Un día antes del paseo triunfal por los Campos Elíseos, los ciclistas afrontan una contrarreloj de 40,7 kilómetros que dejará definitivamente cerradas todas las generales de esta edición del Tour de Francia .
Un ejercicio entre Lacapelle-Marival y el santuario mariano de Rocamadour que estaba diseñado para mantener la emoción hasta el último instante, pero que llega con los puntos fuertes del Tour ya definidos, lo que le hará perder emoción.
El prestigio será la principal recompensa de esta etapa que se presenta menos dura que la de La Planche des Belles Filles de hace dos años, donde el esloveno Tadej Pogacar dio la vuelta a la general frente a su compatriota Primoz Roglic, que le aventajaba en casi un minuto.
Ahora será más complejo para el ciclista del UAE, que tiene que superar una renta de más de 3 con el danés Jonas Vingegaard, que ha mejorado mucho en la lucha contra el crono.
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Pero en una etapa de esa distancia tras tres semanas de competición las fuerzas estarán contadas y la resistencia será el principal factor de la jornada.
El perfil de la etapa cuenta con dos sectores. Nada más dejar Lacapelle-Marival y su castillo del siglo XIV, los primeros 30 kilómetros son accidentados pero bastante rápidos, ventaja para los especialistas, que pondrán al máximo sus máquinas, pero que tendrán que guardar fuerzas para el tramo final.
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El ritmo se romperá con el ascenso a dos cotas, sobre todo la segunda, la que conduce al santuario de la virgen en la ciudad medieval de Rocamadour, que aparece suspendida en la roca mirando desde la altura el valle tallado por el río Alzou.
Algo menos de 2 kilómetros conducen hasta la meta con una pendiente del 8 %, un último golpe de riñó en un Tour de casi 3.400 kilómetros al que ya solo le quedarán los festejos.