En el mundo, cada segundo se publican en promedio 9 .500 tuits, se ven 61.000 videos de YouTube, se envían 1.1 millones de mensajes de WhatsApp, hay 35.000 personas activas en Facebook, se hacen 98.000 búsquedas en Google y se comparten al menos 1.100 fotos y videos en Instagram. Es una verdadera explosión de información; sin embargo, en esta revolución tecnológica que ha cambiado, entre otros, nuestra forma de socializar y de comunicarnos, estamos olvidando algo esencial en la comunicación humana: escuchar. Conozca cómo está la salud mental de los colombianos, en la séptima entrega de El Proyecto es Colombia, tercera temporada.
Todos llevamos en la mano un dispositivo que atrapó nuestra atención, que transformó la forma como nos comunicamos, socializamos e, inclusive, se ha metido en el mundo laboral. Es así como la virtualidad amenaza la vida cotidiana del cara a cara.
La revolución tecnológica cambió la forma de socializarnos
Algo tan esencial como escuchar es algo que estamos olvidando en la comunicación humana.
“Muchas veces no tenemos tiempo para eso, andamos a 100 por hora en esta vida”, señala Mauricio de la Espriella Perdomo, presidente de la Asociación Colombiana de Psiquiatría.
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“Escuchar es la base de la sociedad y las relaciones humanas. La mayoría de diferencias o malentendidos que puedes tener es por la diferencia entre oír y escuchar”, agrega Victoria Arciniegas, directora de la estrategia Porque quiero estar bien.
Y varios olvidan eso porque “las redes sociales muchas veces hacen que las personas estén inmersas en otra cuestión, que no te pongan atención, que tu conversación se vuelva irrelevante y el no sentirte escuchado genera problemas de comunicación”, explica el neuropsiquiatra Juan Manuel Orjuela Rojas.
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Colombia es el cuarto país en el mundo con el promedio de tiempo de consumo de redes sociales más alto, gastando en promedio 9 horas y 38 minutos diarios en redes, permaneciendo más en la virtualidad y cada vez más desconectados de la vida real.
Para Carlos Alberto Uribe, antropólogo y especialista en etnopsiquiatría, “este es un fenómeno muy interesante, nos podemos comunicar y estar informados, tener las últimas noticias de lo que está pasando, por ejemplo, en la guerra de Ucrania al instante, pero no sabemos lo que está nuestra pareja”.
Adicción a las redes sociales
En las redes, además, hay un mercado en el que también se polariza, desinforma, se comercia toda clase de productos y se venden patrones irreales de belleza, felicidad, relaciones, trabajo.
Quienes saben del tema comparan las redes con una droga, porque en lo más profundo de nuestro cerebro hay un sistema encargado de la sensación de placer y bienestar. Este, a través de circuitos y sustancias como la dopamina, es el que nos hace sentir a gusto cuando comemos dulce, vamos de compras o nos dan un like.
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“Hay una búsqueda continua de entrar a las redes para obtener esa satisfacción, pero después quedan ciertos desenlaces donde las personas se aburren, se sienten tristes, se sienten con poca energía porque han estado estimulando su cerebro para capturar esas recompensas de manera activa y en la vida normal, la del cara a cara, ya no les parece tan recompensada, eso genera muchos retos”, explica el psiquiatra y director del doctorado en Neurociencias de la Universidad Javeriana, Hernando Santamaría García.
Y aunque no existe consenso de lo que sería una adicción a las redes sociales, estas plataformas son cada vez más eficientes y tienen muy claro cómo funciona el cerebro.
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Así que esta extensión del cuerpo está impactando la química, estructura y funciones cerebrales. Se sabe, además, que las nuevas generaciones han desarrollado una capacidad de aprendizaje más visual, son más rápidas en sus acciones, algunos aseguran que se han vuelto multitarea.
Sin embargo, los desafíos y sus lados oscuros son cada vez más tangibles, ya que “las personas tienden a tener unos índices de comparación muy altos y exigentes, y eso genera estrés, preocupación, ansiedad, expectativas desajustadas de la realidad. Por otro lado, parece que las personas que tienen mucho más tiempo de interacción virtual y no tienen tiempo efectivo de interacciones cara a cara tienen más índices de depresión”, precisa Santamaría.
Pero no se puede responsabilizar solo a las redes por la salud mental de los colombianos, que quedó en carne viva por la pandemia.
“Predominan los trastornos de ansiedad, seguidos por los trastornos del estado de ánimo y un tercer puesto para los de consumo de sustancias psicoactivas”, dice el doctor De la Espriella.
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Agrega que en “el año 2022 hubo alrededor de 37.000 intentos de suicidios en el país, eso más o menos significa un intento de suicidio cada 14 minutos”.
Afirma que “es una situación que se puede evitar en la medida que la responsabilidad es de todos en identificar rápidamente cambios en el comportamiento de sus seres queridos, compañeros, buscar la ayuda, la escucha activa”.
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Por eso debemos proteger nuestro cerebro y, en el caso de las redes, incluye poner límites.
“No hay plataforma o red que reemplace el contacto físico, no hay nada como el abrazo del amigo, el beso de la mamá y el café con las personas con las que uno en verdad tiene cierta empatía y confianza”, recalca Victoria Arciniegas.