. Hicimos una obra muy bonita, muy emotiva”, manifestó Juan Antonio Cuellar, gerente de la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia.Noticias Caracol: ¿Cómo fue la interacción con el público?Juan Antonio Cuellar: Nosotros, en un concierto lleno total, podemos tener 2.400 personas. Ese video, en dos días, le había llegado casi a 60 mil personas y tiene muchas vistas. Es decir, que llegamos a mucha gente, inclusive, a gente a la que habitualmente nunca llegamos, gente que nunca tiene la oportunidad de oír una orquesta sinfónica, primero, porque no hay muchas orquestas sinfónicas y, segundo, porque no hay muchos escenarios suficientes en el país.Noticias Caracol: ¿Qué le dejó la pandemia?Juan Antonio Cuellar: Hay una frase que una persona me dijo en un momento de crisis muy grande: “ningún mar en calma hizo experto al marinero”. Hemos aprendido muchas formas de entregar nuestro hacer, diferentes a la tradicional de pararnos en un escenario.Las crisis develan la grandeza del sector cultural, pero al mismo tiempo, evidencian su fragilidad. Fue un año en el que se necesitaba de la cultura para vivir, pero sus creadores necesitan vivir de la cultura. Hay que apoyarla.Podría interesarle. De atembaos a desconchiflados: coleccionista de dichos cuenta el origen de palabras colombianas
Colombia es un país con una abundante mezcla de costumbres, de ritos y mitos, de sabores y colores, de penas, tristezas y alegrías. De tradiciones que sí, duele decirlo, se han ido perdiendo.Pero todavía están quienes se la guerrean por mantener vivas sus raíces, pese a que estos son tiempos difíciles.La región del litoral Pacífico, en el noroccidente del país, es el sitio en que la chirimía va y viene, y suena por la piel.Se sube el telón: el camino de las bellas artes en el escenario de la reactivación económica“La chirimía es un conjunto musical representativo de la costa norte, integrado por tambora, platillo, clarinete y bombardino, y se constituye la expresión musical más auténtica de esta zona norte del Pacífico colombiano”, cuenta el profesor e historiador Cesar CórdobaAunque no hay ni un centímetro de pavimento en el barrio, sí hay mucha y bastante camaradería. En los sectores pobres de Quibdó brotan por montones talentosos músicos, en sitios como La Cumbancha. Sin lujos ni mayores pretensiones, se hace escuela y los músicos veteranos traspasan sus conocimientos a los más jóvenes como manda la tradición. Y no solo eso, la música cumple con otro papel, igual o más importante.“Tenemos muchísimos jóvenes, niños, adolescentes, que están concentrados y trabajan principalmente a través del arte como esa herramienta de transformación social y que están resistiendo desde sus prácticas y que bailan por la vida, pero que más allá de algo corporal también conectan su espíritu”, manifiesta Karina Agudelo, coordinadora de cultura de Quibdó.Carnavales y fiestas, símbolo de la identidad colombianaCuando no es la chirimía es el baile o la danza urbana la que en barrios pobres evita que los jóvenes sanos y talentosos caigan en la absurda lógica de la guerra de pandillas, droga y muerte.Porque en Chocó, para ser claros, la gente estudia y se gradúa en distintas profesiones, pero el título de artista viene incorporado en el ADN, o simplemente se perfecciona con el tiempo.“Cuando llegaban los grupos armados, sacaban el grupo musical, y con el grupo musical les estaban diciendo a ellos que no querían violencia, sino que querían la paz”, dice Córdoba.Quibdó no deja de sorprender por la riqueza y diversidad de sus tradiciones.Reviva completa la décima entrega de El proyecto es Colombia: culturaMás que en otras partes se libra una silenciosa batalla contra la incesante y apabullante dizque civilización. Walter Martínez, músico y profesor, recorre en su moto las calles polvorientas para enseñar y transmitir costumbres como la de fabricar las auténticas tamboras de la chirimía, lejos del patrocinio y apoyo estatal, en una labor tan admirable como quijotesca: mantener viva la tradición.
