La decisión de Rafael Nadal de no disputar, por primera vez en su carrera desde que es profesional, el torneo de Roland Garros que ha ganado en catorce ocasiones a partir de su debut en el 2005, aumenta el sombrío panorama de un año condicionado por la ralentizada evolución de su lesión en el psoas ilíaco de la pierna izquierda y por una reaparición que no termina de llegar.
El ganador de 22 grandes ya no piensa a corto plazo. No volverá a la competición en las próximas semanas, en los meses venideros. Hasta que esté en condiciones. No hará anuncios torneo a torneo. No hay que esperar. No jugará Roland Garros, defensor del título, y tampoco los siguientes. Y advierte que el 2024 puede ser el de su retirada.
Hasta ahora, había sido torneo a torneo, desde que cayó dañado en su segundo partido del Abierto de Australia, el pasado 18 de enero, que perdió contra el estadounidense Mackenzie McDonald, ha previsto retornos a las pistas que ha tenido que anular uno tras otro.
El último, el más reciente y el más doloroso ha sido éste, el de Roland Garros que ha hecho público en una rueda de prensa, dada la magnitud de la cita, el tiempo de baja que acumula semana tras semana y la incertidumbre por su estado físico.
Publicidad
No ha sido un video colgado en las redes sociales, como hizo en los últimos eventos a los que ha tenido que renunciar, como el ganador de 22 grandes ha anunciado la noticia que no quería dar. Sino ante los medios, en su academia de Manacor, de forma más directa. Sin dudas. En una rueda de prensa.
El alta médica, la puesta en marcha deportiva y la vuelta a la competición no tiene fecha fija. Da la sensación de que el tiempo es eterno y el año, desierto para sus intereses. Meses en blanco, todavía sin luz al final de su túnel. Un pronóstico inicial de seis u ocho semanas se ha disparado, por ahora, hasta los cuatro meses.
Publicidad
Hace tiempo que Rafael Nadal volvió a los entrenamientos. Frecuentes son las imágenes públicas de su preparación, del retorno a la actividad. Cada semana parece que la reaparición del balear es inminente. Pero días antes de uno u otro torneo que le incluye en su cartel, irrumpe con un comunicado en el que hace oficial una nueva ausencia.
Así ocurrió en los más recientes, sobre todo en los de tierra, donde se calculaba, por los plazos iniciales, que estaba fijado el regreso. En Montecarlo, en Barcelona, en Madrid y en Roma. Y ahora Roland Garros. Cinco eventos habituales, fijos en su programación, que deja atrás, también sin disputar, junto a Doha, Dubai y la gira estadounidense con los Masters 1.000 de Indian Wells y Miami. Bajas que se daban por descontado.
Su plan incluía una vuelta a principios de mayo, en el comienzo de la temporada de arcilla. No ha dado tiempo.
Actualmente fijado por la ATP en el decimocuarto puesto del ránking, solo ha jugado cuatro encuentros en lo que va de año. Solo ha conseguido un triunfo Nadal en el presente ejercicio. Fue en la primera ronda del Abierto de Australia, en Melburne, ante el británico Jack Draper. Después, en el segundo compromiso, se nubló todo. Lesionado, no pudo hacer frente a Mackenzie McDonald y perdió en tres sets. Fue su último partido.
Publicidad
El balear, de 36 años, había llegado a Melbourne para defender la corona lograda en el pasado año, en el 2022, con solo dos partidos de preparación jugados. Fueron en la United Cup. Ambos saldados con derrota. Primero ante el británico Cameron Norrie y, después, frente el australiano Alex de Miñaur. Algo ya no marchaba.
Nada hacía pensar una situación como la actual hace solo un año. Cuando el manacorí, en el 2022, tuvo un comienzo impecable de la temporada. Uno de los mejores de su carrera, con veintiuna victorias seguidas que le llevaron a ganar cada torneo que jugaba: Melburne, Abierto Australia y Acapulco. Hasta Indian Wells donde disputó la final que perdió ante Taylor Fritz, antes de tener que bajar de la temporada en marcha por una lesión en las costillas.
Publicidad
Dos meses tardó en reaparecer. En el Masters 1.000 de Madrid. También jugó el de Roma y después ganó Roland Garros. Fue su vigésimo segundo Grand Slam. Después, en Wimbledon volvió a sufrir una nueva dolencia. Nada ya fue lo mismo.