Monseñor Juan Carlos Barreto, obispo de Quibdó ; monseñor Mario de Jesús Álvarez Gómez, obispo de Istmina , y monseñor Hugo Alberto Torres, obispo de Apartadó recorrieron los sitios más críticos del Alto Baudó , una región azotada por la violencia y el olvido estatal.
El monseñor Barreto reconoce que, si bien el proceso de paz trajo un alivio temporal, este despareció por los problemas en la implementación del acuerdo con las extintas FARC.
“Hay desplazamientos, confinamientos, minas antipersonales, reclutamiento de menores, amenazas a líderes y comunidades”, dice.
Agrega que no existe un plan de sustitución de cultivos.
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Algo en lo que coincide monseñor Hugo Alberto Torres, obispo de Apartadó: “Está pasando como la misma situación que se vive en el Alto Baudó, el dominio de las AGC (Autodefensas Gaitanistas de Colombia), que están casi que obligando a la gente a que hagan cultivos ilícitos”.
Monseñor Mario de Jesús Álvarez Gómez, obispo de Istmina, también dio su balance sobre lo encontrado y señaló que las personas tienen “ojos que son lámpara de tristeza”.
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Y agregó: “No pueden visitar sus parcelas, no pueden pescar, la educación está en pañales, la salud es precaria en sus comunidades, la situación alimentaria, basta ver los niños o los jóvenes, una mirada de desconsuelo, de angustia, de zozobra”.
El problema, dicen, es que en los territorios hacen presencia agentes ilegales de uno u otro lado.
Para completar, “la presencia de la fuerza pública incentiva el acoso de los grupos armados y toda la comunidad se convierte casi en objetivo militar”, dice el obispo de Istmina.
Piden al Estado ser más efectivo, pues califican su presencia como “precaria”.
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