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Científicos, pescadores y campesinos, unidos en una cruzada para proteger el río Bita

El Proyecto es Colombia conoció los esfuerzos para cuidar el majestuoso río Bita, en el oriente del país, un afluente clave para las comunidades locales.

Científicos, pescadores y campesinos, unidos en una cruzada para proteger el río Bita

En las vastas llanuras de la Orinoquía, a las afueras de Puerto Carreño, capital del Vichada, la reserva Doña Ana se extiende por el majestuoso paso del río Bita, afluente del Orinoco. Esta relación íntima con el río ha moldeado la vida de sus habitantes, quienes dependen de él no solo para alimentarse, sino como principal vía de comunicación en la región.

En medio de la temporada de lluvias, Alejandro Herrera, dueño de la reserva, explica que la conservación del Bita ha sido siempre la misión de su familia, múltiples generaciones han crecido respetando la fauna y la flora de la región, comprometidos con su cuidado. A su lado, el biólogo experto en agua dulce, Saulo Usma, lidera un equipo de WWF, que junto a otras organizaciones como la Fundación Omacha, el Instituto Humboldt y la AUNAP, trabaja para conservar la cuenca del Bita en colaboración con las comunidades locales.

Así los pescadores se unen para cruzar el río Bita


El compromiso de estos habitantes se hace evidente cuando pescadores como José Humberto y Alexander preparan sus anzuelos para el monitoreo del río. Fernando y Don Luis, pescadores locales, participan activamente en la toma de muestras de peces, conscientes de que su labor no es común.

Científicos, pescadores y campesinos
Se destaca la importancia de respetar las vedas -
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Aquí, los peces no van a parar a la olla, sino a estudios científicos. Blanca Nelly Pardo, una lideresa de la región, destaca cómo las comunidades han aprendido a valorar los tamaños y la diversidad de los peces, transformando la cocina en un laboratorio natural.

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Biólogos y campesinos también hacen parte del equipo


El trabajo colaborativo entre científicos y pescadores es clave. Alexander Urbano, investigador de WWF, subraya cómo combinar el conocimiento local y el científico fortalece el entendimiento de las especies. Mientras los biólogos aprenden sobre la ecología y migración de los peces, los campesinos se benefician de la información técnica que les transmiten los expertos.

La visita continúa hacia la reserva Bojo Nawi, parte de la Reserva de Biósfera del Tuparro. Aquí, las formaciones rocosas del Precámbrico se erigen como testigos silenciosos de la historia geológica. Saulo Usma menciona que estas formaciones del Macizo Guayanés son de las más antiguas del planeta, recordándonos la antigüedad y riqueza de este paisaje.

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En la laguna El Pañuelo, Erika Gómez, bióloga de la Fundación Omacha, destaca la importancia de este cuerpo de agua para especies como el delfín rosado. Este tipo de ecosistemas, formados por afloramientos rocosos, son fundamentales para la biodiversidad local.

Científicos, pescadores y campesinos
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El relato nos lleva a un evento crucial en Puerto Carreño, donde pescadores de toda la cuenca del río Bita se reúnen como parte del esfuerzo educativo de WWF. Durante esta reunión, se destaca la importancia de respetar las vedas, los periodos en los que no se debe pescar para permitir que las especies completen su ciclo reproductivo, los pescadores intercambian sus viejas redes por otras más sostenibles, un acuerdo basado en el compromiso mutuo entre las comunidades y las autoridades.

El río Bita es una cuna natural para los peces


Jaime Rivillas López, funcionario de la AUNAP, subraya que los controles regulares sobre las tallas de los peces garantizan que las especies puedan reproducirse sin presión excesiva. Este monitoreo es fundamental para asegurar que el río siga actuando como una cuna natural para los peces, permitiendo que las poblaciones continúen poblando las llanuras.

El compromiso no se limita a los adultos. Las nuevas generaciones también están asumiendo un papel activo en la conservación del río Bita. Salomé Cuevas, Dana Barreto y Lady Rodríguez, jóvenes lideresas de las cuencas alta, media y baja, expresan su preocupación por la contaminación y la necesidad de educar a las comunidades para proteger el medio ambiente.

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Sin embargo, la cuenca baja, cerca de la desembocadura del Bita en Puerto Carreño, enfrenta los mayores retos, especialmente por el impacto de las poblaciones más grandes y la cercanía a Venezuela, donde falta mayor conciencia en la protección de las cuencas.

Científicos, pescadores y campesinos
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El río Bita, declarado sitio Ramsar en 2018, es uno de los pocos ríos en el mundo donde toda su longitud, 598 kilómetros, está protegida bajo un acuerdo internacional que busca su conservación y uso sostenible. Aquí, autoridades, organizaciones ambientales y comunidades trabajan codo a codo para proteger este valioso ecosistema, con la esperanza de que futuras generaciones continúen esta labor esencial.

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