El estadio parisino de La Chapelle pasó de la fiesta a la tragedia en solo un segundo: la española Carolina Marín, que dominaba con brillantez la segunda semifinal de bádminton ante la china Bing Jiao He, se cayó, se dobló la rodilla derecha y tuvo que abandonar el partido devastada por el dolor, rota por la rabia de perderse una final que ya acariciaba.
Marín mandaba en el marcador por 21-14 y 10-6 cuando se produjo el accidente. Corrió a por el volante y la pierna derecha no aguantó. Su manera de taparse la cara con las manos, sus gritos, su inmovilidad en el suelo indicaron que la lesión era seria.
Asistida inmediatamente por los servicios médicos y por su entrenador, Fernando Rivas, tardó varios minutos en poder acercarse con ayuda al banquillo. Allí le pusieron una aparatosa rodillera y, cojeando, regresó a la cancha.
Intentó jugar dos puntos más, pero no podía desplazarse.
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Se arrodilló sobre la cancha, metió la cabeza entre los brazos y lloró sin descanso, abrazada por Rivas y por todo el estadio, que la despidió puesto en pie, con una gran ovación y con el corazón encogido.
Marín ha sufrido durante su carrera una rotura de ligamento cruzado en cada rodilla, la segunda de las cuales le impidió disputar de Tokio 2020.
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Los Juegos de París parecían haber llegado para culminar su rebelión contra todas las adversidades que se han cruzado en su camino en los últimos años: las graves lesiones y golpes personales como el fallecimiento de su padre en 2020, tras cinco duros meses luchando contras las consecuencias de un accidente laboral.
Contra todo ello y contra el miedo a perder se estaba reblando Marín en París, en el estadio de La Chapelle convertido en una 'bombonera' española, volcada con una jugadora excepcional, la única no asiática que ha triunfado en el circuito, campeona olímpica en 2016, tres veces campeona mundial.
Hasta el momento fatídico de la lesión, la volantista española había hecho un despliegue físico y táctico formidable.
El partido entre las dos zurdas comenzó con intercambios largos, de hasta 24 golpes. He asustó con unos primeros remates imparables, pero Marín insistió en su juego de precisión y logró abrir la primera brecha (11-7) en el marcador.
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Con una solidez aplastante llegó al 16-7 y aguantó la posterior reacción de la china, que sumó cinco tantos seguidos, su mejor racha. De nuevo con su servicio, Marín administró los riesgos y cerró el juego con un remate a la línea de fondo que sorprendió a He.
Regresó a la cancha como un huracán. Remató, cruzó el volante y dejó pasar con acierto los golpes largos de He, sexta cabeza de serie y que empezó a moverse cabizbaja por la pista entre punto y punto, desbordada. Con 9-3, Marín comenzó a atisbar la final.
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Pero el tiempo se paró con el marcador en 10-6, cuando la desgracia se hizo sitio sobre la pista verde y morada de París. Los Juegos se acabaron para Carolina Marín otra vez por culpa de la rodilla. El final más triste para una rebelde a la que solo una lesión pudo apartar de su segunda final olímpica.
El partido por el oro enfrentará a He con la surcoreana Se Young An, número uno del mundo.