Cuando parecía que el servicio de telefonía fija estaba mandado a recoger, nace un emprendimiento que le inyecta oxígeno y lo hace esencial otra vez, pero de una manera distinta.
Empresas como Wekall, creada en Cali, se conocen en el ecosistema emprendedor como startups, emprendimientos digitales que crecen rápidamente ofreciendo soluciones a los ciudadanos a través de la tecnología.
“Una empresa digital es aquella que entendió que el mundo cambio, es una empresa que tiene la capacidad de transformar una industria… Wekall es un servicio de telefonía empresarial en la nube. Cuando llamas a una clínica y te atiende un menú, 'si necesitas esto, marca 1', nosotros hacemos todo este servicio, pero lo prestamos desde la nube”, comenta Julián Sánchez, cofundador de Wekall.
Felipe y Julián Sánchez son dos hermanos caleños que ya habían emprendido antes, pero, como les pasa a muchos, se fueron a bancarrota por mal manejo de sus finanzas.
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“Emprender en Colombia es todo un reto, a nosotros nos tomó más de dos años y 50 pitch de inversión conseguir nuestro primer peso”, señala Felipe.
Aun así, en dos años han logrado recaudar 1,2 millones de dólares, que son más de 4.000 millones de pesos, con inversión extranjera directa y, en menos de siete meses, han empleado a 70 personas.
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“Ayudamos a las empresas a ahorrar hasta el 60% de lo que gasta en el mes en comunicaciones”, afirma Felipe.
En tan solo cuatro años ha recibido importantes reconocimientos.
“Wekall ha sido reconocida por Amazon Web Services, que es la nube más grande del mundo de computación en la nube, como la empresa más innovadora de Centroamérica y Colombia en el año 2019. En el año 2020, la Andi nos reconoció como la octava empresa más innovadora del país. En septiembre de 2021, en Salamanca, ganamos como la empresa de telecomunicaciones más innovadora en un concurso de emprendimiento”, dicen.
Y es justamente por startups como esta que Colombia está sonando en el mundo alrededor del ecosistema emprendedor.
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Ahora bien, muchas de las empresas como Wekall logran crecer rápidamente por las aceleradoras. Ellos fueron seleccionados por Rockstart, la tercera incubadora más grande de emprendimiento de Latinoamérica, que cuenta con una sede en Bogotá para prepararlos y acompañarlos en el proceso.
“Un programa de aceleración es el que corre dicho programa, pero no necesariamente invierte... Aceleradoras son - como Rockstart - que invertimos un capital, pero también ayudamos por medio de un programa a que los emprendedores puedan crecer”, explica María Camila Rueda, incubadora de Rockstart.
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Sin embargo, uno de sus mayores obstáculos para crecer tiene que ver con el marco regulatorio que se espera se flexibilice con la ley de emprendimiento que facilite el nacimiento y crecimiento de nuevas empresas. Este es justamente uno de los retos para el próximo gobierno.
“Los emprendedores colombianos tienen una berraquera ni la más tremenda... aparte que tú tienes que ver cómo sobrevives en la empresa, tiene toda la hiperregulación del Gobierno... a veces tienes más gente en tu empresa para atender la regulación que para atender las necesidades de tu empresa”, sostiene Felipe Sánchez.
Wekall próximamente abrirá operaciones en México y Chile, y promete convertirse en la empresa de telefonía número uno en la nube, en Latinoamérica.
“Vamos a transformar la industria de las comunicaciones”, asegura Felipe.
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Pero el emprendimiento en Colombia también se mueve alrededor del turismo, un sector que se reactiva con fuerza.
De Cali, nos trasladamos hasta el corregimiento Camarones, en el sur de Riohacha, un lugar bellísimo rodeado de naturaleza y cultura guajira.
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Se trata de dos características que son aprovechadas por algunos locales para desarrollar diferentes actividades turísticas.
“Este emprendimiento nace a través de un proceso de formación... pudimos darnos cuenta de que teníamos muchas riquezas aquí dentro de la comunidad”, señala Kevin Rivadeneira.
Las dinámicas del conflicto armado han tenido un impacto humanitario importante en el departamento de La Guajira, espinas que han dejado cicatrices profundas.
Y, aunque sus habitantes reconocen que esto hace parte de una realidad contada, muchos de ellos están logrando a través de emprendimientos, como Perlaguaneque, que miren con otros ojos estas tierras.
