Las artesanías en las que Ernesto Wright trabajó durante 30 años quedaron bajo árboles, postes y vegetación. Todo lo que creó en San Andrés desapareció en segundos.
Mientras veía cómo parte de su vida se desvanecía corrió a refugiarse en la casa que parecía la más segura, la de un vecino del frente, Vicente Weight, que acogió a varias personas durante la emergencia.
Incluso, en medio de los vientos huracanados, ayudó “a traer a una persona que no puede ni caminar”.
La casa de Rebeca Bowie también fue “refugio de muchas personas”. Algunas se salvaguardaron en los cuartos y otras encontraron el lugar más seguro en la cocina. Incluso se encaramaron al mesón.
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John William Agudelo, un paisa que hace años se radicó en San Andrés, mostró una especie de alberca que tiene en la cocina.
“Es una piscina tapada y se convierte en una cisterna, ustedes la llaman alberca, pero la nuestra es de tamaño gigante (…) El último recurso para protegernos con nuestra familia es vaciar la cisterna para protegernos dentro de ella y que sea lo que Dios quiera”, dijo.
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