El pasado viernes 20 de marzo en la noche, el presidente Iván Duque anunció que a Colombia había llegado el coronavirus COVID-19 y que el país entraba en cuarentena estricta ante la pandemia.
Daniel Gallo, Carlos Eduardo Rodríguez, Daniel Giraldo Maya, Juan Pablo Borge, César Casallas y Guillermo Beltrán, seis colombianos con vidas aparentemente exitosas y prósperas, nunca pensaron que este anuncio era el inicio de una tragedia social y económica para sus vidas.
Así lo explica Daniel Gallo, piloto de avión comercial: “Quedamos completamente fríos. Nosotros tenemos un grupo con unos compañeros y empezamos a hablar entre nosotros: ‘¿Ya vieron las noticias?’ Todos teníamos una sensación de incertidumbre, de no saber qué iba a suceder”.
“Estaba en mi casa y lo recuerdo tanto porque el 19 se hizo el simulacro. Nos iban a guardar del 19 al 21, creo que era de viernes a lunes. Y estábamos en mi casa y de hecho habíamos dejado unas cosas pendientes en la oficina como ‘bueno, listo, entonces el martes que llegamos otra vez hacemos esto’. Y ese martes se convirtió en casi cinco meses de inactividad. Cinco meses con nuestra empresa cerrada, cinco meses sin recibir un solo centavo y con compromisos todos los que quieras”, explica Carlos Eduardo Rodríguez, dueño de peluquerías Vidal.
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“Ese primer impacto de saber que estábamos entrando en un momento de cero operaciones y que no sabíamos en qué momento íbamos a resolver la situación, porque había otros países que ya llevaban uno o dos meses de cuarentena, y pensábamos que probablemente a la vuelta de uno, inclusive dos meses, no veríamos posibilidades nuevas de operación”, recuerda Daniel Giraldo Maya, empresario del sector de manufactura.
“Se veía que era inminente el cierre, entonces, para no darnos mala vida y teniendo en cuenta de que era un bar con un tráfico de turistas bastante importante, decidimos cerrar prematuramente. ¿Por qué lo digo? Porque hubo gente, que como no habían declarado el cierre oficial, sí abrió durante la semana siguiente. Nosotros cerramos ese fin de semana y ahí se acabó todo, de ahí como pueden ver estamos absolutamente parados de un día para otro”, relata Juan Pablo Borge, empresario de bares.
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“¿Qué experimentamos?, un escalofrío, un miedo de todo por una situación tan drástica jamás antes vista en la humanidad, donde todas las empresas de un país y de un continente y del planeta prácticamente entraban en parálisis. Eso no se había visto con una recesión económica ni con una guerra ni con nada. Esto es sin precedentes, entonces todo el mundo quedó perplejo, fue un acontecimiento que no dio tiempo de reaccionar, fue muy rápido”, explica, por su parte, César Casallas, dueño de Spinning Center.
Entretanto, Guillermo Beltrán, socio de varias cadenas de restaurantes, dijo lo siguiente: “Fue prácticamente increíble para nosotros. Significa que va a parar lo que nos daba el alimento para sobrevivir, era cerrar nuestros establecimientos con un compromiso muy grande que es nuestra gente, nuestra operación, nuestros comensales. Por ende, fue una noticia bastante compleja”.
Cada uno de ellos representa la destrucción de miles y miles de empleos formales .
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Cuentan como perdieron todo y cómo la pandemia los despojó de lo que pensaban que era indestructible: sus empresas o sus trabajos.
En el sector aeronáutico, por ejemplo, 36 mil empleos directos se perdieron sin contar con los que aún están en riesgo por culpa de este virus.
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“Yo estaba sentado justamente aquí en la sala cuando me llamó el jefe. Yo estaba con mi hijo en los brazos y mi esposa estaba al lado cuando me dieron la noticia. Yo no fui capaz de llorar porque yo no le quería hacer eso a mi familia. Por fortuna, fue un hasta luego bonito porque la empresa me hizo saber que el tema no era ni por desempeño ni nada, sino simplemente por el tema de la situación actual”, cuenta el piloto Gallo.
Con la crisis, llegaron las decisiones más difíciles de la vida.
“Por ejemplo, estamos vendiendo el apartamento porque ya llega un punto en que uno no lo puede sostener. Toca buscar otro lugar donde nos podamos ir a vivir, pero siempre ha sido duro porque es un golpe en el momento en que uno no se lo esperaba ni está uno preparado para eso”, dice Gallo.
Otro sector del cual dependen miles de familias colombianas es el del comercio, que perdió cerca de 810 mil empleos directos durante los 5 meses más críticos de la pandemia.
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Los salones de belleza, incluso los que tenían sedes en todo el país, quedaron vacíos.
“Son 4.800.000 personas que dependen de la peluquería, que viven de sus ingresos de la peluquería. Pero es que ellos no son solos, viven con la familia y el núcleo familiar más pequeño son 4 personas. Si hacemos cuentas, 4 millones mal contados, o 5 millones de personas, por 4 son 16 millones de bocas que no tuvieron cómo alimentarse durante 5 o 6 meses que estuvimos cerrados. Hoy nuestra realidad es más dura todavía, porque tenemos establecimientos como este que pagan unos arriendos, que pagan unos servicios, que pagan unos impuestos”, explica el dueño de las peluquerías Vidal.
