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Decenas de familias sufren el castigo de estos cerros cada invierno y aún recuerdan el deslizamiento que acabó con la vida de 500 personas en 1974.
Todas, que en su mayoría se movilizaban en buses, fueron arrastradas al fondo del abismo y el lugar fue declarado campo santo.
La tragedia obligó al Gobierno a buscar un nuevo trazado de la vía, en lo que es hoy el complejo de puentes y túneles de Quebradablanca, pero la geología de la cordillera es compleja por sus montañas en formación y las frecuentes lluvias.
Mientras tanto, muchos de los habitantes de Guayabetal, en Cundinamarca, que fueron desplazados por la pobreza y el conflicto armado, ahora también lo son por los embates de la naturaleza.
“Y sin saber todavía en qué iré a parar porque, ya con 48 años y no saber a dónde va ir uno a meter la cabeza, sin tener nada para dónde irse”, dice al borde del llanto Consuelo Cortés, que tuvo que abandonar su casa ante el peligro de que la montaña se le viniera encima.
El corredor vial Bogotá-Villavicencio y sus complejas obras de ingeniería, túneles que cortan montañas y puentes levantados en abismos tienen en disputa al hombre y la naturaleza.
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