El Estadio Olímpico de Tokio se llenó de los protagonistas de los Juegos Olímpicos de 2020 y las delegaciones se integraron para armar una fiesta en la clausura las justas que le devolvieron la esperanza al mundo, en medio de la pandemia del coronavirus.
Fueron 17 días de competencia, de luchas deportivas, de pruebas PCR, de romper récords y de manifestar el espíritu olímpico que se vio en cada uno de los escenarios que albergaron las justas. Quedan muchos recuerdos de los juegos que se tardaron un año en disputarse, la reflexión de la gimnasta estadounidense Simone Biles y su preocupación por la salud mental de los deportistas, queda la imagen de dos deportistas que decidieron compartir la medalla del salto alto, la velocidad de la jamaiquina Elaine Thompson y las siete medallas que se colgó la nadadora australiana Emma McKeon, entre muchos más.
Ya sin la presión de la competencia, el Estadio Olímpico fue un sitio de celebración, con música de jazz del Japón y muestras de que los nipones gozan de esa hermosa tradición milenaria, pero también de que es un pueblo que no solo tiene la innovación en la tecnología, también la tiene en el arte, en el liderazgo por preservar el medio ambiente y ser un actor que puede guiar al mundo desde su infinita sabiduría.
La fiesta, que estuvo marcada por una marcado tributo a las nuevas tendencias urbanas de la música, del deporte, de la tecnología y las nueva tendencias que lideran los jóvenes, le dieron la posta a los organizadores de París 2024, que en tres años también harán vibrar al mundo con unos juegos que prometieron involucrar más a la ciudad.
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