Los grandes carnavales y los eventos folclóricos gozan de un amplio reconocimiento nacional y mundial; no obstante, al igual que todo en la vida, estos certámenes también han sufrido por la pandemia del COVID-19.Lea, además: El Circo del Sol vuelve a subir el telón, tras receso de dos años por la pandemiaLa fiesta es, sin duda, una de las manifestaciones más importantes de la cultura y en Colombia sí que abundan, pues al año se celebran 4.030, 271 de ellas, carnavales.Lo triste es que muchas celebraciones no se pudieron disfrutar en los últimos años, pero, aun así, Noticias Caracol encontró colombianos que luchan por mantener vivas las tradiciones en medio de las dificultades.El historiador e investigador Marcos González lleva más de 30 años estudiando el tema y conoce la importancia de la fiesta para una sociedad como la nuestra.“El ser social colombiano pasa por lo festivo. En Colombia hay 4.030 fiestas que se celebran cada año. No hay región, municipio o rincón que no tenga fiesta, por eso, ese fenómeno que se nos atravesó con el COVID, con la pandemia, fue muy fuerte para las comunidades, no solamente con el que vive de la fiesta, sino con el que considera que este es un derecho del ser humano”, manifestó el historiador González.Para el investigador, todos los seres humanos necesitan algún hecho que rompa lo cotidiano y, precisamente, la fiesta es el único elemento que genera esta ruptura."Cuando uno mira el fenómeno de un pueblo sin fiesta, también hay que entender que la fiesta tiene que ver con la salud mental. En el Siglo XI, se dijo que un pueblo sin fiesta, un pueblo que no tuviera fiesta, se entretenía haciendo la guerra, pero yo puedo decir con toda seguridad que en el año 2020 no tuvimos fiesta. Entramos en tristeza colectiva e individual”, añadió Marcos González.Puede ver: Carnaval de Barranquilla anuncia la suspensión de algunos desfiles por COVID-19Por su parte, Diana Rolando, diseñadora barranquillera, vivió una difícil situación durante el Carnaval de 2020.“Para mí, como empresaria, como diseñadora, fue un golpe muy duro, porque tener todo los días a los empleados llamando y preguntando:¿qué hay que hacer?, ¿dónde vamos a trabajar?. Conmigo se creó un grupo pequeño que yo traté de nunca desampararlos , siempre estar con ellos, pero es un número de gente que uno como empresario le queda demasiado difícil. Yo digo, sinceramente, que los días oraba mucho, le pedía a mi Dios que me diera una luz”, expresóEn los días más fuertes de la pandemia, en la soledad de su taller, entre telas, lentejuelas y plumas, Diana ideó otra forma de vivir el carnaval.“Gracias a esa idea magnífica de crear una muñequitas en miniatura, que son los últimos vestidos de las reinas del Carnaval de Barranquilla, con sus vestidos de coronación que en su momento los hicieron grandes diseñadores como Alfredo Barraza, Amalín de Hazbun, July Donado y muchos diseñadores que han pasado por esos 25 años”, manifestó Diana Rolando.Las ideas continuaron y, con toda la mercancía que tenía en su taller, se inventó otra empresa para que la gente viviera sus fiestas.“Entonces, me puse a hacer algo que gustó en el momento, nos alivió un poco, pude aliviar a los que tenían trabajo en ese momento. Tengo 5 mil vestidos, puedo armar una batalla. Creé el programa para quinceañeras, el que se va a casar, para escenógrafos, todo en un mismo lugar. Hacemos el disfraz de lo que quieras”, agregó Diana.Vea también: Juanes anuncia la fecha de su próximo concierto en Bogotá: “Me llena de alegría”De acuerdo con el historiador Marcos González Pérez, lo que ve con el ejemplo de Diana es que la gente tiene en la fiesta un espacio de construcción de su propia vivencia. Por eso, como investigador, indica que la fiesta existe y que puede cambiar sus formas mientras pasan los problemas.El maestro Morre Romero decidió dictar sus clases de música al aire libre en un parque de Valledupar para enseñarles a los niños la importancia de rescatar la fiesta y la tradición del acordeón.“El vallenato es la representación de una cultura, es una esencia de una región, que llena de sentimiento a un pueblo, llena de emoción a una región, y que vive de una cultura exquisita, a través de un instrumento que es el acordeón. Nosotros estamos, primero que todo, salvaguardando lo que es nuestra música y queremos sacar adelante a todos estos niños, armar grupos con ellos y, sobre todo, a los niños con discapacidad. Ellos están aprendiendo con nosotros música y está demostrándose que tienen toda la capacidad del mundo para hacer música y mostrar su talento. Ahora, más que nunca, venimos con más ganas, con más entusiasmo que nunca, con más sentimiento para seguir adelante con nuestro folclor vallenato. ”, manifestó el maestro Romero.Con esa misma energía, Brando Pérez Loaiza, bailarín de la fundación delirio, en Cali, sostiene que la alegría de la Feria de Cali no paró un solo día de mostrar la tradición de la fiesta salsera a Colombia y al mundo.