La mina de El Cerrejón, ubicada en La Guajira, es la mina de carbón a cielo abierto más grande de Suramérica. Desde su inicio, hace cuatro décadas, la extracción de carbón ha implicado una transformación drástica en el paisaje, afectando la biodiversidad y los ecosistemas locales. Sin embargo, en los últimos años, la empresa ha implementado un ambicioso plan de restauración ambiental, que busca mitigar el impacto generado por las operaciones mineras.
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Luis Francisco Madriñán, gerente de gestión ambiental del Cerrejón, lo resume así: "Lo que está ocurriendo aquí es que el cauce tiene capilaridad y permite que el agua fluya hacia el arroyo... el arroyo Bruno, en su nuevo cauce, funciona, está vivo”.
La restauración de más de 4.800 hectáreas que rodean la mina es un testimonio de este esfuerzo. Para evitar que el arroyo Bruno, una fuente vital de agua para la región, fuera afectado por la actividad minera, fue desplazado 700 metros.
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"Era necesario mover el arroyo en orden de que bajo cualquier evento no se fuera hacia los sectores mineros. Decidimos no construir un canal de concreto, sino implementar una restauración de ingeniería ecológica, mezclando hidráulica con ecología", señala Madriñán.
Hoy, el arroyo Bruno es refugio de 26 especies de peces, incluyendo el bocachico de la ranchería, endémico de la zona, y se ha convertido en un corredor biológico donde han regresado especies nativas como el jaguar.
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Indicadores de buena salud en el ecosistema
Jaguares por cámaras trampa instaladas en la zona, simboliza el éxito del plan de recuperación ambiental.
Según Brigitte Baptiste, bióloga y rectora de la Universidad EAN, "la aparición de jaguares en el corredor Wüin Manná desde 2015 indica que hay un punto de paso activo entre las dos serranías, la Sierra Nevada de Santa Marta y la Serranía del Perijá. Esto demuestra que hay suficientes garantías para que los grandes depredadores puedan alimentarse y caminar por el territorio".
La recuperación de este corredor biológico es, según Baptiste, "quizás el mayor logro de este proceso de restauración ecológica".
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Además de la fauna, el suelo también ha jugado un papel fundamental en la rehabilitación del paisaje. Desde el inicio de la explotación minera, el Cerrejón ha almacenado el suelo removido, y ahora lo reutiliza para la recuperación de los terrenos.
"Tenemos entre 41 y 42 millones de metros cúbicos de suelo que nos permiten llevar a cabo el proceso de rehabilitación", explica Madriñán. Gracias a este suelo, no solo se están plantando árboles nativos, sino que también se están generando hábitats acuáticos que permiten el retorno de la fauna y la flora locales.
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Un ejemplo clave de este proceso de restauración es la comunidad indígena Wayúu de Provincial.
Aylin Acosta Pushaina, directora administrativa del vivero comunitario en Provincial, detalla cómo su comunidad ha sido parte activa de la recuperación: "Nosotros mismos nos encargamos de la siembra, los miembros del resguardo Wayúu. Es una cadena en la que, al final, somos un solo equipo: el resguardo y Cerrejón".
Este vivero produce los árboles que luego serán replantados en las áreas afectadas por la minería.
Impacto ambiental del Cerrejón
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El impacto ambiental de la mina, aunque innegable, ha sido mitigado en parte por estas iniciativas de restauración.
Según los datos más recientes, de las 66.526 hectáreas que comprende el área de operación del Cerrejón, solo el 16% está ocupado actualmente por actividades mineras, un descenso respecto al 21.3% registrado en 2014. Además, las coberturas naturales y seminaturales han aumentado, lo que refleja el éxito de las áreas restauradas.
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El balance ambiental de El Cerrejón es complejo. Por un lado, la explotación minera ha dejado cicatrices profundas en el territorio, visibles en los pits o huecos que la minería deja en el paisaje. Pero, al mismo tiempo, la empresa ha emprendido un ambicioso proceso de restauración que, según sus responsables, ha comenzado a mostrar resultados.
"El suelo tiene semillas, y poco a poco, las plantas jóvenes como vaquelias y arbustos nacen espontáneamente", afirma Madriñán. La recuperación es lenta, pero en cada metro de tierra replantada, el paisaje de La Guajira va transformándose nuevamente.
La comunidad científica y las autoridades ambientales seguirán de cerca este proceso. Para Brigitte Baptiste, la reconexión del corredor biológico Wüin Manná es solo el primer paso en un largo camino de restauración.
"Este ecosistema no solo alberga a grandes depredadores como el jaguar, sino que también atrae a especies migratorias, como el murciélago mexicano Lepridotus curazao, que ha encontrado refugio en los cactus de esta región", explica Diana Cuevas, consultora ambiental del Cerrejón.
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El desafío para el Cerrejón y las comunidades cercanas es mantener este equilibrio, donde la actividad minera coexista con la restauración ecológica, permitiendo que La Guajira recupere, poco a poco, su biodiversidad y sus paisajes.
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