Las postales de la crisis medioambiental ya las conocemos y las vemos cada vez con más frecuencia: devastación, ríos contaminados y mala utilización de los recursos.
Muchas son las huellas del consumismo, de la producción desenfrenada, de la falta de conciencia de quienes producen y de quienes consumen. Sin embargo, y por fortuna, esta realidad ya empezó a hacer mella en una sociedad que poco a poco está entendiendo que el Planeta se nos está acabando y la presión social se está trasladando al mundo empresarial.
Johana Cerpa, vicepresidenta de asuntos legales y corporativos Coca-Cola FEMSA, dice que este gigante de las bebidas entendió que solo protegiendo el recurso clave para su producción y para el medio ambiente podrán ser sostenibles como negocio, como empresa y como industria.
"Si no tenemos política de protección ambiental, no somos nada. Para nosotros, el agua es nuestro principal insumo y, si no garantizamos tener agua a futuro, no podemos seguir operando. Nos pusimos una gran meta que era devolverle a la naturaleza el 100 % del agua que nosotros utilizamos en nuestra operación”, asegura.
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Esa misma política la plantea Alexandre Lemos, el presidente para Colombia de la compañía Natura, que produce cosméticos y bienes de aseo personal, basados, dice él, en insumos netamente naturales.
El asunto se ha vuelto tan importante que ya en Colombia muchas compañías hablan de las ganancias verdes, la ecoeficiencia, la utilidad más allá de los números y las ventas.
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El presidente de ISA, la empresa más importante para la interconexión eléctrica del país, también da fe de que toda industria debe tener la protección del medio ambiente como parte de sus políticas y estrategias sin importar a qué se dedica.
Y como el tema es corporativo y cultural, también es político. La meta de cientos de gobiernos del mundo es reducir en un 50 % la emisión de esos gases efecto invernadero de aquí al 2030.
El papel de los consumidores
Todo esto, por su puesto, deberá ir de la mano de cambios de hábitos de consumo, de cambios en las conductas de quienes de manera desenfrenada compran, acumulan y presionan a que ese círculo perverso destruya nuestro Planeta.
Sin ese cambio, nada servirá para terminar con la devastación, dicen los expertos, que hace solo unos días alertaron por las impresionantes imágenes de toneladas de ropa desechada en el desierto de Atacama, en Chile. Una muestra más de los efectos del consumismo desenfrenado y la producción desbocada para atender la insaciable necesidad de comprar, de tener y de usar poco para desechar rápido.
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Las esperanzas están puestas en que la misma sociedad cambie, para que sus hábitos de consumo sean realmente compatibles con la protección del medio ambiente.