“Bueno, ya al no tener los teatral, tener los escenarios cerrados, tener, por decirlo así, la Cenital cerrada, ya tocaba proyectar desde la casa, tratar de inspirar también a los niños jóvenes, tratar de ir a mostrar los espacios de Cali, ir a la Ermita, al Gato, al centro y al barrio obrero, a los monumentos y mostrar esa Cali cultural, esa Cali artística de la que todos nos sentimos orgullosos”, expresó Brando Pérez.Podría leer: Francés aprovecha el Salsódromo de la Feria de Cali para proponer matrimonio a su noviaEsta ha sido una de las fiestas más difundidas por los artistas desde diferentes escenarios durante la pandemia. Personajes como Viviana Vargas, campeona mundial de baile, líder de la fiesta caleña.“La comunidad y los líderes políticos de este país deben entender que el arte y la cultura son el bálsamo para todas las cosas complejas que tiene que llevar y sobrevivir un país”, dijo Viviana Vargas.Durante los meses en los que la fiesta se ha transformado, surgió el tema de la inclusión, base de la fiesta para un pueblo. “No habrá nunca inclusión si la comunidad no es la que está organizando su propia fiesta y sus actos culturales”, indicó el historiador Marcos González.La alegría y el color de la tradición musical regresaron a las calles en la Feria de Cali. Los tambores, marimbas y violines volvieron a la tradición en el Petronio Álvarez.“Los que son artistas y cantan dan a conocer su música, y sus proyectos. Las artesanas que viven aquí en Cali dan a conocer sus propuestas. Entonces, de alguna manera, se convierte en un escenario que da voz a esas voces que siempre han estado allí, que están aportando, que están creando, pero que no son escuchadas”, comentó la líder del Petronio Nidia Góngora.Para Ana Copete, directora del Festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez, la cultura permite generar identidad, pese a las adversidades. Además, con ella se puede reconstruir y sobrevivir.Puede ser de su interés: Un recorrido por el Museo Nacional demuestra que la belleza no solo entra por los ojos
Historias que se repiten a diario dejan ver dos caras opuestas del sistema de salud en Colombia. Una, la de las claras fortalezas como la alta cobertura, pero la otra cara es la de las debilidades, que se hacen más evidentes al entender que salud no es solo que le den un medicamento, una cita o le autoricen un procedimiento.“El derecho a la salud no es ser atendido solamente, es el derecho a gozar del mejor nivel de salud posible. Salud, no atención de la enfermedad”, señala de manera contundente Mario Hernández Álvarez, coordinador de doctorado interfacultades en Salud Pública en la Universidad Nacional.En 1986, delegados de 38 países adoptaron la Carta de Ottawa que definió varios prerrequisitos para la salud. Ellos son: la paz, la educación, la vivienda, la alimentación, la renta, un ecosistema estable, la justicia social y la equidad. Todas condiciones que están fuera de los hospitales y que exigen la participación de muchos actores y sectores, entre ellos, el sistema de salud que se ha centrado en la enfermedad, es decir, en la prestación de servicios curativos y complejos más que en garantizar que el ciudadano permanezca sano.Cronología de los hitos del sistema de salud en ColombiaPromoción y prevención“A quién de ustedes los ha llamado su EPS para (decirle) ‘oiga, usted no ha venido a tamizaje en salud oral, no ha venido a consejería en psicoactivos’, no lo llaman, si acaso llaman para la citología”, cuestiona Luis Jorge Hernández, médico salubrista y epidemiólogo de la Universidad de los Andes, agregando que “hay que buscar las personas, hay que ir a las casas, las aseguradoras deben ir”.El experto menciona algunos ejemplos de acciones llamadas de promoción de la salud y prevención de la enfermedad, tareas que también corresponden al sistema de salud y que no son nuevas, hace rato están en la norma, pero su aplicación se convirtió en una utopía.La Ley 100 tiene ya 28 años de creada, en los que se le han hecho casi 3 mil ajustes normativos, a esto se suma una pionera ley estatutaria que, en el 2015, hizo de la salud un derecho fundamental, pero aún ese derecho no es efectivo.El eje del sistema de saludEl eje, el centro del sistema de salud, no son las EPS ni el ministerio, tampoco los hospitales, clínicas, gremios o la superintendencia, sino los ciudadanos, los más 50 millones de colombianos.“Para mí es muy claro que todos tenemos que ir para el mismo lado. Aquí no se trata de buscar culpables”, comenta Jorge García, de la Fundación Retorno Vital.A su vez, Claudia Beatriz Naranjo Gómez, activista del derecho a la salud, enfatiza en que “no podemos hacerle más remiendos a la Ley 100, tenemos que reorganizar todo el proceso desde su concepción”.El sistema de salud en Colombia: ¿qué hacer para tener uno más equitativo, inclusivo y justo?“Se necesita hacer cambios estructurales en la ley y no creo que con paños de agua se vaya a resolver”, señala Yaneth Cerón Fabara, coordinadora del programa de salud del Consejo Regional Indígena.