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La industria manufacturera también se vio fuertemente golpeada. Más de 700 mil empleos directos se perdieron.
Y aunque el miedo es el sentimiento transversal de esta pandemia, muchos empresarios que generan empleos formales en Colombia luchan por mantenerlos.
“El miedo ha sido parte constante de este tiempo de pandemia, se ha transformado en muchas cosas, en trabajar incansablemente por entender la situación. Es un miedo que te motiva a trabajar más de lo normal, trabajábamos 12, 14 horas, cada uno en su teletrabajo, miedo, incertidumbre a no saber cómo vas a pagar los salarios de la gente, cómo les vas a ayudar. Fueron situaciones muy difíciles”, recuerda el empresario de la manufactura.
Bares y discotecas, de un día para otro, quedaron en nada, quedaron convertidos -literalmente- en bodegas de muebles y de recuerdos. El gremio perdió cerca de 250 mil puestos de trabajos formales.
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“Nos cogió de sorpresa y con el tiempo tocó, poco a poco, prescindir de la gente, lo más grave es que la gente de un día para otro se quedó sin dinero. Se quedó sin ese ingreso directo e indirecto. ¿Por qué indirecto?, porque aquí en este tipo de negocio como el nuestro se generan los famosos repiques, las propinas, un dinero indirecto que es bastante importante, que muchas veces suele ser mayor que el mismo sueldo”, dice Borge.
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Y qué decir de los gimnasios desolados.
Cesar Casallas lo vivió así: “Nunca paró de crecer. Pasó la crisis de 2008, pasó la crisis en Europa, la de Estados Unidos, que tuvo muchos negocios cerrados, los gimnasios sobrevivieron todas las crisis, las sobrepasamos. Entonces decíamos ‘esto es imbatible no hay quien nos pare’. Oh, sorpresa, cuando aparece este virus que nos dejó prácticamente, como dicen acá, viendo un chispero. De la noche a la mañana el negocio se acabó prácticamente y pues más aún queda uno sorprendido y más desubicado al ver que, de la noche a la mañana, un negocio que se veía tan estable prácticamente murió”.
De nuevo, miles de empleos directos y formales perdidos y cientos de familias que dependían de estos ingresos cesantes.
En el sector de la gastronomía se destruyeron cerca de 700 mil empleos formales en todo el país.
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“Realmente tenemos un cierre cercano a 23 de nuestros puntos. Tenemos 13 Mimo’s en los que no pudimos llegar a acuerdos de arriendos y nos tocó definitivamente cerrar simplemente porque no convenía. Lo mismo en el tema de Kokoriko, donde estamos cercanos a 10 cierres de los restaurantes, Andrés D.C., tenemos uno cerrado y esa es la situación”, dice Guillermo Beltrán.
En la interminable lista de los sectores afectados está el hotelero. Una isla como San Andrés se convirtió en una isla fantasma para el turismo.
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“Realmente nos afectó bastante la llegada de la pandemia, reunieron al personal y nos comunicaron que nos iban a suspender temporalmente los contratos hasta nueva orden, hasta cuando el Gobierno nacional tomara o retomara nuevamente el turismo en la isla y a cada una nos enviaron a nuestras casas”, dice Nelly Bowie Mitchell, trabajador formal del sector hotelero.
El panorama pone sobre el tapete una pregunta: ¿es posible recuperar los puestos de trabajo con la misma velocidad con que se perdieron?
Para David Bojanini, expresidente de Sura, es necesario una reforma laboral.
“Se debe permitir que haya mucha flexibilidad en el campo laboral para que se puedan generar muchos más empleos. Por ejemplo, los empleos por horas y cosas de ese estilo que algunas personas ven con malos ojos, pero definitivamente, si el empleo por horas se maneja bien, se baja un poco la desconfianza que hay alrededor de ese tema. Yo pienso que se generarían muchos empleos”, sostiene.
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Para el economista Salomón Kalmanovitz es necesario desaparecer cargas parafiscales que encarecen el empleo en Colombia.
“Las cajas de compensación no hacen nada por los trabajadores, ellos dicen que sí, pero los trabajadores no van al club Cafam ni Colsubsidio ni utilizan eso y sí le cobran el 4% a las empresas. Eso habría que quitarlo y aumentaría el empleo. También en otros países las cargas pensionales son mucho menores que en Colombia, es decir, los aportes de impuestos recargan la nómina y mata mucho empleo”, dice el economista.
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Generar empleos rápidos, con gasto público, en agricultura, tecnología, con inversiones privadas y con tramites ágiles, es lo que necesita el país.
Pero, para Kalmanovitz, el país está tomando decisiones muy lentas.
“Me parece que tomaría un par de años hasta que saliéramos totalmente de la pandemia y que haya recuperación total de la economía, para volver a nivel que teníamos antes. Sin embargo, ya era muy alto antes de la pandemia, ya teníamos un deterioro muy fuerte a pesar de que la economía venía muy bien en 2019”, señala.
Por ahora, los empresarios -con su fe y su aguante- son la carta salvadora del empleo. Pero, la verdad, con las heridas que deja el COVID no pueden solos y es ahí donde aparece la mano del Estado.
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