Frente a las sospechas de dopaje, el equipo Jumbo del danés Jonas Vingegaard apuesta por la carta de la transparencia extrema y asegura que las gestas de su campeón son el fruto de una preparación cuidada al extremo que no minimiza ningún detalle y que les diferencia de sus rivales.
Puertas abiertas, aseguran en el Jumbo, que presume de integrar en sus caravanas a equipos de rodaje independientes que desde hace varios años elaboran documentales para diferentes plataformas.
El campeón desvela dónde se ha entrenado, en Sierra Nevada, en el Teide, en la estación francesa de Tignes. Nada debe ser secreto ni alimentar una sospecha que necesita poco combustible para extenderse como la pólvora.
Aunque reconocen que no pueden dar día a día los datos de rendimiento de sus ciclistas porque eso supondría entregar a sus rivales una información que les haría vulnerables.
Publicidad
En esto, el Jumbo de Vingagaard mantiene el mismo discurso que el Ineos del británico Chris Froome, que nunca dejó de estar perseguido por la sombra del dopaje y que se defendía con armas similares.
En tiempos de la formación británica se puso de moda la "ganancia marginal", que hacía referencia a una serie de puntos de la preparación que permitían a sus corredores arañar segundos a los rivales. Esa era, para ellos, y no el dopaje, la clave de su éxito.
Publicidad
El Jumbo asegura que Vingegaard es el ciclista más serio y sano del pelotón. El patrón del equipo, Richard Plugge, afirma que no toma ningún tipo de pastillas, "ni un paracetamol", ni siquiera las legales, como las famosas "cetonas" que otros miembros del equipo sí consumen.
TRES SEMANAS DE PELEA
Pero define al danés como una especie de monje que no hace nada que pueda restarle opciones de ser el más fuerte sobre la bicicleta y que sigue el plan previsto a rajatabla, una estrategia de acoso y derribo de sus rivales a lo largo de tres semanas, que no pierde de vista ni una curva de la carretera.
En declaraciones al diario L'Équipe, Pluggue asegura que sus ciclistas asistían atónitos en la pasada jornada de descanso a animadas charlas de otros compañeros, con quienes compartían hotel, en torno a una ronda de cervezas.
"Antes de la última semana de Tour, la más importante, hay que cuidar mucho lo que se come y lo que se bebe. En nuestro equipo nadie consume una gota de alcohol", afirma.
Publicidad
El Jumbo parece cansado de que se le juzgue por ser el mejor y que no se mire la razón por la que los otros son peores.
"Abrimos nuestras puertas, respondemos a todas las preguntas. Pero igual hay que mirar al otro lado, porque ahí también se explican parte de las diferencias", asegura. En otras palabras, las "ganancias marginales" del Ineos han pasado a ser las "pérdidas marginales" de los rivales del Jumbo.
Publicidad
La formación neerlandesa, heredera lejana del Rabobank que se marchó del pelotón asolada por los escándalos de dopaje, a nombres como Levi Leipheimer o Michael Rasmussen, ahora presume de ser la mejor por el planteamiento global de las etapas.
"Un Tour dura tres semanas. Hay que contar la fatiga y sufrirla lo menos posible. Abordamos una carrera así tratando de que los adversarios estén más fatigados que nosotros. El resultado se vio en el Col de la Loze", asegura Plugge.
En las duras rapas de esa montaña alpina, el esloveno Tadej Pogacar acabó desfallecido, hundido frente al ritmo de la carrera, incapaz de mantener el pulso con Vingegaard, al que acabó por entregarle una renta confortable de 7.35 minutos.
"Estaba roto, pero fue el resultado del desgaste al que le sometimos en dos semanas y media muy duras", agrega el patrón del Jumbo.
Publicidad
El discurso es maximalista y, como si de una congregación de hermanos franciscanos se tratara, en la formación holandesa nadie se permite la más mínima alegría antes de tiempo.
Aunque el rival haya hincado la rodilla y reconocido su derrota, en el Jumbo el champán tendrá que esperar. A la imagen de su líder, que no se sale nunca del guion establecido, ni en la bicicleta ni ante la prensa, el más mínimo gesto es considerado como un exceso.
Publicidad
"Hasta que no se atraviese la línea de meta de París no se habrá ganado", dice Plugge. Y esa máxima la repite a cada instante Vingegaard.