“Llegó la hora de que los pacientes seamos pacientes cuando estamos enfermos, pero llegó la hora en que los ciudadanos dejemos de ser pacientes”, puntualiza Gustavo Campillo, de la Fundación Rasa.Ellos son ciudadanos activos que llevan años trabajando por el derecho a la salud, a la participación ciudadana, buscando que se haga control social sobre la gestión pública y queriendo ser tenidos en cuenta en la toma de decisiones. No ha sido fácil, pero poco a poco han ido capitalizando el esfuerzo.Para no ir muy lejos, la ley estatutaria es tal vez el mayor logro de la participación ciudadana en materia de salud, por eso no desfallecen, conocen el sistema de salud al dedillo, tienen claros los diagnósticos y también las soluciones, por ejemplo, frente a uno de los aspectos más sensibles del sistema: los recursos. "Un buen sistema de salud es un potente instrumento de paz": reflexiones del médico Saúl FrancoExpertos manifiestan que más que falta de plata, el problema es cómo se administra.En medio de tantos desafíos, ellos también proponen ajustes en el modelo de atención en el que se prioricen la promoción de la salud, la prevención de la enfermedad y no solo la atención al enfermo. No hay que ir tan lejos para ver que este modelo sí es posible, un buen ejemplo es el del funcionamiento del Sistema Indígena de Salud Propia e Intercultural (Sispi).“Tenemos organizadas zonas de cuidado con 120 familias, se les asigna agentes de salud comunitarios que visitan cada familia diagnóstica de su condición de salud y, a partir, de allí un ejercicio de cuidado basado en el saber ancestral”, cuenta Yaneth Cerón Fabara, coordinadora del Programa de salud del Consejo Regional Indígena.Además, tienen dinamizadores agroambientales que evalúan las condiciones del territorio. Un enfoque centrado no solo en el individuo sino en la familia y la comunidad, saberes que se complementan con prácticas convencionales. Lo que hay es una larga lista de propuestas. La campaña por el derecho a la salud, por ejemplo, tiene 5 mandatos ciudadanos para construir un mejor sistema de salud y ya hay experiencias nacionales e internacionales que demuestran que sí se puede avanzar hacia un mejor sistema de salud: humano, único, equitativo, inclusivo, justo incluso con el talento en salud.Reviva completa la novena entrega de El proyecto es Colombia: saludEntre más rápido logremos un verdadero sistema de salud, más rápido evitaremos pérdida de calidad de vida, enfermedades y muertes prevenibles y al final tendremos menos sufrimiento.Las propuestas están sobre la mesa. Piden romper la apatía y la resignación con lo que tenemos y mejor construir entre todos a partir de un diálogo tranquilo en el que se recojan las propuestas y se logren acuerdos mínimos partiendo del interés general y no particular y, lo más importante, teniendo en cuenta el sentir de la gente.
Colombia ha vivido un largo conflicto armado que así no se crea impacta en la salud y afecta a todos. El doctor Saúl Franco hombre ha dedicado su vida a estudiar y trabajar en esa relación entre violencia, salud, guerra, conflicto armado y paz. Hoy comparte algunas de sus reflexiones.Doctora Fernanda Hernández: Dr. Franco, usted es médico, es salubrista, en este momento es Comisionado de la Verdad, quisiera invitarlo a que nos devolvamos un poquito en el tiempo a la Facultad de Medicina y de Salud Pública de la Universidad de Antioquia, porque usted fue alumno y amigo de un salubrista pionero y que muchos colombianos están conociendo en este momento por la película 'El olvido que seremos', el doctor Héctor Abad Gómez. Comparta con nosotros un poco de esa relación personal y profesional.Dr. Franco: Muchísimas gracias por esta pregunta que me devuelven el tiempo y me conmueve, y me toca mucho porque realmente yo tuve la suerte de ser uno de los alumnos del Dr. Héctor Abad. Luego fuimos compañeros de trabajo y creo que tuvimos un nivel de amistad y de mutuo aprecio y respeto y, fuera de eso, con la muerte de él yo tuve que salir al exilio. De manera que hay una relación fuerte, larga y muy significativa para mí. Yo antes de entrar a la facultad de Medicina, ya sabía de la existencia del Dr. Abad. Que él era un personaje en Antioquia, estamos hablando de la mitad de la década del sesenta, el doctor Abad había luchado persistente y largamente por las cuestiones básicas de salud pública en el departamento y en el país. De hecho, como la película lo señala, él fue uno de los pioneros de la vacunación en Colombia, pero además era un luchador porque la gente tuviera agua limpia, porque tomará leche de buena calidad, porque nadie se acostara con hambre, porque la gente viviera en unas condiciones dignas, que las casas no fueran pues con piso de tierra, como siguen estando en tantas partes, y él no solamente hablaba de eso. Él trabajaba en eso.Cronología de los hitos del sistema de salud en ColombiaY, finalmente, ya él entró de fondo en la defensa de los derechos humanos. Fue presidente del Comité Departamental, con un valor muy grande, y fue en ese momento cuando ya decidieron asesinarlo a él, pero no solo a él, a él y a otra cantidad de compañeros. Doctora Fernanda Hernández: El exilio con el dolor, con el desarraigo que trae, de alguna forma le abre otras puertas desde lo académico, desde la investigación, desde lo laboral, cuéntenos qué pasa.Dr. Franco: Ahí sí me cambió mucho en la vida porque hasta ahí yo era un investigador de malaria. Para mí eso fue como en la señal que la vida me dio de que cambiara de tema y, efectivamente, yo dije bueno, debo empezar a pensar este tema de la violencia y la salud Abad. Había hecho ya un congreso sobre violencia y salud y dije 'este es el