El padre Javier Porras llegó a Caldono como párroco justo cuando se firmó el acuerdo de paz. El pueblo ya había sufrido cerca de 248 incursiones armadas y más de 500 hostigamientos cometidos por las desaparecidas FARC-EP hasta el 2014.
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La sistematicidad de las confrontaciones llevó al deterioro de los planes de vida de las comunidades indígenas y campesinas que habitaban ese territorio. La profesora Samara Guzmán lo resume todo en su doloroso testimonio.
“Como mujeres muchas veces nos acostumbramos a eso, a vivir en la guerra, a exponer a nuestros hijos. A nosotros la guerra se nos volvió costumbre. Nos decían cayó una bomba, mataron a alguien era una cosa normal, pero cuando mi bebé nace digo: ‘No puede nacer en esas condiciones debemos cambiar algo’”, expresó Samara Guzmán.
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Ese es el Caldono que el padre Javier y los 35.000 habitantes de este municipio del Cauca querían cambiar y lo lograron. Se juntaron las víctimas, lideradas por el padre; las autoridades indígenas, la fuerza pública, y los excombatientes y sellaron una alianza que se llama ‘Juntos por Caldono’.
“Nuestra pregunta fue cómo hacer para que la gente volviera a recuperar la confianza de venir a este parque, es que ya la gente no quería salir de sus casas porque en cualquier momento la guerrilla se tomaba el pueblo. Empezamos un trabajo en el que hicimos un proyecto que se llamó ‘De regreso a mi Pueblo’”, declaró el padre Javier Porras.
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Este joven sacerdote, hijo de una familia de artistas, impulsó a los caldoneños a recuperar su pueblo a través del arte. Recogieron sus pedazos y volvieron a armar ese Caldono que añoraron siempre.
Empezaron por el cerro Belén, lugar al que solían subir a hacer asados y a compartir en familia, y al que no volvieron porque la guerrilla se lo tomó para atacar desde allí a la estación de Policía sin importar que sus tatucos y cilindros lo destruyeran todo. Después llegó el Ejército y lo transformó en su centro de operaciones.
Organizaron una minga para recuperar entre todos el cerro. Primero, el Ejército desminó el lugar, luego subieron las víctimas, los alumnos de los colegios, los excombatientes de las FARC, la Policía, y las autoridades indígenas.
Hoy, el cerro Belén es un lugar al que vienen los jóvenes enamorados a jurarse amor eterno, los deportistas a ejercitarse y los estudiantes de las veredas suben en excursión para conocer el nuevo Caldono.
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“Esas son las personas que murieron en todo el espacio del conflicto armado de más de veinte años que sufrió Caldono”, añadió el padre Porras.
No obstante, para lograr un pueblo nuevo no bastaba con el cambio estético y los habitantes se dieron cuenta de que para sanar las heridas que llevaban en su corazón debían hablar de lo ocurrido. Volvieron a llorar a sus muertos, ya sin miedo, juntos hicieron catarsis.
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Cuando se anunció, a finales de 2016, que los hombres y mujeres de las FARC que generaron tanto daño en el pueblo dejarían las armas, las comunidades indígenas abogaron porque lo hicieran allí mismo, en su resguardo.
“Ya han pasado casi los cinco años de la firma de los acuerdos de paz y nos da la razón de que siempre digamos el movimiento indígena le ha apostado a la paz y que, hoy, pasados cinco años sabemos que no todo está perdido, pero bueno, creo que después de la firma hay una calma, y creo que así lo vivimos", indicó Edgar Bomba Campo, gobernador del resguardo indígena de San Lorenzo de Caldono.
Edgar Bomba es un gran impulsor de que las nuevas generaciones nasa se apropien más del territorio, se alejen del consumo de droga y se vinculen a los planes de vida de la comunidad viviendo en paz.
“Ahora es responsabilidad de todos, no solamente de los indígenas, sino también de toda la sociedad del país", agregó Edgar Bomba.
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Los indígenas acogieron a los excombatientes como hijos de esta misma tierra y hasta les dieron parte de su territorio para que se asentaran allí, formaran sus familias y desarrollaran sus proyectos productivos.
“En este momento estamos ubicados en San Lorenzo de Caldono y es parte del ETCR (Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación) que está ubicado en este resguardo que se llama san Lorenzo y la otra mitad del mismo ETCR está en el resguardo de pueblo nuevo”, dijo Nilson Vargas, ex combatiente de las FARC.
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Nilson Vargas, tiene 45 años, nació en este territorio, pero aquí lo conocieron como ‘Leo’. Fue integrante de las FARC durante 20 años y dice que entró a la guerrilla porque, a pesar de que quería ser profesional, solo pudo llegar hasta 10 grado.
“Al principio reunimos 460 muchachas y muchachos, incluyendo guerrilleros y milicianos que estaban activos en ese momento. Fue difícil porque no éramos bienvenidos en este territorio porque estábamos en armas y aquí en este territorio indígena hay autoridades ancestrales, los cabildos y la guardia”, añadió Nilson Vargas.
Acoger a los excombatientes en su territorio fue el primer paso de parte de la comunidad de Caldono para la reconciliación.
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Braulio Vásquez nació en Puerto Boyacá y de los 51 años que tiene, vivió más de 30 en la guerra, militando en las FARC. En 1999, llegó a la columna Jacobo Arenas que operó en el Cauca.
“De todas formas el reconocimiento sí lo hicimos. Nosotros tuvimos un encuentro en abril en Caldono, previo a ese encuentro, tuvimos tres cuatro reuniones. La Comisión de la Verdad nos abrió eso espacios”, declaró Braulio Vásquez.
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En esos encuentros, la gente preguntaba: ¿por qué se ensañaron contra Caldono? y ¿por qué hacerle tanto daño al pueblo que decían defender?
“Afectamos nuestra razón de ser, que es el pueblo, nosotros luchábamos por un pueblo, pues afectamos a nuestra razón. Allí la afectación fue en todo sentido, no solamente las casas, se perdieron vidas, el alejamiento de los muchachos que se van del seno de sus hogares y se van para la guerra. El dolor que le produce uno a las familias, la afectación de la economía, la afectación del turismo”, manifestó Braulio Vásquez.
Braulio trabaja en la Unidad Nacional de Protección y está respondiendo ante la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) por sus delitos, en cuatro de los siete macrocasos que ha abierto la justicia transicional.
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Él, los excombatientes, la Iglesia, la autoridad indígena, el Gobierno local, la sociedad civil, la Policía, el Ejército, y decenas de hombres y mujeres, como Sol Ángela Benavides, que se la juegan por la paz y son hoy los reconstructores del tejido social de un pueblo que le gana la batalla al conflicto.
“Hay tanto por hacer que un día que dejemos sin hacer es lastimosamente porque es el tiempo de la vida de un ser humano. Hay tanto por hacer y digamos que el proceso nos está llevando a otros escenario que no lo dejemos pasar, que no lo dejemos como una piedrita más en el río, sino que lo hagamos sentir y que valga la pena este proceso", manifestó Sol Ángela Benavides.
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Sol Ángela no es una excombatiente, pero les da la mano a los firmantes del acuerdo de paz, como directora de una cooperativa de excombatientes y miembros de la comunidad. Sólo así, cree ella, es posible construir la paz.