El tenista español Rafael Nadal, que está en pleno proceso de recuperación de la lesión que sufrió durante el Abierto de Australia, aún no sabe cuándo podrá reaparecer y este jueves señaló que volverá cuando esté bien y que "hay que tener un poquito de paciencia". Y es que las dudas son grandes y las noticias son pocas. De hecho, hasta el momento, no ha podido ver tanta acción en el circuito tenístico en lo que va de 2023.
"Recuperándome. En Australia tuve una avería bastante importante, desgraciadamente, y está llevando tiempo. Estoy haciendo cada día todo el trabajo que puedo para intentar recuperarme de la mejor manera posible. Y después ya veremos; día a día", dijo 'la Fiera' a la Televisión Española antes de presenciar, en el estadio Santiago Bernabéu, el partido de ida de las semifinales de Copa del Rey entre Real Madrid y Barcelona.
Sobre una posible fecha para su regreso a las pistas, Rafael Nadal dijo: "Si no lo sé yo...imagínate cómo puedo decirlo. No sé. Volveré cuando esté bien. Hay que tener un poquito de paciencia"; esto sigue poniendo en duda su reaparición en los terrenos de juego. Algunos llegaron a afirmar que se está preparando para decir presente en el Roland Garros, que está programado para disputar del 28 de mayo al 11 de junio.
En el pasado Abierto de Australia, a mediados de enero, Nadal se lesionó el psoas ilíaco de la pierna izquierda, y tiene un periodo de recuperación de entre seis y ocho semanas. De igual manera, se debe decir que, recientemente, anunció que no podrá jugar los ATP 1.000 de Indian Wells y Miami, siendo una baja sensible para el espectáculo, teniendo en cuenta la grandeza e importancia del español en cada torneo.
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¿Cómo quedó el partido entre Barcelona y Real Madrid?
El momento de inestabilidad del Barcelona se cerró con un ejercicio defensivo sobresaliente en el estadio Santiago Bernabéu, vencedor de su segundo clásico consecutivo gracias a un error grave de Camavinga y la mala fortuna de Militao al marcar en su propia puerta, en un duelo de ida de semifinales de dominio improductivo del Real Madrid, sin remates a Ter Stegen.
Alejado de la visión contemplativa del derbi, al Real Madrid le sobró voluntad pero le faltó acierto en los últimos metros. Un contraste con un Barcelona que, condicionado por las circunstancias, las bajas claves de pilares como Pedri, Dembélé y Lewandowski, no tuvo reparos en renunciar 90 minutos a su identidad y adaptarse a una nueva. Supliendo con batalla el bajón de calidad que aportan los sustitutos. Sabiendo adaptarse a un tipo de partido en el que tocaba sufrir.
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El Real Madrid sintió el clásico como una oportunidad de oro para alimentar la duda del eterno enemigo en su primer momento de inestabilidad del curso. Y salió con ganas de demostrarlo. Tantas que a los pocos segundos Modric desperdició la ocasión más clara. Soprendido de verse tan libre de marca pero chutando al lateral de la red. El dibujo de partido opuesto a la final de la Supercopa de España.
Provocó el fallo repetido en salida de balón barcelonista el ímpetu madridista y le metió el ritmo adecuado a la posesión. Intenso, combinando con calidad hasta que entraba en la zona donde se fabrican los goles y se apagaba. Como Vinícius ante un nuevo marcaje estrecho de Araujo. Sin lucidez donde suele cambiar el rumbo de los partidos. Impreciso en el pase final en las pocas ocasiones que salió airoso.
Los momentos de superioridad inicial del Real Madrid fructificaron en un gol anulado por fuera de juego a Benzema, afinado en el control y la definición por única vez en el partido. El Barcelona tenía en mente un duelo a 180 minutos, no encontró referentes en la salida de balón pero sí un giro al guion del partido inesperado. En su primera llegada al área y a la portería rival, aprovechando un regalo en el inicio de jugada de Camavinga, asestó un golpe.
Kessie fue el receptor del regalo, se midió a Courtois en el uno contra uno y se alió con la fortuna de ver como su disparo fue rechazado por el portero, rebotó en Militao y rozó en Nacho para meterse en la portería blanca. Inicialmente anulado por fuera de juego, desató la incredulidad tras la corrección del VAR. Al Real Madrid le tocaba, de nuevo, remar a contracorriente. Ya lo hizo en Copa ante Villarreal y Atlético de Madrid.
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La valentía de Ancelotti en Anfield, aceptando el intercambio de golpes, se transformó en recelo en el clásico. La figura de Fede Valverde en el tridente refuerza la superioridad en el centro del campo pero resta una figura que genere desequilibrio pegado a la banda derecha como generan Rodrygo o Asensio. Al Real Madrid le faltó presencia en el área. Murió en centros a la nada que reforzaron la fortaleza de Koundé y Marcos Alonso, cuando no la seguridad por alto de Ter Stegen. No hubo más disparos que un centro que se envenenó.
Al Barcelona se le planteaba la opción de matar la eliminatoria al contragolpe. La desaprovechó entre imprecisiones de Ferran y falta de acierto en el uno contra uno de Raphinha. Gavi desaprovechó la más clara del primer acto y Ansu Fati impidió el segundo, en disparo a placer de Kessie, cuando Courtois ya estaba batido.
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Habría sido el premio a la resistencia de un Barcelona que se limitó a defender y concedió muy poco. Carvajal chutó al cielo de Madrid un pase preciso de Kroos antes del descanso y los intentos de Vinícius y Camavinga en el arranque del segundo tiempo no encontraron portería.
Un Real Madrid sin red se volcó, asfixió al Barcelona, lo hizo todo bien salvo en la fase final del juego. Su asedio sin premio tuvo un factor clave, la falta de rematadores. Ancelotti tardó 67 minutos en meter a Rodrygo y 84 en dar paso a un '9' puro como Álvaro Rodríguez. Poco dado a la apuesta por la cantera, la continuidad al punta del Castilla muestra carencias en la planificación y el fracaso en el último intento con Mariano.
Los duelos eran ganados todos por el Real Madrid. Las ayudas defensivas, como las de Busquets el día en el que se convertía en el rey del clásico, eran azulgranas. Ni una intervención de mérito de Ter Stegen, respaldado por un esfuerzo defensivo con premio de sus compañeros. Un disparo lejano de Rodrygo no evitó un partido sin tiros a puerta que aumenta la impotencia madridista en el clásico y refuerza al Barcelona, que tiene la final de Copa del Rey en su mano.