Rafael Nadal volvió a lograr lo impensable, dar un giro al guion, un volantazo a la dirección y marcar su propio rumbo; sobrevivir otra vez a una situación contraria, permanecer en competición y arruinar toda la 'fiesta' de despedida.
En contra de lo que el propio ganador de veintidós Grand Slam dejó entrever, de los agoreros y de las previsiones expertas, Rafael Nadal optó por alargar su estancia en Madrid, permanecer en el Masters 1.000 que, en cinco veces, más que nadie, ha conquistado y alargar su propia hoja de ruta.
Acabó con el australiano Alex de Miñaur (7-6(6) y 6-3), un tenista que ronda el 'top ten', en buena forma y con el que hace diez días sucumbió, de mala manera, en Barcelona, en el Conde de Godó. Allí, Nadal, que afrontó el segundo tramo de su segundo torneo de 2024, mantuvo el tipo el primer parcial, pero dimitió del segundo. Se marchó.
Estaba destinado De Miñaur, décimo cabeza de serie, de ascendencia uruguaya y española, a convertirse en el verdugo del mejor deportista español de siempre. Abocado a batir al otrora rey de la tierra en dos ocasiones seguidas, se quedó a mitad de camino. Lo logró en Barcelona, pero no en Madrid. Nadal se tomó cumplida venganza.
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La primera victoria de Nadal ante un 'top 20' desde noviembre de 2022 que impidió que De Miñaur se convirtiera en el segundo jugador en vencer a Nadal en semanas consecutivas tras Djokovic en 2011, en Madrid y Roma, llegó en dos horas y dos minutos para citarle en tercera ronda con el argentino Pedro Cachín.
Un aroma a despedida invadió el día. La Caja Mágica, la pista Manolo Santana. El rey Felipe VI no faltó a la cita. La última en apariencia de Rafael Nadal en Madrid. La élite del deporte español estaba presente, personalidades de la sociedad. Nadie quería faltar a la presumible despedida del hombre que ha sido todo en el deporte mundial.
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El calor del público espoleó a Nadal, que afrontó el choque con la lección de diez días atrás aprendida. Va con cuidado el español, con pies de plomo. Madrid es una estación más en un recorrido en cuyo horizonte planean Roland Garros y los Juegos Olímpicos, retos de una enjundia superior.
Empezó como un tiro el balear, disparado por un público entregado. Se situó con 2-0 de su lado. Rompió de entrada. Sin embargo, algo le molestó después. Tuvo una discusión con Fergus Murphy, el juez de silla. Había reclamado una revisión a una bola que su rival lanzó fuera, pero el árbitro dijo que no pidió el ojo de halcón. Nadal se enfadó. Pidió la presencia del supervisor. Se descentró.
De Miñaur también mejoró y equilibró la situación. Incluso tomó ventaja porque rompió y se puso 5-3. Todo apuntaba a una nueva decepción para Nadal. Al paso efímero. A otro adiós en segunda ronda. No sucedió. Emergió Nadal, que igualó y llevó el partido al desempate. Fue mejor en el 'tie break', aunque desperdició, primero, tres puntos de set. De 6-3 a 6-6. No cedió y se hizo con la manga.
Después se mostró superior. El australiano comprobó que Madrid no era igual que Barcelona. Nadal había escalado un peldaño en su juego, en su tenis y en su confianza.
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"Llevo muchos meses difíciles. A nivel personal y profesional y pensando con la ilusión de vivir una tarde así. Muchas gracias a todos", dijo sobre la pista tras acabar.
Se exige más Nadal. "Hay margen de mejora. Para mi significa mucho haber podido jugar el partido entero; la semana pasada no lo pude hacer y he jugado más de dos horas y además tengo la posibilidad de poder volver a jugar en esta pista", señaló.
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Espera el argentino Pedro Cachín, con el que nunca ha jugado. "No he jugado nunca contra él. Es un tenista duro y tras un periodo difícil parece que ha resurgido. Pero lo importante es volver a jugar aquí. Significa todo", subrayó.