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La comunidad de la miel en el bosque de Galilea: un tesoro escondido

Un grupo de campesinos guardabosques que integra la comunidad de la miel, emprendió una cruzada ambiental por la protección de este edén escondido en Colombia.

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Bajo la sombra de los majestuosos Ríos Voladores que parecen colgar del cielo, bañando las montañas y los valles con su humedad infinita, se extiende el último bosque húmedo montano del país, el Bosque Galilea, una joya verde escondida a los pies de la cordillera oriental, que conecta cielo y tierra para nutrir la vida en sus 36 mil hectáreas de vegetación. Desde lo más alto de los árboles hasta las raíces que abrazan la tierra, en cada rincón de este edén la naturaleza se despliega en su forma más pura y ancestral. La comunidad de la miel está ahí para protegerlo.

Lo que hace la comunidad de la miel


A tan solo dos horas y media a caballo desde Villarica, Tolima, uno de los pocos pueblos que se benefician de la cercanía de este imponente bosque, un grupo de campesinos se ha embarcado en una cruzada para proteger este ecosistema olvidado por muchos. Entre ellos se encuentra David Parra, un joven que, junto a sus compañeros, se ha convertido en guardabosques del Galilea. En sus chalecos verdes llevan un lema que resuena con fuerza: Juntos por la conservación de Galilea.

El recorrido hacia el corazón del bosque es desafiante. Las angostas trochas serpentean entre árboles gigantescos y bromelias colgantes, obligando a los caminantes a bajar del caballo en más de una ocasión. Pero para estos guardianes de la naturaleza el esfuerzo vale la pena. Mientras avanzan, David explica cómo, durante décadas, la tala indiscriminada y la caza furtiva hirieron profundamente este ecosistema, casi el 70% del bosque fue talado y muchas especies, como el totumo y varias variedades de canelos, se perdieron casi por completo.

Sin embargo, la historia de Galilea ha comenzado a cambiar. Al internarse en lo más profundo del bosque, entre la sombra de robles centenarios y helechos gigantes, se respira un aire de esperanza. David muestra con orgullo el musgo que recubre los árboles, una alfombra esponjosa que retiene la humedad y garantiza la vida en el bosque. Para él, este rincón del planeta no solo es su hogar, sino también un refugio para la biodiversidad. Es el hogar de más de 389 especies de fauna, entre ellas las abejas, las verdaderas protagonistas de esta historia.

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Las abejas, esenciales para el ecosistema


En lo más profundo del bosque, estas diminutas criaturas, con apenas 1,5 centímetros de tamaño, se han convertido en aliadas insustituibles para la regeneración del ecosistema. Los campesinos de Galilea, ahora convertidos en apicultores artesanales, han introducido las abejas en este entorno natural, sabiendo que son las únicas capaces de polinizar los árboles que se alzan hasta los 40 metros de altura. El ciclo vital del bosque depende de ellas, sin las abejas, el equilibrio de este paraíso se rompería.

Con cuidado y paciencia, los guardabosques han aprendido a extraer miel de las colmenas que, en su mayoría, pertenecen a la especie Apis Mellifera, una abeja africana. El apiario más simbólico de todos se llama El Comino, llamado así por los árboles de esta especie que rodean el lugar, un árbol que en su día estuvo al borde de la extinción, pero que ha renacido gracias a los esfuerzos de los campesinos y las abejas. La miel que se produce en Galilea no solo endulza los paladares, sino que también simboliza una fuente de economía sostenible para los campesinos, quienes rechazan las prácticas comerciales a gran escala, y en su lugar, se enfocan en métodos tradicionales que permiten a las abejas seguir siendo las guardianas del bosque.

comunidad de la miel
"Ayuda muchísimo a todo lo que tiene que ver con la fauna y la flora de este bosque el cultivar abejas dentro del bosque", dicen los apicultores -
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En medio del zumbido constante de las colmenas, los campesinos han encontrado una conexión profunda con la naturaleza, las abejas les han enseñado sobre cooperación y convivencia y el bosque les ha devuelto el equilibrio que una vez se perdió. David explica cómo la miel que producen tiene un sabor único, impregnado del néctar de los árboles nativos del Galilea, como la Almanegra, que le da a la miel un sabor inconfundible y silvestre.

El trabajo de los guardabosques no solo se limita a la protección del bosque y la producción de miel. Durante los últimos tres años han instalado cámaras trampa en diferentes áreas del Galilea para monitorear la fauna. Las abejas, al transportar polen de un lugar a otro, permiten la reproducción de animales en peligro de extinción, como el oso de anteojos y el mono churuco, permitiéndoles encontrar en este bosque su hogar. Con un sentido profundo de respeto por la naturaleza, los guardabosques de Galilea han logrado monitorear y proteger el entorno mediante cámaras trampa que permiten observar cómo la fauna local ha ido recuperando su espacio, lo que para los campesinos es un signo de que sus esfuerzos están dando frutos.

El día en Galilea comienza temprano, con el empaquetado cuidadoso de la miel que luego será distribuida en los pueblos vecinos. Los guardabosques sueñan con llevar esta miel silvestre, 100% natural, a la capital. En lo más alto de la montaña, a 1.700 metros de altura, mientras el sol se oculta, la niebla envuelve los árboles y las abejas siguen zumbando en la distancia, la comunidad de la miel se reúne alrededor de una fogata para compartir sus saberes ancestrales. En este ambiente de camaradería, se transmite de generación en generación el conocimiento sobre la apicultura, la protección del bosque y la importancia de vivir en armonía con la naturaleza.

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Las abejas le han enseñado a la comunidad de la miel sobre cooperación y convivencia, y el bosque les ha devuelto el equilibrio que una vez se perdió -
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David y su equipo de guardabosques tienen claro su objetivo: seguir cuidando y conservando el bosque para que futuras generaciones puedan disfrutar de este paraíso natural. A pesar de las dificultades, como la falta de acceso y recursos, su compromiso con la tierra que los vio nacer es inquebrantable. Con la miel silvestre de Galilea, no solo se endulzan los días, sino que se construye un futuro más sostenible para todos.

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