El belga Jasper Philipsen llegaba al Tour como el gran dominador de los esprints, tras las cuatro victorias que firmó el año pasado, pero tardó once etapas en lograr un triunfo que finalmente le libera y que le vuelve a convertir en el referente de las llegadas masivas.
El Alpecin recuperó en Saint-Amand-Montrond a su tandem letal. "Ya tenía ganas de ver al campeón del mundo dejándome a 500 metros para la meta", señaló el belga en relación al neerlandés Mathieu van der Poel, que le sirvió en bandeja su séptima victoria en la ronda gala.
El nieto de Raymond Poulidor, que no parecía estar rodando en las mejores condiciones, encontró finalmente el posicionamiento adecuado en una llegada limpia, en la que las piernas dictaron la sentencia definitiva y que permitió a Phlipsen imponerse al fin al eritreo Biniam Girmay, que le arrebató dos triunfos.
Philipsen no pudo disputar por una caída la primera llegada masiva en Bolonia en la tercera etapa. En la quinta, con final Saint-Vulbas, fue segundo tras el británico Mark Cavendish, que a sus 39 años firmó su triunfo número 35 para superar al belga Eddy Merckx como el que más victorias parciales ha logrado en el Tour.
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Frustrado por ese resultado, al día siguiente en Dijon se lanzó de forma desaforada a por el triunfo y cruzó la meta en segundo lugar por detrás del neerlandés Dylan Groeneweguen. Pero su afán había sido demasiado y el belga acabó descalificado por haber cerrado a su compatriota Woud van Aert.
Volvió a rozar el palo en Colombey-les-deux-Églises en la octava etapa, por detrás de nuevo de Girmay, y el nerviosismo empezó a adueñarse del equipo Alpecin, que temía no rentabilizar su mejor activo en el Tour.
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"Es cierto que tuvimos mala suerte, pero la clave está en no bajar los brazos. Agradezco al equipo que no haya perdido la fe en mí", señaló.
El belga sumó Saint-Amand Montrond a su nómina de triunfos en el Tour, que comenzaron en Carcasona en 2022, año en el que también ganó la etapa final en los Campos Elíseos.
El año siguiente fue su consagración como el mejor llegador del momento, con cuatro triunfos, Bayona, Nogaro, Burdeos y Moulins, que le catapultaron a afianzar el maillot verde de la regularidad que vistió en el podio de París.
Sentía presión
"Es cierto que aquel año me puso más presión. Todo el mundo esperaba mucho de mi y eso puede haber tenido su influencia. Ahora ya hemos logrado una victoria de etapa y creo que eso me libera un poco, me quita presión", dijo.
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"Aunque en mi caso, la presión me la pongo yo, siempre quiero ganar y trabajo cada día para conseguirlo", agregó.
Philipsen no es el ciclista más querido en el pelotón. Sus maniobras en las llegadas le han generado muchas enemistades, y él mismo reconoce que no siempre juega limpio.
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Pero tras haber sido descalificado este año aseguró que se siente un poco perseguido, que otros corredores hacen maniobras similares en los esprints y no tienen las mismas consecuencias.
"En ningún momento tengo la intención de hacer daño a nadie. Creo que han sido muy duros conmigo. Me siento un poco perseguido. Otros hacen cosas peores y no les han sancionado", dijo a la prensa de su país.
Philipsen asegura que no mira atrás cuando se lanza a por la victoria. "Me fio del instinto y quizá debería ser más consciente de lo que provocan mis movimientos", reconoció.
Tras haber terminado en blanco la primera semana, el belga continuaba creyendo en sus opciones. "Quedan cinco oportunidades y hay que buscarlas todas", señaló este lunes en la jornada de reposo.
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Tras ganar su primera etapa, el esprinter sabe que sus piernas están listas para agrandar su palmarés.