camino' y empecé a trabajar este tema y te digo que hasta hoy porque yo creo que estoy ahora en la Comisión de la Verdad en parte por esos treinta años de trabajo sobre la relación violencia, salud, conflicto armado, guerra, salud y paz.Doctora Fernanda Hernández: Dr. Franco, y desde la Comisión de la Verdad cuáles son las conclusiones hoy del impacto del conflicto en la salud de los colombianos.Dr. Franco: Este conflicto nos ha costado en Colombia muchas muertes, no hay una cifra y yo creo que en la Comisión lo esencial no es que nos comprometamos con una cifra, pero sí son muchos, miles de muertos, centenares de miles de muertos que hemos perdido porque esta confrontación armada, pero a más de perder la vida física y que te asesinen, es que hay una cantidad de desaparecidos, que ni siquiera sabemos si están vivos o están muertos. Es que si uno ve el dolor de esas mamás buscando esos hermanos o de esas esposas o de esos hijos buscándolo. Eso es un desespero terrible y con el secuestro pasa lo mismo, produce el efecto directo y una cantidad de efectos indirectos en la familia, en el entorno laboral amistoso, político, con una cantidad de consecuencias en el sueño, en el apetito en la tranquilidad para vivir diariamente y eso necesariamente, o con demasiada frecuencia, se convierte también en problemas físicos. Pero, además, el conflicto le ha producido al sector salud un daño tremendamente grande, porque es que la cantidad de recursos que el sector salud ha tenido que asignar atender víctimas de violencia, tanto las víctimas directas como los heridos, los discapacitados, los que han perdido sus miembros, etc.El sistema de salud en Colombia: ¿qué hacer para tener uno más equitativo, inclusivo y justo?Pero, además de estos costos es que el sector salud ya ha tocado también poner una cuota grande, o sea, estamos ahora registrando en la cantidad de personal de salud promotora rurales auxiliares de enfermería, médicos, bacteriólogas, odontólogos de las distintas profesiones de la salud que han muerto por el conflicto o que fueron amenazados por el conflicto o que tuvieron que salir del país por el conflicto. En eso hay una cantidad muy grande y otras cosas, ya digamos que son digamos de un nivel de barbarie muy grande.En la Comisión identificamos ya, entre 1995 y 2000, 16.104 pacientes civiles y 14.000 pertenecientes a grupos armados que fueron asesinados en instalaciones de salud o en ambulancias 104 personas.No hay duda de que hay una afectación muy grave de la salud física y mental de la pérdida de vidas humanas, grandísima, y del deterioro de la calidad de vida, yo, diría que casi todos los colombianos y colombianas.Doctora Fernanda Hernández: Dr. Franco, en cuanto esta realidad tan dolorosa, ¿cómo puede nuestro sistema de salud aportar a esas salidas y a esas soluciones?Dr. Franco: Yo creo que un buen sistema de salud es un instrumento muy potente de paz. Un sistema de salud, que parta de reconocer la compleja realidad nacional, estas inequidades tan grandes que hay estas diferencias regionales que hay y estas diferencias étnicas, tan grandes que hay si somos capaces de construir un modelo de salud, que mire a eso, y que se proponga, como base superar esas inequidades y crear unas condiciones básicas de bienestar, yo creo que eso sería un aporte sustantivo a la cuestión de la paz yo he escrito que sin paz no hay salud y sin salud, no hay paz y parte de la salud es el sistema de salud.Doctora Fernanda Hernández: Precisamente, nuestro sistema de salud tiene unos diagnósticos ya muy claros y también unas propuestas muy claras. ¿Por qué no ha sido posible dar ese paso, esos hechos que le den un tratamiento adecuado que piensa usted?Dr. Franco: Yo creo que más allá de las diferencias de enfoques, es una diferencia de intereses y que nunca el interés de la mayoría de la población ha alcanzado a primar sobre algunos sectores muy fuertes, porque aquí tú sabes que lo que está de por medio son muchos billones de pesos.Pero también hay que decir, creo, que a veces en la sociedad nos falta como tener más conciencia de estas cosas y ser capaz de reclamar con mayor fuerza, con mayor valor. La salud no sea una causa colectiva, que tenga una capacidad de movilización colectiva va a ser muy difícil que se pueda hacer digamos ese ajuste de intereses que conduzca finalmente a que se produzcan sistemas de salud más más universales, más equitativos con una presencia más fuerte del estado y con una alta eficiencia y calidad.Reviva completa la novena entrega de El proyecto es Colombia: saludDoctora Fernanda Hernández: Antes de terminar, tengo que preguntarle por el COVID, por esta pandemia. Además, porque usted lo vivió en carne propia, incluso usted escribió una crónica, ‘Mi vivencia con COVID-19’, comparta con nosotros algunas reflexionesDr. Franco: Yo creo que esta sensación de incertidumbre que nos ha dado la pandemia es muy importante. Yo te digo que, para mí, digamos esto, es entender que cada día nuevo de vida es un milagro. Entonces toda esta reflexión del valor de la vida, de mi vida, de la vida de cada ser de cada ser humano, que es supremamente importante, yo creo que esta pandemia nos está dejando lecciones muy grandes que ojalá las asimilemos.