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“Les decimos que vengan, que vivan la experiencia en La Guajira y especialmente aquí en Perico, en Perlaguaneque. Hay que salir de esa estigmatización de que es inseguro, pero no, el departamento de La Guajira nos brinda seguridad”, expresa Kevin.
Y mientras conversamos, en medio de la laguna, un grupo de flamencos nos deleita con su vuelo, aterrizan ahí para alimentarse.
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Son aves migratorias que visitan la zona solo cuando la laguna tiene vida.
“Nosotros estamos tan involucrados con ellas que ya sabemos su comportamiento”, dice.
Un momento mágico para disfrutarlo a prudente distancia. Este emprendimiento que ofrece servicios de ecoturismo cultural y comunitario, impacta a 35 familias, por ahora, pero, entre más visitantes, más empleos podrán generar.
“Hay muchos jóvenes entre 17 y 35 años muy contentos con este emprendimiento. Me dicen ‘oye, yo también quiero ser empresario", afirma.
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“Este emprendimiento significa todo, esto es nuestro sustento, nuestro día a día”, asegura Iber Molina.
Estamos listos. Estamos acá desde las 5 a. m. hasta las 4:30 p. m. de lunes a lunes, con el compromiso de que ustedes conozcan lo que tenemos en La Guajira, en especial en esta comunidad, que es Perico, por medio de Perlaguaneque. Gracias”, agrega.
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En este recorrido, para conocer otras historias de emprendedores colombianos que se hilan en silencio, viajamos del extremo norte al centro, a la región de la Orinoquía, llegamos hasta el municipio de El Castillo, en Meta, donde nació y se está consolidando el emprendimiento de Enith Medellín, hija de campesinos cultivadores de plátano.
“Surgió a través de una necesidad. Teníamos una cosecha, la perdimos. Dije ‘¿qué hago con esta producción?’ No se puede sacar, temas de precio. Me quedé mirando las matas, las toneladas de plátano en el piso y entonces dije ‘hay que procesarlo’”, manifiesta Enith.
Con algunas dificultades, le dio rienda suelta a desarrollar esta empresa de productos comestibles que busca impactar la economía de su región.
“El trabajo de campo es muy bonito, pero es un trabajo muy duro. Acá lo realizamos hombres y mujeres por igual”, asevera Enith.
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Poco a poco, ha construido una planta donde se hornean rosquillas y se fritan pasabocas con la materia prima que no puede comercializarse en las plazas de mercado.
“Aquí ya genero empleo para madres cabeza de hogar, para mujeres rurales, personas de tercera edad, y también tengo población especial. Acá en la planta nos ayuda una chica que es sordomuda”, señala.
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Llegar a esto ha requerido tiempo, esfuerzo, pero, sobre todo, un proceso de sanar heridas, heridas profundas y dolorosas que les dejó el conflicto armado.
Finalizando la década de los 80, Cenaida, madre de Enith, tuvo que abandonar esta tierra por temor.
“Era muy difícil porque usted podía estar en el pueblo, cuando de un momento a otro volaban el puesto de Policía. Los carros de gaseosa o de cerveza los paraban, los robaban. Los asesinaban”, relata la mujer.
“Vendimos 20 gallinas que teníamos y un cerdito y con eso nos fuimos. A los dos años sucedió aquí lo de mi padre, fue asesinado acá, a las 6 a. m., lo llamaron para asesinarlo, con mi hermano el menor, al año siguiente asesinaron a un cuñado”, afirma Enith.
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Cenaida perdió a su familia, se divorció de su esposo. Después de 15 años, sus hijos tomaron rumbos distintos.
“Yo quedé como una gallina cuando cría a sus pollitos, 4 y sola. Empecé a venir por acá, mucha gente me decía ‘Cenaida, regrese a la finca’, pero, pues, con tan malos recuerdos, la verdad es que esto no existía para uno. Me tocó armarme de valor, tenía que valorar este pedacito de tierra”, afirma.
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Eso fue hace siete años. Dejó el miedo y se quedó de nuevo, y con la confianza de que había ganado y le compartía eso a su hija, Enith, quien también decidió quedarse y emprender.
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“Me da mucha alegría y me siento muy orgullosa de ver que ella es tan berraquita. Vea lo que tiene aquí y la idea es esa, que la gente se dé cuenta que, así como ella, puede, pues podemos muchas”, sostiene.
Y mientras muchas ven la pandemia como lo peor que les ha pasado, Cenaida la mira con otros ojos.
“Yo le agradezco a esta pandemia, que hizo reaccionar a mucha gente, de que en el campo está la vida”, anota.
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Pero también está el emprendimiento y la esperanza.