La empresa Jamar tiene más de 35 unidades externas de producción y uno de los centros de distribución más grandes de América Latina, ha adoptado todas las medidas de bioseguridad necesarias para seguir operando.
Pocos días antes del inicio de la pandemia, Noticias Caracol visitó la capital del Atlántico para conocer los inicios y planes futuros de la compañía.
Max Naimark ha vivido de cerca la historia el Paseo Bolívar de Barranquilla . Su padre abrió ahí, en 1951, el primer almacén de muebles Jamar, al que acude todos los días.
“Hoy en día tenemos toda la cuadra y este fue el principio y el primer almacén, y hoy todavía sigue siendo el más importante la empresa”, dice Max Naimark, el presidente de Jamar.
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Los abuelos de Max Naimark llegaron a Barranquilla procedentes de Polonia a principios de la Segunda Guerra Mundial. Vivían de una tienda barrio de la que su padre, Jaime, era el repartidor y quien a los 15 años, cuando cursaba segundo de bachillerato, decidió retirarse del colegio.
“El decidió que quería algo más y se retiró del colegio e hizo un curso de la escuela de comercio un año. Empezó trabajar como contador. Tuvo la fortuna de que un tío de él le dijo: mira tú eres más inteligente que eso. Haz un pequeño negocio. Le prestó 6 mil pesos en ese momento para hacer un almacén de muebles. Pudo comprar 18 muebles. Y con esos 18 muebles empezó a vender y comprar y al cabo de seis meses le devolvió la plata al tío. En ese momento tenía 17 años. Y al cabo de los años mi abuelo, como mi papá, le empezó a ir bien, hizo su almacén de muebles, también un almacén de 60 metros cuadrados”, relata Max.
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Jaime Naimark era metódico: a las 12 y 15 del medio día se sentaba almorzar y a las 12 y 42 minutos se levantaba de la mesa.
“Lo que yo me acuerdo del negocio es que llegaba en las tardes y se ponían en el baño y la plata que tenía, porque no era ni tarjeta ni cheque en ese momento, la ponía encima del lavamanos. Venía mi mamá, la ponía, la contaba, la guardaba y yo sé que los viernes se llevan la plata para pagar los proveedores y lo que sobra después en la caja fuerte, eso era lo que funcionaba. Eso es todo lo que yo sabía del negocio en ese momento”, recuerda el empresario.
Durante 30 años, su padre tuvo un solo almacén. Con él, Max Naimark y sus hermanos estudiaron en Estados Unidos. Max, quien se graduó de ingeniero industrial, regresó a Colombia, pero no consiguió empleo; así es que terminó, pese a la frustración de su padre, en el negocio de muebles de su abuelo.
“Mi papá nos regala a cada uno de los hijos para una casa, el equivalente a 100.000 dólares. Con eso yo le compré, en vez de la casa, el negocio a mi abuelo. Yo crecí ese negocio que se llamaba muebles Florida. Hice tres almacenes y pasados cinco años, a finales de los 80, mi padre dice: ya veo que estás quedando aquí, por qué no nos unimos y hacemos una sola operación. Estuvimos por seis o siete años juntos. Y cuando empezó el crecimiento dijo: ya no más, yo aquí no me siento bien. Él no alcanzo a ver esto, murió hace 11 años y se había retirado hace nueve años antes”, cuenta.
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El 70 por ciento del crecimiento de la operación ha estado soportado en vender los muebles a crédito bajo un sistema que Jaime Naimark ideó y su hijo Max perfeccionó.
“Mi padre empezó dando un crédito de confianza, de olfato y le veía la cara cliente y decía: OK, tráeme un fiador que trabaje en una empresa y aquí está tu crédito, me hace 30 por ciento cuota inicial. Y anotaba en una libretita este me debe tanto, este me da tanto, pero no hay ninguna firma por ningún lado. Aquí estaba el sistema de inventarios, que estaba nombre y producto. El valor y cuánto tenía. Aquí están los muebles que faltan, esta era la mejor forma de saber cuáles fueron los muebles que no pudo vender, porque no los tenía. Yo vine como ingeniero y por dos años este fue mi sistema de contabilidad”, afirma mientras señala la vieja libreta.
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Con el tiempo, los métodos fueron evolucionando y Max Naimark apostó por un modelo de inclusión financiera. En cada uno de los almacenes poseen una oficina de crédito y una de las aplicaciones automatizadas más modernas del país para tomar decisiones sobre la aprobación de préstamos, que se enfocan en clientes a los que la banca tradicional no les otorga crédito. Paralelamente, poseen un ‘call center’ que opera más de 400 mil llamadas mensuales.
“Casi nos quebramos porque estábamos acostumbrados hacer un sistema crediticio como el de la banca, pero eso no aplicaba para nuestro cliente”, revela.
Otra de las particularidades de Jamar está en que no fabrica muebles de manera directa. Los compra a proveedores a quienes ha venido industrializando y controlado su calidad y procesos. Lo ha logrado a través de la construcción del Clúster del Mueble del Atlántico, con 60 hectáreas, y un plan de desarrollo a varias décadas, uno de los más grandes de América Latina en su tipo y al que se han mudado pequeños talleres para convertirse en verdaderas empresas.
“Es una fábrica que vendían 2.000 millones de pesos y aquí está vendiendo aproximadamente 12.000 millones de pesos, con un poquito más de gente, pero con procesos diferenciales. Hoy el 92 por ciento de los productos que están en las tiendas Jamar son de fabricación nacional”, explica.
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Esta compañía va cumplir 70 años, pero ha sido una compañía regional, no ha dado el salto a Bogotá con fuerza y al el centro el país. ¿Por qué?
“Para que tengas una idea: Mandar un contenedor de Barranquilla a Bogotá vale el doble que mandarlo de Barranquilla a Panamá. Y trajimos una compañía de afuera que nos ayudó a hacer unos estudios y ya encontramos el modelo operacional para llegar a Bogotá, ya estamos en Medellín”, cuenta.
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Al tiempo que afina su estrategia de expansión nacional, Max Naimark se prepara para llegada de competidores extranjeros.
"Nosotros tenemos que ser paranoicos todos los días, llámese IKEA llámese quien sea. Uno los problemas de ser líderes, como hemos sido nosotros al no tener otro competidor fuerte, es que tiendes a bajar la guardia”, reflexiona.
La operación de Jamar se complementa con un centro logístico de 32 mil metros cuadrados y con 95 puertas que realizan unos 30 mil despachos mensuales.
Con 28 almacenes, siete de ellos en Panamá, Jamar opera con un modelo que integra tiendas con un sistema de proveeduría y almacenaje. Su empresa es la líder de la industria del mueble en Colombia y Max Naimark espera que continúe siendo familiar.
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“A nosotros nos visitó un fondo de inversión hace algún tiempo que quería aportar algún dinero y la decisión que tomé yo personalmente es que este es un legado, esta es una empresa que seguirá siendo de la familia”, asegura el hombre al frente de esta empresa.