1975: Decreto 056 reglamenta el Sistema Nacional de Salud Colombiano (SNS). Por primera vez se estructura un sistema de salud.1991: Ley 10 reorganiza el Sistema Nacional de Salud con la descentralización político-administrativa del servicio. Queda en manos de alcaldes y gobernadores.El sistema de salud en Colombia: ¿qué hacer para tener uno más equitativo, inclusivo y justo?Hasta ese momento, la gente de estratos altos accedía a servicios particulares; los de estrato medio (trabajadores formales) a través del Seguro Social, y los estratos bajos eran atendidos en hospitales públicos.1993: La ley 100 crea el Sistema General de la Seguridad Social en Salud. Establece una afiliación obligatoria a través de las Entidades Promotoras de Salud (EPS), que administran los recursos de las cotizaciones, ofrecen un paquete de servicios o Plan Obligatorio en Salud (POS), a través de las instituciones prestadoras de servicios de salud (IPS)."Un buen sistema de salud es un potente instrumento de paz": reflexiones del médico Saúl FrancoEl más reciente cambio fue:2015: Ley estatutaria 1751, que define la salud como un derecho fundamental que tiene que ser provisto y protegido por el Estado colombiano. Sigue estando en el papel.Reviva completa la novena entrega de El proyecto es Colombia: salud
El precio de pensar distinto en Colombia. Para entender mejor por qué razón hemos caído en la polarización de hoy, que no nos permite abrir la mente para entender al otro, Noticias Caracol habló con Mauricio García, escritor y columnista de El Espectador.¿Por qué la diferencia y diversidad se volvieron blanco de ataque?: dos historias para reflexionarGarcía Villegas es doctor en Ciencias Política de la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica, y doctor honoris causa de la Escuela Normal superior de Cachan, Francia.Es profesor del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Colombia.Esto fue lo que dijo.Tres maneras prácticas para ser un poquito más felices: diálogo como Bernardo StamateasReviva la octava entrega de El Proyecto es Colombia
Para hablar de tolerancia y de cómo enfrentar ese universo de las redes sociales, Noticias Caracol conversó con el doctor en Psicología Bernardo Stamateas, una referencia obligada a la hora de tocar los temas de liderazgo y superación personal.¿Qué podemos hacer en Colombia para comprender mejor al otro?: Mauricio García respondeEl profesor Stamateas tiene, entre sus muchas publicaciones, ensayos que le han dado un reconocimiento en muchos lugares del mundo: "Gente tóxica", "Quiero un cambio", "Emociones lastimadas" y "Quererme más".Esto dijo sobre la tolerancia y felicidad.Reviva la octava entrega de El Proyecto es Colombia¿Por qué la diferencia y diversidad se volvieron blanco de ataque?: dos historias para reflexionar
Siempre se dice que hablar de política o religión pone en riesgo la convivencia en la familia y en la sociedad. Sin embargo, los dos temas son parte inherente y vital de la vida de la gente y por esa razón pretender no hablar de esos asuntos es prácticamente imposible. Alejandra Giraldo nos muestra dos escenarios donde se dan las rupturas familiares y sociales, que van desde los problemas en la casa, en la escuela y en la universidad, hasta las diferencias en los escenarios laborales y en el mundo de las redes sociales. Dos historias para reflexionar sobre la diversidad.En un universo donde la diversidad prima, vivimos en sociedades donde esa misma diversidad se convierte en motivo de señalamientos y hasta de discriminación.“El ser humano rechaza por miedo a lo que no puede controlar, genera miedo, y esto está relacionado por el otro lado con la confianza. La confianza y el miedo funcionan por las mismas vías, pero de manera diferente: o confío o temo, o temo o confío. Entonces cuando no confío porque no puedo controlar, genero temor y empiezo a ver a todo lo diferente como enemigo, y quiero destruir, luego quiero volverlo parte mía, pero son dos errores porque la diferencia hace que crezcamos. En la naturaleza todo es diferente. Lo vemos en todas las especies hay unas que nadan, otras que vuelan, otras que reptan, otras que caminan, si todo fuera igual sería caótico”, dice el psicólogo Santiago Rojas.¿Cuándo y por qué la diferencia y la diversidad se convirtieron en un blanco de ataque?