Las lágrimas de Jonas Vingegaard tras cruzar la meta de Isola 2.000 eran ya un síntoma de que el danés había hincado la rodilla. Superado en casi 2 minutos por el esloveno Tadej Pogacar , con el que ya pierde más de 5 en la general a falta de dos etapas para el final, el ganador de las dos últimas ediciones confirmó que el maillot amarillo no está ya en su punto de mira.
Más aún, Vingegaard se vio contra las cuerdas ante el acoso del belga Remco Evenepoel, tercero, que amenaza su segundo escalón en el podio final, por lo que aseguró que todos sus esfuerzos irán ahora a mantener esa posición.
"La lucha por la victoria final se ha terminado, pero la defensa del segundo puesto no", dijo el corredor, que el pasado lunes aseguraba que no había venido al Tour a ser segundo.
La ruta hacia Isola 2.000 le convenció de lo contrario. Preparó una táctica ofensiva, con dos escuderos, el estadounidense Matteo Jorgenson y el neerlandés Wilko Kelderman, escapados desde el ascenso al Col de la Bonette, el techo del Tour de Francia.
Remco #Evenepoel 🤝 Jonas #Vingegaard
— ESPN Ciclismo (@ESPNCiclismo) July 19, 2024
El reconocimiento en la rivalidad. pic.twitter.com/b7vUiQs2PU
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Pero enseguida se dio cuenta de que sus piernas no respondían para atacar y el Visma cambió el plan: objetivo no perder tiempo con Evenepoel.
El belga olió la debilidad de su rival y aunque no pudo seguir a Pogacar impuso un ritmo fuerte para tratar de distanciarlo. Vingegaard se aferró a su rueda como una última meta en este Tour. Fue el símbolo de su derrota.
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Así cruzó la meta, derrotado, dando la mano a Evenepoel, incapaz de mostrar la entidad de un doble ganador del Tour. Se abrazó a su esposa, embarazada de su segundo hijo, su confidente, la persona con la que siempre habla al final de cada etapa. Y ahí aparecieron las lágrimas de la impotencia.