Las víctimas de la masacre que enlutó a Colombia este fin de semana eran, en su mayoría, universitarios entre los 18 y 25 años que soñaban con salir adelante.
Laura Michel Melo Riascos, de 19 años, soñaba con ser médica, “quería salvar vidas”, recuerda su hermano menor.
Era el orgullo de su familia y quien le ayudaba al pequeño con las tareas. Su mamá hacía hasta lo imposible para pagarle sus estudios de medicina en Pasto y, con mucho esfuerzo, la joven había logrado empezar su primer semestre.
Óscar Andrés Obando Díaz tenía 18 años; era estudiante y deportista. A pesar de ser oriundo y criado en Samaniego, no estaba radicado allí, pues había viajado a Cali a cumplir su sueño de ser un gran futbolista y cursaba cuarto semestre de administración deportiva.
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Por la pandemia, Óscar tuvo que regresar a su casa para estar con su familia.
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Daniel Vargas estudiaba radiología en Pereira, tenía 23 años, quería salir adelante para ayudar a su familia, que lo describe como extrovertido, amoroso, alegre, amigable, con defectos y virtudes.
“Daniel iba a ser papá, su novia tiene 5 meses de embarazo. Estaba ilusionado con su bebé. Lo vamos a recordar con esas alegrías, con su locura, su humildad, ese ser expresivo con los que él amaba. Era el centro de atracción de nuestra familia”, cuenta su hermano.
Las familiares de las víctimas piden esclarecer lo sucedido y que haya justicia.
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