“Eso es una construcción social pero no tiene sentido en la naturaleza. Un animalito por ejemplo nos ama siendo gordos, flacos, de cualquier tipo de género, raza, o característica o cultura”, agrega Rojas.Y desde ese primer momento de la formación y la construcción del ser humano se alimenta una realidad a blanco y negro, y se perpetuán los modelos que llevan a personas como Jorge, que sienten que no encajan en ellos, a vivir en modo automático: el deber ser era tener una novia y, cumpliendo la regla, pues eso fue lo que hizo por 12 años.“Y un día me pregunté: ¿yo por qué no soy feliz, a mí qué me hace falta? si yo soy un buen hijo, juicioso, trabajador, estudio superbién. Nos sentamos a hablar y le dije: yo no sé si usted es mi hermana, mi novia, mi amiga, yo siento que no puedo tocarla y me dijo Jorge, yo también”, relata Alejandro.Tres maneras prácticas para ser un poquito más felices: diálogo como Bernardo StamateasY se liberó de un primer piano a cuestas y se perdió del mundo que lo conocía para encontrarse a sí mismo. Se fue de su pueblo natal a vivir a Medellín, y durante cinco años no regresó al lugar donde nació y creció.“Quería saber si era o no era cierto. Si era una moda, si era un momento de una noche, si era placer, diversión. Pero entendí que no era eso, que era que estaba en mí, nació en mí. No lo descubrí a tiempo, pero estaba en mí”, relata.Y empecé a trabajar y sufría demasiado, sufría por mis papás. La familia se convierte en el principal núcleo de discriminación y en el que uno se siente mucho más presionado, pero es por falta de educación”, indica el hombre.“Lo primero es saber que nosotros necesitamos de la autoestima, que es la valoración justa de quienes somos. Esa valoración justa requiere de dos cosas fundamentales, saber a dónde puedo llegar y dónde no me puedo pasar. O sea, yo no puedo pretender ser lo que no soy. Pero sí puedo desarrollar lo que soy, de la mejor manera”, agrega Rojas.Y tras encontrarse y encontrar el amor, Jorge decidió desarrollar lo que realmente era y de la mejor manera.“Yo ya trabajaba en Grupo Nutresa, Nacional de Chocolates, el sueño también de mis papás de que yo tuviera una posición en el agro, proyectos trabajando con ingenieros agrónomos, de botas, en campo que es mi pasión. Y esa noche les dije: ‘Papás, Alejandro no tiene novia, Alejandro tiene un novio’”, cuenta el ingeniero.“La reacción de mi papá no fue la mejor. Yo estaba preparado para una reacción difícil y sabía que me tenía que regresar a mi casa. Sin embargo, desde ese momento no tuve a mi papá durante tres años más o menos. La relación se fracturó. Y, bueno, entendí que quería gozar de felicidad, quería gozar de tranquilidad. Sabía que es lo que yo soy era primero, mi tranquilidad, mi felicidad, y que no le estaba haciendo mal a nadie”, indica.“Lo que no podemos es dejar que la opinión de los demás determine cómo yo me siento. Este espacio de vida donde yo habito que tiene mente y cuerpo, debo definir cómo tiene que funcionar, y para eso tengo que empezar por la aceptación de mí mismo”, indica Rojas.Y aunque ahora vivía más livianito, el costo de ser y pensar diferente le tenía una factura pendiente a Alejandro.“Después de eso empecé con unas arritmias, empecé a sufrir del corazón y empezó el tratamiento. Mi mamá superpendiente de mí y un día deciden operarme, me ponen un marcapasos, mi papá se entera de que me operan y cuando desperté de la cirugía al lado mío estaba era mi papá, porque simplemente soy su hijo. En ese momento un papá que buscaba mi perdón y los hijos no tenemos que perdonar a los papás simplemente son nuestros papás. Y desde ese día es otro papá, otra familia, una persona que me admira, que me acompaña”, explica el ingeniero.¿Qué podemos hacer en Colombia para comprender mejor al otro?: Mauricio García respondeY se construye de nuevo la estructura familiar pero basada en el respeto.Respeto. Un valor que por un poco más de 30 años buscó Alejandro para poder tener la tranquilidad de vivir siendo quien es.Casi el mismo tiempo que le tomó a Manuela hacer lo mismo.“Me autorreconozco como una mujer gorda hace aproximadamente unos 5 años, de 30 que tengo. Entonces pasé 25 años en una negación, porque con la gordofobia que es una fobia que está muy extendida y es una invisibilidad maltrata a las personas que tenemos cuerpos gordos”, dice Manuela.Gorda o gordo, una palabra que no debería ir más de ser lo que es: un adjetivo calificativo como rubia, alto, pelinegro, blanca o morena. Pero se convirtió en un insulto, en una forma de descalificar, de segregar, de humillar a una persona.