El serbio Novak Djokovic se tomó la revancha del danés Holger Rune, su verdugo en la final del Masters 1.000 de París del año pasado, y le derrotó en esta edición en cuartos, 7-5, 6-7(3) y 6-4, que le deja a un escalón de su novena final en un torneo que ha ganado seis veces.
El número 1 del mundo mostró su oficio, aguantó los envites del impulsivo nórdico, sexto favorito, detuvo sus ataques y aguardó paciente su momento para acelerar y aunque perdió un segundo set en el torneo, supo sobrevivir.
Fue una victoria trabajada, porque Rune no se lo puso fácil, le arrebató el segundo set en lo que va de torneo -tras el que le ganó el neerlandés Tallon Griekspoor en cuartos, aunque entonces el serbio sufría un virus intestinal- e incluso amenazó con repetir al remontada del año pasado en ese mismo escenario y asestarle una tercera derrota consecutiva.
Pero Djokovic aguantó, se sobrepuso a una grada hostil, al empuje del danés, que fue de menos a más, y sumó así su triunfo 16 consecutivo, todos desde la final de Wimbledon contra el español Carlos Alcaraz.
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Esa es la única derrota que ha sufrido Djokovic desde que en cuartos de final de Roma se topara con un inspirado Rune que le apeó de aquel torneo previo a Roland Garros. Desde entonces ha coleccionado ya 29 victorias.
El hombre con más Masters 1.000 y con más Grand Slam de la historia, que a sus 36 años ha decidido dosificar sus apariciones, demostró que en una pista rápida es difícil derrotarle. Sus números lo dicen todo: acumula 29 triunfos en esa superficie en la que solo el ruso Daniil Medvedev fue capaz de derrotarle en las semifinales de Dubai.
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Frente a Rune no fue su triunfo más fácil. El danés le obligó a emplearse, a mostrar su rostro más humano, aunque dispuso de una bola de partido en el segundo set que habría hecho más placentera la victoria.
El danés, un jugador que tiene el don de la espectacularidad, se aferró al duelo, atrajo al público a su causa y enredó en esa guerra al serbio, que supo usar la animadversión de la grada como combustible. Rune les alentaba en cada punto ganado, Djokovic les provocaba cada vez que se imponía.
Tras anotarse el primer set con mucho oficio, el serbio dispuso de una bola para finiquitar el duelo en el segundo, pero Rune la levantó.
Finalista este año en Montecarlo y Roma, además de en Roland Garros y Wimbledon, el nuevo pupilo de Boris Becker, quien no paró de dar instrucciones a lo largo de todo el duelo, forzó el juego de desempate, en el que se mostró imperial, mientras el serbio parecía perder el control del duelo, por lo que abocó el partido a un tercer set.
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Djokovic recuperó entonces la compostura, volvió a imponer su ritmo, a frenar los envites de un Rune decidido a llevar el duelo a una montaña rusa. El serbio se colocó con ventaja de 3-1, que fue dosificando, no sin esfuerzo, rabioso, dejando atrás la frialdad de los primeros puntos para celebrar los últimos con gran gesticulación.
Djokovic jugará su novena semifinal en París donde no ha perdido ninguna, contra el ganador del duelo entre el ruso Andrey Rublev, quinto cabeza de serie, y el australiano Alex de Minaur, décimo tercero.
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La otra semifinal medirá al griego Stefanos Tsitsipas, séptimo favorito, que derrotó al ruso Karen Khachanov, contra el búlgaro Grigor Dimitrov, verdugo del polaco Hubert Hurkazc, undécimo.