“Que cuando te vayas a montar a un bus te dé mucho miedo de no caber en la registradora. Eso es algo que por ejemplo a una persona de talla regular nunca le ha pasado, entonces no lo dimensiona. Habitar un cuerpo gordo en una sociedad gordofóbica supone un estrés constante. Todo el tiempo”, explica la joven.“¿Luchaste por ser delgada? Toda la vida, mucho, mucho. Yo desde muy chiquita, más o menos desde los 11 años, empecé a tomar pastillas para adelgazar. Y a los 17 que me gradué del colegio, les dije a mis papás: yo no soy capaz de entrar a la universidad con el cuerpo que tengo; ustedes verán: o me quedo en la casa, o me dan la lipo”.La discriminación y el matoneo es un fenómeno con un impacto absolutamente trascendental en la sociedad. No sólo por las secuelas sicológicas que deja en los individuos que la padecen, es un problema que trasciende hasta lo económico: muchas personas se desescolarizan y así disminuye su capacidad laboral productiva, su capacidad de progreso.“Tú no sabes lo que me paso en mi primera entrevista laboral. Llegué con mi mejor cara, mi mejor sonrisa: ¡doctor como está y no sé qué!, y él me dice: ‘Querida, contanos, ¿vos por qué estás tan gorda? Y yo le dije: ‘no es que yo disfruto mucho comer’, y él me dijo: ¿cuánto pesas tú? Le dije como 90 kilos, y él me dijo: aquí sacrificamos los cerdos de 70 kilos. A partir de ahí yo nunca busqué trabajo. Los trabajos que han llegado a mí es porque el universo me ama mucho, porque yo nunca quise volver a presentar una entrevista laboral”, agrega la activista,Y pasó lo inevitable, Manuela se operó y pensó que con la lipo no solo desaparecerían los rollitos, sino también los rechazos, las burlas, y el matoneo, y llegaría la autoaceptación.“Y ahí hay uno de los grandes aprendizajes de mi vida y es que una autoimagen corporal negativa no se opera”, dice.Y no tuvo otra opción que acallar las voces que venían de afuera y la descalificaban por ser diversa y comenzó un camino de enfocarse en el interior: conocerse, amarse, cuidarse, respetarse y aceptarse.Y como el universo la quiere tanto, le mandó las pasarelas a Manuela para que visibilizara los cuerpos diversos. Manuela fue la protagonista del primer desfile de mujeres de tallas grandes que se hizo en la feria de moda más importante de Latinoamérica: Colombiamoda. Y sacando el pecho y mostrando curvas ilumina el camino de las mujeres que, como ella, una vez quisieron estar en la sombra.Y eso es el activismo gordo: un mensaje de amor propio, pero también de trasformación social.“Respetar sería lo ideal en la naturaleza humana, que respetáramos que el otro fuera diferente, pero llegaríamos mucho más lejos si aceptáramos la diferencia y la valoramos como esencial para la vida, no para la supervivencia, sino para la vida con calidad”, reflexiona Santiago Rojas.Alejandro hoy trabaja en una de las empresas más grandes de Colombia y creó en su interior el comité de diversidad e inclusión y dicta una charla que lleva por nombre ‘Me permito ser, me cumplo".Se casó y la boda fue un sueño y, por supuesto, su papá lo acompañó.Manuela creó una línea de ropa deportiva para mujeres gordas, una que no incomode y les alimente la fuerza y las ganas.Reviva la octava entrega de El Proyecto es ColombiaSer mejores como individuos y como sociedad, ese sería el mejor de los propósitos para el 2022. Que las diversidades no pesen, ni nos dividan. Que nos reencontremos, que el respeto sea el protagonista, como dijo Santiago Rojas, no para sobrevivir, sino vivir y con calidad de vida.
Nadie más autorizado en Colombia para hablar de paz, que el padre Francisco de Roux, presidente de la Comisión para el esclarecimiento de la verdad. Muchos colombianos, que tuvieron participación en el conflicto como actores armados, empresarios o políticos, o como víctimas, han pasado por esta institución creada al amparo del acuerdo con las FARC.El mensaje de los awá: andar bonito por la vida y cuidar la naturalezaMuchos han pasado, y sin duda muchos quieren contribuir con su verdad, pero otros insisten en ocultar o tergiversar la historia.¿Qué tanto daño hace ese silencio a la paz de Colombia? Esto dijo el padre Francisco de Roux, un sacerdote jesuita, economista, filósofo y con un amplio reconocimiento como gestor de paz.Caldono, un territorio azotado por el conflicto, hoy ve caminar la esperanza por sus callesReviva completa la séptima entrega de El proyecto es Colombia: Paz y Memoria